Múnich, domingo, 13 de febrero de 2022.
Bayerische Staatsoper. Rossini: Il Turco in Italia. Alex Exposito (Selim), Irina Lungu (Donna Fiorilla), Misha Kiria (Don Geronio), Michele Angelini (Don Narciso), Nikolay Borchev (Prosdocimo), Kayra Verreccgua (Zaida), Granit Musliu (Albazar). Dir. escena: Christof Loy. Escenografía y vestuario: Herbert Murauer. Dir. musical: Gianluca Capuan
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Como buenamente puede la Staatsoper sigue sumando títulos a su temporada, con fluctuaciones de aforo, a expensas de los caprichos de la variante de turno.
Queden en todo caso estas primeras líneas como explícito agradecimiento a un teatro que solo ha bajado las manos cuando las instituciones bávaras se las ha sujetado y que sigue haciendo lo indecible por hacernos sentir atisbos de normalidad.
Il turco in Italia de Christof Loy es una de esas producciones que se va haciendo hueco por méritos propios cada dos o tres temporadas desde que se alzó el telón en 2007, proveniente eso sí de la Hamburgischen Staatsoper. El libreto de Felice Romani necesita pocos adornos para garantizar la carcajada de público y Loy, con pocos elementos en escena – cargados de clichés, quizás en exceso – logra que el espectáculo fluya sin distracciones innecesarias.
A la regencia muniquesa solo le resta pues cuadrar un buen reparto, en este caso encabezado por la soprano rusa Irina Lungu (Fiorilla), convincente desde un punto de vista teatral, pero algo menos desde el técnico-vocal, aunque sus prestaciones fueron afortunadamente in crescendo. Tengo para mi que es una de esas voces en las que el verdadero calentamiento arranca no en el camerino sino a medida que avanzan sus minutos en escena. Su contrincante en amores, Laura Verrecchia (Zaida), pese a su debut en este teatro se mostró segura con su rol en escena, apoyada además por una voz limpia y de timbre agradable.
El plato fuerte de la producción se centraba en cualquier caso en el reparto masculino, partiendo del bergamasco Alex Exposito con un instrumento más que versátil y una capacidad artística exquisita a la hora de gestionar el personaje, éste y hasta la fecha todos los que le he visto afrontar. A su lado el Don Geronio de Misha Kiria, de nuevo un artista más que equilibrado en prestaciones a las que se le suma una comicidad innata. Por último el Don Narciso de Michele Angelini, a quien tuve la oportunidad de escuchar en las mismas vestes en 2017 y a quien definí ya en su día como un tenor ligero de manual, con un exquisito dominio de la coloratura, por su precisión y nitidez, motivo por el cual fue de nuevo el primero en recibir en escena una ovación del público tras la celebérrima “Tu seconda il mio disegno”.
Nuestra visita al teatro no se vio en todo caso motivada por el reparto vocal, si no por la dirección musical, en lo que supuso el debut en el foso muniqués del maestro italiano Gianluca Capuano, director principal del ensemble Les Musiciens du Prince-Monaco, orquesta residente en la ópera de Monte-Carlo creada en 2016 por Cecilia Bartoli en colaboración con su director, Jean-Louis Grinda. Que la celebérrima mezzo tenga a Capuano como director de referencia en buena parte de sus proyectos debería ya bastar para obviar casi cualquier juicio, pues el buen ojo de Bartoli no se suele poner en duda. Capuano confirmó en cualquier caso en el foso bávaro aquello que observamos en Salzburgo allá por el 2017, y es que estamos frente a un director meticuloso en el estudio y en la dirección, absolutamente convencido de su criterio y sus decisiones, que se transmiten en un gesto preciso, firme pero fluido, y que en el caso que nos concierne se centró en contener al caballo desbocado en el que en ocasiones se convierte al turco de Rossini.
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