España - Castilla y León

Cuando nos divertimos

Samuel González Casado
viernes, 3 de diciembre de 2021
Andreas Ottensamer © by Lars Borges & Mercury Classics Andreas Ottensamer © by Lars Borges & Mercury Classics
Valladolid, viernes, 26 de noviembre de 2021. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Andreas Ottensamer, clarinete. Roberto González-Monjas, director. Glinka: Ruslán y Liudmila: Obertura. Brahms: Sonata para clarinete, op. 120 n.º 1 (versión para clarinete y orquesta de Luciano Berio). Músorgski/Ravel: Cuadros de una exposición. Ocupación: 95 %.
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Roberto González-Monjas es un director muy querido en Castilla y León, y con razón: su efectividad a la hora de motivar a la OSCyL empieza a ser legendaria. En la segunda sesión del programa 4 ocurrió en todo su esplendor, específicamente en Cuadros de una exposición, donde la cuerda sonó con una intensidad sin comparación posible en una temporada que hasta ahora se había mantenido en un nivel medio, poco pródiga en momentos memorables.

Antes, el director vallisoletano ya había declarado sus intenciones con la obertura de Ruslán y Liudmila, cuyo concepto trepidante, de un solo trazo, hizo que algunos pasajes carecieran de la delicadeza tímbrica que podría mostrarse con un tempo más espaciado, y quizá en una sala con otra acústica; pero no hay duda de que el director consiguió su objetivo: captar la atención del público desde el primer segundo y sumergirlo en una corriente que auguraba una noche especial.

Andreas Ottensamer, clarinete solista de la Filarmónica de Berlín, es, como todo el mundo sabe, una estrella. Y demostró por qué con su versión de la Sonata op. 120 n.º 1 de Brahms, un continuo de delicadeza y fraseo exquisito que probablemente alcanzó sus momentos culminantes en un segundo movimiento para enmarcar. Sí es cierto que la orquestación de Berio, que va más allá de la simple prestancia, a veces muestra cierta incompatibilidad con un instrumento solista de la manera en que lo utiliza Ottensamer, con muchos pianos, voces medias y arcos dinámicos, valores musicales propiciados por su maravillosa técnica. La incompatibilidad vino de que en ocasiones hubo solapamientos que impidieron apreciar al instrumento solista en todo su esplendor, sobre todo en el primer movimiento, y hacer algo más con la orquesta hubiera restado brillantez al conjunto. Por eso, en cierto momentos eché de menos la versión original de la sonata, donde no hubiera habido ningún problema. También me planteé que la obra elegida al principio para este programa, el Concierto de Mozart, podría haber sido una experiencia inigualable, dadas las cualidades del solista. En cualquier caso, fue una versión rica, vivaz, caracterizada también por una concertación sin tacha.

De vuelta a los Cuadros y a la motivación, sigue asombrando la capacidad empática de un director tanto con los músicos como con el público, al que siempre le queda claro que lo que está escuchando tiene un extra. Como he escrito más arriba, la cuerda, y muy especialmente la cuerda grave, marcó esta versión “cañera” —como dijo un vecino de butaca—, gracias a un sonido coloreado de los que nacen de la tensión o, como algunos dicen, de la entrañas. Fastuosa en Samuel Goldenberg y Schmuÿle (nunca había escuchado algo así en directo), ya en el final de Bydlo, espectacular, cualquiera pudo darse cuenta de que aquello no era lo habitual. Ocurrió de nuevo en Baba Yaga, gracias a un impulso rítmico perfectamente definido al que todo el mundo se adscribió. La planificación de La Gran Puerta de Kiev fue, dentro de las posibilidades que ofrece, perfecta para conseguir el gran efecto final.

El público pudo disfrutar, además, con otras virtudes que dieron calidad a la versión, como un Ballet de los polluelos en sus cascarones con mucha presencia del arpa, simplemente encantador, y un solo de saxofón realmente maravilloso. También es cierto que hubo algún desfase con la percusión y alguna intervención solista discreta que evitaron la absoluta redondez de esta interpretación; pero el público supo ir a lo importante y, por primera vez en muchos meses, hubo gente que ovacionó de pie, lo cual se ha convertido en algo excepcional en esta sala.

Ya en las escaleras de salida, un aficionado que no es precisamente un experto me dijo: “deberías titular la crítica ‘Cuando nos divertimos’, porque eso es justo lo que ha ocurrido hoy”; y precisamente por la capacidad del director para conseguir que todo tipo de público se divierta, así sea.

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