Italia
Problemático Ernani
Jorge Binaghi

Todo intento de recuperar el temprano título verdiano
(gran éxito en su estreno absoluto en La Fenice) es digno de aplauso. También
es cierto que si no se garantiza una muy buena realización en realidad las
mejores intenciones se quedan en eso.
Se planificó una nueva puesta en escena que demostró no valer la pena porque la ‘recreación’ de la tradición, sea o no irónica, sin creer en ella de veras resulta siempre una parodia, y como decía alguien, para desplegar banderas y hacer rondas nadie como Margarita Wallmann. Aquí nos movimos entre la torpeza y el ridículo, voluntario o no.
La dirección musical fue el otro lunar negro demostrando
que tal vez a Verdi no le haga demasiado daño una puesta en escena del tipo que
sea, pero sí una batuta cansina, pesada y poco equilibrada que hacía añorar a
aquellos directores ‘rutinarios’ de antaño e incluso a los de hoy, que son
peores que aquellos. En esas condiciones no fue culpa de la correcta orquesta y
ni siquiera del voluntarioso coro, aunque los he oído otras veces en mejor
forma.
Por supuesto, si hay un cuarteto solista de buen nivel
(ideal sería de primerísimo, pero tampoco podamos imposibles si ni siquiera la
Scala supo reunirlo la última e irregular vez en que propuso la obra) la cuestión cambia.
Aquí las esperanzas estaban puestas en el debut de Kunde
en el protagonista. Es un tenor de referencia y de una carrera admirable de
gran duración. Y sigue cantando de tenor, lo que hoy no parece siempre
garantizado. Hace poco ha cantado con gran éxito una parte más cruel como es el
Otelo verdiano, y en Viena. Pero el caso es que su voz es más adecuada para el
moro (o lo que sea hoy, el blanco o el gris) de Venecia y el papel lo tiene
hace tiempo en repertorio y muy rodado. Presentarse por primera vez a edad
avanzada en un papel pensado para un tenor como Carlo Guasco es azaroso, porque
aunque la tradición lo ha asignado a tenores spinto como Del Monaco o Corelli
(a Bergonzi nadie lo nombra, pero por ahí deberían ir las cosas) hoy ese
enfoque parece imposible. No es que Kunde ignore el canto noble y elegante
porque la primera parte de su carrera fue de ese tipo, pero la voz está pesada,
cambia de color con bastante frecuencia y lo estentóreo predomina. Es cierto
que llevó a cabo la hazaña de cantar el final alternativo del segundo acto, el
aria con cabaletta y coro que Verdi escribió a pedido de Rossini para Ivanov,
‘Odi il voto’, un aria dificilísima que fue el mejor momento de su actuación,
pero antes o después no hubo mucho motivo de alegría.
El personaje más agradecido es el del rey, y el barítono
Petti demostró poseer un notable material y loables intenciones, pero también
un deseo (natural) de exhibir su poderío y extensión en el agudo, lo que nos
valió una nota estentórea pero no bella al final de su gran aria. Nada tengo en
contra de los agudos de tradición cuando embellecen y no logran lo contrario.
También es loable querer cantar a media voz ‘Vieni meco’ en el segundo acto,
pero mejor es lograrlo. MacNeil, Taddei y Warren, por ejemplo, no lo hacían; el
italiano tampoco se atrevía al ‘la’ dichoso, y nada ha impedido que sean
modelos en el personaje. No es un mal artista y tiene buen porte, pero le
faltó, en fraseo y movimiento, distinción y nobleza.
Dotto me parece una cantante interesante pero Elvira la
desborda: se arregla con los agudos (que suenan algo metálicos), pero en centro
y grave las carencias abundan y las agilidades son sólo diligentes. Igual que
Kunde se movió tan eficaz como convencionalmente.
El que más se acercó a los requisitos necesarios fue el
Silva de Stavinsky, pese a algún reflejo nasal y una ocasional tirantez en
algún extremo agudo. De los demás conviene nombrar a Alessandro Abis, Jago, al
parecer de interesantes medios vocales.
Hubo mucho aplauso por parte del público, en especial
para Kunde y Petti.
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