España - Castilla y León
El terremoto y sus víctimas
Samuel González Casado

Vistoso concierto el n.º 3 del abono de la OSCyL, articulado como homenaje a Pauline
y Camille . Todo fue coherente en este programa en cuanto a las obras elegidas, y esta coherencia continuó incluso en la extensa propina de la mezzo, lo cual no es demasiado habitual y se agradece. Como igualmente se agradece el encargo de la orquestación de las canciones de Pauline Viardot a Marc-Olivier , que ha hecho un trabajo fantástico en el que se alternan la discreción y el color (maravillosa labor en La estrella), presididas por el buen gusto y el respeto a la parte vocal. Ha sido un enorme acierto de la OSCyL y espero que estas canciones con orquesta gocen de larga vida en los escenarios.La interpretación de las obras de Viardot, como ocurrió en todo el concierto, tuvo sus más y sus menos. Karina Si de tu ausencia no muero es una mezzo en la que, como ocurre asiduamente, el centro está sobredimensionado, lo que impide preparar convenientemente la zona grave y, palmariamente en ella, el agudo. Así, más allá del sol sonó destemplada por esa imposibilidad preparatoria, al albur de las circunstancias y con sonido en posición forzada. Las canciones de aire español sufrieron algunos problemas de agilidad y desde luego de articulación (ininteligible ).
Por supuesto, las notas hacia las que la mezzo ha dirigido su formación son espectaculares, y adquieren un volumen “redondo” magnífico; pero no creo que esto sea muy provechoso a medio plazo, salvo que la cantante redirija su técnica en la medida de sus posibilidades; y esto lo señalo porque es una artista sensible, que se preocupa de dar sentido al texto y una justificación musical a su canto con todo lo que tiene.
Es valiente, porque se atrevió con una propina brutal: Mon coeur s'ouvre a ta voix, de Sansón y Dalila, escrita en una tesitura durísima en la que hay que tener el paso del centro al grave hiperresuelto. No ocurre así en Demurova, que tuvo que cantar con posiciones poco ortodoxas, poco audibles; para remate, el director, , no estuvo demasiado colaborativo con el volumen de la orquesta. Ella, encomiablemente, siguió a lo suyo, aportando algunas cosas interesantes, y por supuesto dándolo todo en el sol bemol (que no está concebido como descarga), en el que pareció protestar y liberarse.
Thierry Fischer es un director expansivo con cierta tendencia a sorprender con tempi y volúmenes que buscan dejar un sello en sus versiones. Ocurrió en la Bacanal de Sansón y Dalila, que calentó rápidamente el ambiente con voluntarios excesos tímbricos; su percutiva parte final fue salvaje, y toda la versión me recordó aquella cita de Cecil B. de Mille de que “una película debe empezar con un terremoto y luego ir en aumento”.
El “aumento” fue, claramente, la Sinfonía n.º 3, “Con órgano”, que no se privó a sí misma de nada, aunque sí privó al público de aspectos como la exactitud rítmica o la definición melódica de muchos pasajes. Hubo demasiado ruido en una obra que por momentos se acerca a la sobreorquestación, y en la que es difícil ser preciso y a la vez transmitir esos raudales de entusiasmo y grandilocuencia. Fischer optó por lo segundo, y sepultó sin misericordia información melódica importante, sobre todo de las maderas, desaparecidas ya desde los primeros conatos de tumulto. La cuerda también sufrió, excepto, por supuesto, en el Maestoso, que aquí fue un Lento en la frontera de la disolución, aunque pudo disfrutarse de detalles sorprendentes, más originales que sutiles, en el fraseo. El Pesante final estuvo resuelto relativamente, con el órgano en un volumen adecuado pero no del todo integrado en cuanto a tímbrica, y unos metales desatados que parecían pugnar por sonar más alto que cualquier colega con pistones. La sensación final tuvo algo de euforia pero también de destrucción: el terremoto terminó cobrándose sus víctimas.
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