Italia
‘Sorgi, o padre’
Jorge Binaghi

Para la primera y quizás única vez en que he visto la
segunda ópera de Bellini me ha parecido adecuado citarla por la única aria que
hasta cierto punto y momento quedó en el repertorio y que durante mucho tiempo
varias generaciones conocieron en la inolvidable interpretación de Claudia
Muzio, en cuya voz se pueden aún oír las ‘lacrimae rerum’ (las lágrimas por los
acontecimientos’) que Virgilio le atribuye a la reina Dido.
Cumplido el homenaje, hay que decir que toda la obra no
está a ese nivel. Y eso que tuve la suerte de ver no la versión original
napolitana, distinta hasta en el título (Bianca
e Gernando, no se fuera a incomodar la testa coronada del momento), sino la
que rehízo con ayuda de Romani (mucho mejor libretista que el original) y tras
haber pasado por la experiencia del gran éxito de Il Pirata en la Scala
Con respecto a esta última, sin duda inferior. En realidad, salvo la citada romanza,
el gran dúo de los protagonistas, algunas de las arias de los bajos, una de las
del tenor y un terceto, no hay más como para conjeturar la hipótesis de que la
ópera entre un día en repertorio (para ver una interpretación mucho más
profunda el lector puede ir al Vincenzo
Bellini de Pierre Brunel, París, Fayard, 1981, cap. V, ‘Intermède génois’,
págs.103-119: bastante distinta y con unas evocaciones del mito de Electra y su
hermano Orestes e incluso de Fidelio que
me parecen traídas a colación por los cabellos). Otra de las características
bien particulares es la ya señalada por Leslie Orrey en su Bellini (The Master Musicians, Londres y Nueva York, 1969, pág,
75): “Bianca es esa ‘rara avis de la
ópera italiana, una historia desprovista de amor sexual’, porque los
protagonistas son hermanos y aún faltaba para los incestuosos de La Valquiria”.
Señalemos aún que aparte de una obertura completa (con un
agregado largo a la introducción inicial, que muchos consideran superior),
aparece por primera vez en forma de ‘cabaletta’ del ‘aria di sortita’ de la
protagonista la que luego sería la famosísima de Norma tras ‘Casta diva’, ‘Ah,
bello a me ritorna’. También al inicio del último acto hay un coro de conjurados
que va a parar sin casi transformación a uno de los coros de los druidas de la
misma hermana mayor. También hay un personaje en travesti, Viscardo, de
bastante importancia en el primer acto, pero que prácticamente desaparece en
los otros.
No creo que haga falta relatar la historia, que el lector
puede encontrar en Internet, y no es ninguna maravilla (la situación de Carlo,
el duque depuesto y padre de los protagonistas, encarcelado y creído muerto
recuerda mucho a la más breve y eficaz de los Masnadieri verdianos, aunque es también un buen momento dramático
en sí).
La nueva producción de De Ana tiene mucho de lo bueno
suyo: gran movimiento, despliegue técnico, mimos, mucho movimiento, decorados y
trajes bellísimos … y, como siempre, en eso se queda aunque mueve bien a los
artistas.
En la parte musical, Renzetti consigue una buena
interpretación de la orquesta y también el coro está bien, y cuida mucho a los
cantantes, que bien lo necesitan.
Jicia es una muy buena soprano, de color tal vez no
demasiado bello, pero de timbre distintivo y bastante parejo. No siendo una
virtuosa en sentido estricto saca buen partido de sus cualidades y ejecuta bien
sus dos cabalettas (la final la más peliaguda); es, además, buena artista.
Misseri no es la voz de los David y Rubini que estrenaron
la ópera en las dos ciudades, y especialmente su técnica se resiente al
intentar alcanzar la zona aguda y sobreaguda; tiene una voz claramente tenoril
algo avara de armónicos y posee buena figura.
El antihéroe y malvado no es aún un barítono sino un bajo
(lo estrenó Lablache, pero en Génova lo hizo Tamburini que en general cantaba
roles de barítono), y Ulivieri lo hizo bien, con una buena interpretación y
resolviendo con inteligencia los momentos que podían presentarle problemas.
Muy interesante asimismo el otro bajo, Cacciamani, que
habría que seguir en otros papeles si no más difíciles sí más largos.
Parodi estuvo correcto y en roles menores no hicieron
mala figura ni Antonio Mannarino (Uggero), ni, sobre todo Carlotta Vicchi
(Eloisa). Lastima que Viscardo se haya confiado a Belfiore, que ni en su mejor
momento tuvo actuaciones muy lucidas.
El público -no demasiado numeroso, y se trataba de una
función vespertina- aplaudió con entusiasmo durante el espectáculo y al final
del mismo.
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