Alemania

Klavier-Festival Ruhr 2021

Tres colosos al servicio de una música colosal

Juan Carlos Tellechea
viernes, 28 de enero de 2022
Kremer, Argerich y Maisky © 2022 by KFR / Peter Wieler Kremer, Argerich y Maisky © 2022 by KFR / Peter Wieler
Wuppertal, lunes, 24 de enero de 2022. Gran sala auditorio del ayuntamiento histórico de Wuppertal. Martha Argerich (piano), Mischa Maisky (violonchelo), Gidon Kremer (violín). Ludwig van Beethoven, Sonata para violonchelo y piano nº 2 en sol menor op 5/2. Mieczysław Weinberg, Sonata para violín y piano nº 5 op 53. Valentin Silvestrov, Serenata para violín solo. Igor Loboda: "Réquiem" para violín solo (Dedicado a los interminables sufrimientos de Ucrania). Dmitri Shostakovich, Trío para piano nº 2 en mi menor op 67. Bis, Franz Schubert, Du bist die Ruh' D 776 (Tú eres la paz). Klavier-Festival Ruhr. 75% del aforo, reducido por las severas medidas de prevención e higiene contra el coronavirus.
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La pianista Martha Argerich, el violonchelista Mischa Maisky y el violinista Gidon Kremer, tres leyendas vivientes de la música orquestal y de cámara, compartieron escenario este lunes en un extraordinario concierto del prestigioso Klavier-Festival Ruhr, el mayor de su categoría en el mundo.

Las tres luminarias trabajan juntas desde hace muchos años, pero sobre todo en los estudios de grabación. En el ayuntamiento histórico (Stadthalle) de Wuppertal, donde tuvo lugar este recital, mostraron cómo cada uno de ellos puede permanecer de forma individual y al mismo tiempo adaptarse a los demás.

Al final de la presentación me preguntaba si tendría todavía cabida un bis después de la impresionante interpretación del Trío en mi menor de Dmitri Shostakovich de 1944. ¿Tras ese desfile circense del pavor, en el que la memoria de un amigo se funde con los horrores de la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades perpetradas contra los judíos? Sí. Es posible. Con Du bist die Ruhe (“Tu eres la paz“), una canción embelesada (D 776) de Franz Schubert, sin palabras, en medio de las ovaciones de pie y las estruendosas aclamaciones, del público, durante prolongados minutos.

Kremer y Maisky se hicieron cargo de la parte vocal con sus respectivos instrumentos, alternándose estrictamente al principio y solo al final juntos. En un momento dado, el violín llamó inmediatamente la atención con una tonalidad pálida, frágil, delicada, como si hubiera querido subrayar expresamente el Du bist (Tú eres) con inequívoca precisión y otorgándose así un pequeño respiro.

La música hizo aquí el verbo, con una pizca de ese estilo indicativo de interpretación que grandes artistas suelen cultivar, en especial junto a Kremer. La misma secuencia sonaba con Maisky con un patetismo más noble que toda la frase del violín. Verbigracia en su levantamiento de los brazos. El violonchelista es apasionado en su gestualidad; Kremer más mental, intelectual; y Argerich temperamental. Sin embargo los tres se complementan sobremanera.

No se trata de un mosaico tonal sostenido con pinzas, aquí un barítono operístico podría exudar un sonoro legato. Argerich, por otro lado, demuestra al piano que este instrumento lleva con toda razón el nombre que tiene, “piano“, para abreviar. Esto es, con una fantástica riqueza de matices de silencio, en el substrato creciente y luego calmado, en el eco melódico, en la concentración aterciopelada de todas las líneas y fuerzas. Un consuelo reparador para el alma después de las figuras tan opresivas, aullantes y distorsionadas por el dolor de Shostakovich.

En consonancia con la urgencia de su estilo de hacer música, las obras que tuvieron mayor efecto sobre el público fueron aquellas que combinaban lo privado y lo político: además del mencionado Trío de Shostakovich, por ejemplo, la Sonata para violín n.° 5 de Mieczysław Weinberg , el amigo y hermano de sangre musical de Shostakovich, subestimado durante mucho tiempo, con la moral por los suelos, fugati anudado y tocando el violín bajo la compulsión de bailar. O el “Réquiem” para violín solo de Igor Loboda, una conmemoración “dedicada a los sufrimientos sin fin de Ucrania“.

Esta es la 29a vez que Argerich participa en el Klavier-Festival Ruhr, fundado en 1988. Maisky ya lo ha hecho diez veces y Kremer siete. Pero con esta formación, los tres juntos, si mal no recuerdo, es la primera vez que coinciden aquí. Argerich, con 80 años de edad cumplidos el 5 de junio de 2021 está como una rosa; sigue ágil y veloz al teclado.

Kremer cumple 75 el próximo 27 de febrero, está algo más maduro también en la ejecución de su Nicola Amati de 1641. A Maisky, quien cumplió 74 el pasado 10 de enero, lo observamos algo desconcentrado al principio, cuando concluía el Adagio sostenuto ed espressivo de la Sonata para violonchelo en sol menor de Beethoven. Fue un instante. Pero Argerich se encargó de pasar página muy rápidamente para ir ipso facto y de lleno al segundo movimiento, el Allegro molto più tosto presto.

Esta sonata de Beethoven puede recordar la lucha de un cisne atrapado que trata de escapar de una atadura y casi revienta las cuerdas con la fuerza de sus alas. La intensidad musical no cesa cuando Kremer y Argerich cantan a continuación la Sonata op 53 de Mieczysław Weinberg: La gran sala auditorio de la Stadthalle de Wuppertal se llena con el volumen tonal del violín; la pieza abre un abanico emocional que va desde la dulzura de un sueño hasta el horror claustrofóbico.

Tras el intervalo, Kremer hace gala de su inagotable técnica como intérprete de una Serenata de Valentin Silvestrov y un Réquiem de Igor Loboda, dos obras contemporáneas para violín solo. Las tres colosales leyendas de la música se reúnen en el escenario para el monumental Trío de piano en mi menor de Shostakovich, como mencionamos más arriba, dando vida a la música con una agudeza tan punzante como la que se percibe en los momentos más angustiosos de la existencia humana a lo largo de la historia.

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