Argentina

La Cristiandad le agradece a Dios

José Mario Carrer (1937-2022)
martes, 28 de diciembre de 2021
Dan Forrest © Dominio público / Wikipedia Dan Forrest © Dominio público / Wikipedia
Salta, miércoles, 22 de diciembre de 2021. Catedral Basílica de Salta. Magdalena Soria (soprano), Michelle Fogel (soprano), Ivana Baigorria (contralto). Coros de la Universidad Católica de Salta y de la Escuela de Canto Litúrgico. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Maestro Jorge Lhez. Dan Forrest, Jubilate Deo (Estreno latinoamericano). Instituto de Música y Danza de la Secretaría de Cultura y la Universidad Católica de Salta. Concierto de Navidad.
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Con textos basados en el antiguo Salmo 100: “Gozaos en el Señor todas las tierras”, Dan Forrest ha ingresado en el exquisito ámbito de la construcción musical de alto nivel. Está muy cómodo y es prolijo en la construcción de música sinfónica como en el caso de la música religiosa, donde se muestra sensible y espiritual. Premiado no pocas veces, los pentagramas de Forrest están en el repertorio sinfónico-coral de los EEUU y Europa y trasunta con orgullo la asimilación de grandes maestros de composición como James Barnes y Alice Parker. El texto de la obra permite expresar su mensaje al Altísimo sin importar nacionalidad, identidad tribal o grupo étnico. Es, en resumen, un grito de alegría hacia Dios.

En este caso Jubilate Deo, estrenada en el 2016, se basa en siete esquicios que en otros tantos idiomas diferentes, expresan la bondad del Señor, su misericordia y su amor a las devenidas generaciones. Se inicia con compases de orquesta hasta la apertura de un majestuoso coral acompañado de un simétrico ritmo a pesar de lo cual exhibe una asombrosa variedad. El maestro Lhez imprime a esos primeros casi diez minutos, una dinámica espectacular.

Luego trazos melódicos típicamente hebreos para sostener el canto académico y sensible de Michelle Fogel e Ivana Barrientos que entonan sobre el acompañamiento de un delicado pizzicato de las cuerdas y la masa coral a media voz, en una apelación a las culturas de Oriente medio.

Llega el reposo del tercer movimiento que refiere “el Señor es mi pastor” en donde la orquesta acompaña el sonido del Ehrú, instrumento asiático de doble cuerda notablemente ejecutado por el concertino Aleksandre Urushadze, que juega como imitador de la emisión humana. En ese entorno, surge la hermosa voz de Magdalena Soria, de afinación impecable a pesar de estar convaleciente de un problema de salud, apoyada por largos fraseos de orquesta y coro.

El cuarto espacio está ocupado por ritmos de clara influencia africana a cargo del numeroso coro y la orquesta de formación cameristica.

Aparece el quinto movimiento representando a Latinoamérica que, en la voz de Magdalena Soria otra vez, intenta mostrar la melodía popular tradicional despertando por cercanía, la emoción profunda del oyente.

Los once minutos finales, secciones seis y siete, ofrecen, al comienzo, coro y orquesta modulando sobre la letra A como quien anticipa la palabra “Aleluya” hasta que ésta llega con fuerza arrolladora para dar lugar a un final que reúne a los temas del inicio, con sus culturas respectivas, como diciendo al mundo que “toda la tierra está alegre”, que en definitiva, es el sentimiento esperanzador de la humanidad.

Me parece oportuno señalar, aquí, en este instante, la influencia indiscutible que la música tiene sobre los movimientos del alma, o sean las emociones. Los distintos grupos de hombres y mujeres usan este fenómeno fundamental para desarrollar en nuestros intelectos, la capacidad de intentar el camino de mejoramiento de nosotros mismos. Es una herramienta importantísima en la cultura individual y colectiva. Por ello y no obstante ser tan obligado como la educación académica, es preciso agradecer al Estado por brindar la bendición de contar con una orquesta de buen nivel, cantantes capaces de concretar el milenario canto de conjunto, profesores que se dedican a formar todo ello, en fin, ese mundo tan especial del hecho artístico. Grave es entonces, cuando de vez en cuando encontramos a funcionarios que por ignorancia no comprenden lo que un templo como nuestra Catedral, repleto de oyentes, les está diciendo lo que señalo. Todo un tema a desarrollar.

Vuelvo al concierto. Las Cantantes: Magdalena Soria, con enorme voluntad y compromiso artístico, hizo a un lado, como ya dije, su convalecencia física para brindar lo que bien sabe. La he escuchado varias veces y reconozco nunca defraudó. Por el contrario, entregó arte musical basado en su capacidad expresiva como la mostrada en el quinto movimiento. La otra soprano, Michelle Fogel, encuadrada en la conocida división (ligera, lírica o dramática), de carácter más lírico, también tuvo alto cometido, rubricado en esa nota espléndida y aguda del final de su discurso en el segundo movimiento. Por último Ivana Baigorria, una eficiente contralto hizo sus solos saliendo de la formación coral. De timbre más oscuro y consistente, como debe ser, estuvo también en el muy buen nivel de las sopranos. Un detalle que habla muy bien del compositor que le dio un llamativo papel a una tesitura menos habitual en el repertorio centro europeo. El Coro: No conozco cuantos ensayos, individuales y generales, se realizaron pre-concierto. Lo cierto es que esta primitiva manifestación ritual del ser humano o sea el canto colectivo, no solo fue un aspecto prolijamente cuidado sino que la participación de los dos coros unidos, completaron lo que normalmente se llama “imagen imitable de lo natural”. Su casamiento con el sonido orquestal fue de primer orden. Y aquí llego: la Orquesta. Adecuadamente su formación fue acorde a la necesidad no de un enorme grupo sinfónico sino a una agrupación más limitada conforme a la necesidad sonora de la obra. Fue casi una orquesta cortesana, como se usa en oratorios y cantatas. Aquí fue de participación irreprochable. Resolvió absolutamente los diferentes momentos de su labor. Magníficas sus expresiones exultantes y conmovedores sus pianísimos. El marco rítmico también tuvo un elevado nivel con una comprensión acertada de la música que cada movimiento exigía interpretar.

Para el final el conductor. El maestro Jorge Lhez ofrece, a través de los años un claro crecimiento artístico. No solo ha entregado gran parte del repertorio tradicional sino que se trata de un músico que sale de lo convencional para investigar compositores y obras de nuestro tiempo. Él pudo unir al Estado a través de la Orquesta Sinfónica, a la Iglesia con la participación de nuestra Catedral Basílica y a la Universidad Católica de Salta con su logística y el presupuesto necesario para que el oyente conozca, se cultive, desarrolle su capacidad de comprensión de las expresiones musicales que novedosamente se oyen en las principales salas del mundo. Su conducción fue emocional, es cierto, pero no exenta de una elevada técnica que lo habilita para transmitir a sus dirigidos no solo el concepto sino el significado de la música que vamos a escuchar. Tiene personalidad, sabe proyectar con su gesto sencillo pero eficaz y entonces el resultado es la reunión entre la intención del autor y su receptor. En este caso, en este concierto, quedó en evidencia que Jubilate Deo es una obra sinfónico-coral de lenguaje directo, de asimilación inmediata, que llega al intelecto con gran facilidad convirtiendo al pentagrama en un edificio espectacular,.

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