Alemania

El que podamos realizar este concierto es un milagro

Juan Carlos Tellechea
martes, 7 de diciembre de 2021
Daniil Trifonov © 2021 by Darío Acosta Daniil Trifonov © 2021 by Darío Acosta
Düsserldorf, viernes, 3 de diciembre de 2021. Gran sala auditorio Mendelssohn de la Tonhalle de Düsseldorf. Daniil Trifonov (piano). Orchestra dell'Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Director Sir Antonio Pappano. Ludwig van Beethoven, Las criaturas de Prometeo, obertura del ballet op. 43, y Sinfonía número 7 en la mayor op 92. Wolfgang Amadé Mozart, Concierto para piano número 9 en mi bemol mayor KV 271 “Jenamy“ (“Jeunehomme“). Solista 80% del aforo, reducido por las medidas de prevención e higiene contra la pandemia de coronavirus. Organizador Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf.
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Aclamados y ovacionados hasta el paroxismo, la Orchestra dell'Accademia Nazionale di Santa Cecilia, dirigida por Sir Antonio Pappano, y acompañada por el impresionante pianista Daniil Trifonov, ofreció una más que extraordinaria velada con obras de Ludwig van Beethoven y Wolfgang Amadé Mozart, organizada por Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf en la sala Mendelssohn de la Tonhalle. El que podamos realizar este concierto es un milagro, afirmaba Pappano al final de la espectacular presentación este viernes y al agradecer en su nombre y en el de la orquesta el enorme fervor del público.

El programa de la gira por Alemania y la formación del colectivo musical tuvieron que ser modificados debido a las restricciones impuestas por el empeoramiento de la pandemia. El concierto se abrió y se cerró con dos obras de Beethoven: respectivamente, la obertura del ballet Las criaturas de Prometeo y la Sinfonía nº 7, obra maestra intemporal con su hipnótico Allegretto, que la ha hecho ser admirada y querida por el público de todo el mundo.

Completó el programa el Concierto K 271 "Jenamy“ / “Jeunehomme" de Mozart, compuesto en enero de 1777. Es esta una pieza de considerable valor por la frescura y variedad de su invención melódica y por la armoniosa fusión expresiva entre solista y orquesta, dedicada a Mademoiselle Louise Victoire Jenamy, hija del bailarín, coreógrafo y profesor de ballet Jean-Georges Noverre, quien trabajó en Viena entre 1767 y 1774. A través del padre, la joven pianista era también muy conocida por la familia Mozart.

Probablemente Mozart la escuchó tocar el piano cuando en 1773 se presentó durante un baile en homenaje a Noverre. En todo caso trabaron amistad y se encontraron de nuevo en 1776 en Salzburgo, así como dos años después en Praga. Pero es ocioso buscar detrás de las notas a esta pianista en gran parte desconocida. Es mucho más plausible que Mozart le diera el concierto a su regreso a París como "tarjeta de visita" para entrar en el influyente círculo artístico de su padre.

La interpretación de Daniil Trifonov y la Orchestra dell'Accademia di Santa Cecilia fue realmente fenomenal, y sumamente peculiar con los tempos a veces muy amplios del pianista. Incluso se puede descubrir una nueva tendencia en éste, que plantea interrogantes. ¿Por qué últimamente se sale cada vez más del compás prescrito, por qué contrasta su pianísimo onírico con un forte que a veces parece poco refinado?

Mas en este caso es el propio Mozart quien está en el concierto como "sustrato humano" y quien lo escribió a su medida. No se explica de otro modo la libertad que otorga al piano, el gran dominio de la parte solista, que surge del novedoso entrelazamiento con la orquesta ya en los primeros compases de la exposición, así como la tormenta y la tensión del tercer movimiento (Rondeau. Presto – Menuetto. Cantabile – Tempo primo), nerviosamente alegre. Solo el segundo movimiento (Andantino), profundamente sensual y lleno de un sorprendente contenido emocional, plantea la cuestión de si el compositor no se inspiró en un amor desbordante.

El varias veces laureado Trifonov (Grammy 2019 como artista del año), con un talento desenfrenado, se inclina reverente ante el teclado y se mete literalmente en la obra de Mozart, como un encorvado brujo que mezcla una poción mágica con la que habrá de cautivar a sus oyentes. El pianista ruso se ha sumado a las filas de las nuevas figuras con aptitudes sobresalientes promovidas por la Accademia Nazionale di Santa Cecilia que cada vez da más cabida a los jóvenes en sus programas.

El recital ha sido una excelente oportunidad para reafirmar ante el público la gran calidad de Trifonov, quien se mueve como pez dorado en un acuario y en diez años ha conseguido un espectacular ascenso en el mundo de la música clásica como solista, músico de cámara y compositor. Dotado de una técnica impecable combinada con una sensibilidad y una profundidad poco comunes, ofrece un espectáculo inolvidable con sus actuaciones. "Tiene todo y más... la ternura y el elemento demoníaco. Nunca he escuchado nada igual", decía de él no hace mucho la pianista del siglo, Martha Argerich. 

En los bises Trifonov interpretó el Rondo en do menor de Carl Philipp Emmanuel Bach incluido en su más reciente álbum Bach: the Art of Life.

Pero vayamos al inicio del concierto. La cuestión de qué es lo que hace que un ser humano sea un ser humano adquiere una connotación especial en tiempos de renuncia social como los que vivimos en medio de esta pandemia. Prometeo se arriesga a la ira del cielo para insuflar vida a los seres humanos que ha amasado del barro con una antorcha divina. Lo consigue, pero el júbilo dura poco.

Sus criaturas no tienen sentimientos, se comportan con lentitud y morosidad. Así reza el libreto del ballet dramático Las criaturas de Prometeo (1801) de Salvatore Viganò, para el cual Ludwig van Beethoven compuso una música con ambición sinfónica que el propio Viganò continuó ampliando hasta el fin de su carrera. Los cariños y las amonestaciones de su padre vital no surten efecto, hasta que van a un viaje educativo al Foro Cultural del Parnaso, donde se ofrece un sofisticado programa de espectáculos. Después de conocer las artes de forma exhaustiva allí, la gente tiene razón y compasión por primera vez.

Antonio Pappano, dirigiendo Las criaturas de Prometeo, muestra todo lo que puede la Orchestra dell'Accademia di Santa Cecilia para encender el furor beethoveniano de la Humanidad ante otro pandemónium no reservado. Es un hombre torpe con zapatos pesados que se convierte en un ágil bailarín en el escenario, capaz de apresurarse sin caer en la precipitación.

Al principio fue el sonido. Al menos eso es lo que nos deja entrever Pappano desde el podio exponiendo por último el rico espectro de colores de la Sinfonía nº 7 en la mayor de Beethoven. La claridad dialógica de la forma de Beethoven parece contradecir este supuesto, y se dice que la Séptima, en particular, tiene una cualidad rítmica: la "apoteosis de la danza", como la denominaba Richard Wagner.

Sin embargo, el director británico también subraya el elemento dionisíaco en la extrema libertad y ligereza de los movimientos rápidos. Pero además, expone un riquísimo espectro de colores, de un Beethoven que casi parece estar hablando en italiano. El sonido permanece siempre suave, elegante, flexible, incluso en los acentos lanzados por la orquesta como rayos de Júpiter. Así, incluso el Allegretto no puede ser una dolorosa marcha fúnebre, sino, en el mejor de los casos, una tierna elegía, y nada de la confusión humorística de Beethoven se pierde en el impetuoso tempo.

Cuando se disipaba el sonido del último acorde de la Séptima, el amplio recinto de la Tonhalle estallaba en estruendosas exclamaciones de “¡bravo! ¡bravo! ¡bravo!“ y en interminables ovaciones de los espectadores de pie en el parqué y en las galerías que solo pudieron ser calmados con dos bises, una bella y romántica pieza de Italiana, compuesta originalmente para laúd y transcrita para orquesta por Ottorino Respighi, así como la obertura de las Bodas de Fígaro, de Mozart.

La última presencia triunfal de la Orchestra di Santa Cecilia dirigida por Antonio Pappano en Alemania, tras la pandemia, se remonta a julio pasado, cuando -junto con la violinista Lisa Batiashvili- el conjunto romano participó en el Festival Audi de Ingolstadt. Pappano, seguirá como director musical de este colectivo hasta el final de la temporada 2022/23, e interpretará ocho programas de concierto en la próxima temporada, incluyendo obras de Gioachino Rossini, Anton Bruckner, Benjamin Britten y Thomas Adès. El próximo mes de marzo dirigirá por primera vez la ópera Turandot de Giacomo Puccini, en versión de concierto. Jonas Kaufmann como Calaf y Sondra Radvanovsky como Turandot debutarán en los papeles principales.

Al final de su mandato, Pappano, el maestro imparable como lo llaman en Londres, seguirá asociado a la orquesta en carácter de Direttore Emerito a partir de octubre de 2023. Poco antes se incorporará a la London Symphony Orchestra como director titular designado, antes de asumir el nuevo cargo en la orquesta británica al completo a partir de septiembre de 2024. Fue esta otra memorable velada de Heinersdorff-Konzerte, Klassik für Düsseldorf en la magnífica sala Mendelssohn de la Tonhalle de Düsseldorf.

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