España - Valencia

En un suspiro

Rafael Díaz Gómez
viernes, 18 de marzo de 2022
Ariodante © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts Ariodante © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts
Valencia, domingo, 6 de marzo de 2022. Palau de les Arts. Ariodante, dramma per musica en tres actos, con libreto anónimo, adaptación de Ginevra, principessa di Scozia de Antonio Salvi, inspirado en los Cantos IV-VI de Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, y música de Georg Friedrich Händel. Estreno: Londres, Covent Garden, 08/01/1735. Edición: Alkor Edition Kassel GmbH. Dirección de escena: Richard Jones. Escenografía y vestuario: Ultz. Iluminación: Mimi Jordan Sherin. Coreografía: Lucy Burge. Diseño y dirección de escena y marionetas: Finn Caldwell. Reparto: Ekaterina Vorontsova (Ariodante), Jane Archibald (Ginevra), Polinesso (Christophe Dumaux), David Portillo (Lurcanio), Jacquelyn Stucker (Dalinda), Luca Tittoto (Il Re di Scozia), Jorge Franco (Odoardo). Coproducción: Festival d'Aix-en-Provence, Dutch National Opera & Ballet, Canadian Opera Company, Lyric Opera de Chicago. Cor de la Generalitat Valenciana. Director de coro: Francesc Perales. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: Andrea Marcon.
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Catorce años, y con dos de retraso por efecto de las cancelaciones pandémicas, ha tardado en regresar a la sala principal de Les Arts la ópera barroca en una versión escenificada. Y lo ha hecho con una Ariodante cuyos tres actos (casi cuatro horas con los dos descansos) se nos pasaron en un suspiro. Bueno, a los que nos quedamos hasta el final, porque el aforo, lejos de completarse al inicio, se fue mermando en cada entreacto, si bien de una manera no demasiado escandalosa.

La producción se presentó en el Festival d'Aix-en-Provence en 2014. Sin moverla de Escocia, traslada la acción a los años 60 (más o menos) del siglo pasado. El ambiente parece rural; el rey es lo que podría considerarse un agricultor acomodado que no tiene inconveniente en acudir a abrir a quienes llaman a su puerta (y eso que por la escena pululan abundantes figurantes de función indefinida); Polinesso se regodea en las maquinaciones de su maldad tras una sotana de cura que a su vez oculta una vestimenta de roquero mascachapas; Ariodante y su hermano Lucarnio no sé si podrían ser pescadores (por su atavío lo digo); Dolinda es una cenicienta manipulable y sin autoestima, y Ginevra, que sufre la opresión por parte de todos, y hasta ¡un exorcismo!, transforma el final cantando lo que tiene que cantar pero huyendo de ese mundo de abusos y honores de macho.

En fin, las modificaciones no impiden la intelección de un libreto de argumento simple y final precipitado. Y la adaptación del mundo caballeresco al moderno, teniendo en cuenta cómo nos las gastamos los seres humanos, le da la sensación a uno de que podría asumirla sin dejarse forzar demasiado. En cualquier caso, a quien no conviene forzar es a los cantantes para que puedan encarar con garantías todo el catálogo de estados de ánimo que han de comunicar. Y eso se consigue.

Ariodante, régie de Richard Jones. © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts.Ariodante, régie de Richard Jones. © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts.

La escenografía se mantiene sin cambios durante toda la función. Se trata de un corte longitudinal de una casa de una planta que muestra el porche, el recibidor y la cocina, el salón y la habitación de Ginevra. Si hay que salir por la ventana, se sale. Las puertas interiores se simulan accionando los gestos que supuestamente las abren y las cierran. Cierto recuerdo a Dogville, la película de Lars von Trier, se deja caer. Pero también, como certera y capciosamente me apuntaron, algo de la estética de Siete novias para siete hermanos. Curiosa mezcla. Sea como fuere, la luz, en diferentes tonos, tiende a la claridad y a evidenciar lo que ocurre. Se agradece de vez en cuando una representación sin tinieblas.

La situación de la casa, además, evita que los personajes se pierdan en la caja escénica. Mejor para la proyección de la voz. Peor, por lo reducido del espacio, si se da cita mucho personal en ella, cosa que en ocasiones ocurre. El reducido coro actúa casi más que canta (ya sabemos que lo hace bien). Y los pasajes destinados al baile al final de los actos son sustituidos por marionetas. 

A mí el teatro de marionetas me va a conquistar sí o sí. Estas son de las que se articulan sin hilos, con las personas que las mueven a la vista del público. Lo hacen estupendamente. Otra cosa es que lo que se represente resulte convincente desde el punto de vista argumental. La del segundo acto, con Ginevra metida a prostituta de carretera, está un poco cogido por los pelos.

Ariodante, régie de Richard Jones. © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts.Ariodante, régie de Richard Jones. © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts.

La orquesta de la casa, que ya ha lidiado con repertorio barroco, coge la partitura casi por la raíz. No es una formación especializada y eso se nota en el color, en las dinámicas y en el desempeño de las articulaciones. Pero el rendimiento fue muy bueno. Los instrumentos eran modernos salvo las trompas y la trompetas. La tiorba y los dos claves en el continuo, una delicia. 

Y la dirección de Andrea Marcon, ajustada y expresiva, me da que sacrificó imaginación por precisión. En la búsqueda de contrastes de tempo, quizá llegara a extremar los aires pausados, pero siempre sosteniendo el discurso. “Scherza infida” fue el epítome de esto, un aria de belleza lentamente paladeada (y con el trabajo impecable del fagot). Era el momento estelar y se aprovechó.

De la colocación de los cantantes cerca del proscenio, del tamaño reducido de la orquesta y de la cuidada concertación de Marcon se benefició el canto y el público, que reconoció una vez más con cariño y admiración la tarea de los instrumentistas y del director. Por cierto que estos se mostraron mucho más sueltos, más ricos tímbricamente, en los momentos puramente instrumentales.

Ekaterina Vorontsova. © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts.Ekaterina Vorontsova. © 2022 by Miguel Lorenzo / Les Arts.

Los solistas vocales estuvieron comedidos en las secciones da capo de las arias. En general, voces no muy grandes pero bien manejadas. Como la de Ekaterina Vorontsova. Cantó la rusa el papel de Ariodante con muchísimo gusto. Su fraseo naturalmente noble y bien apoyado, homogéneos los registros y pulcras sus agilidades. 

La canadiense Jane Archibald fue una Ginevra que a medida que avanzaba la representación se afianzó en un papel que comenzó algo inestable. Siempre valiente y entregada, me pareció que le sacaba mejor partido a los humores introspectivos que a los más explosivos. 

Mientras, la estadounidense Jaquelyn Stucker, en su discretamente secundario papel de Dalinda, hizo gala de un instrumento potente y seguro. Rica y bella su pirotecnia, dúctil su expresividad.

Entre los cantantes masculinos, llamó especialmente la atención el Polinesso del contratenor Christophe Dumaux. Al francés le tocó hacer el papel de malo y llevó con bastante dignidad la carga en ocasiones ciertamente ridícula impuesta para ese desempeño por la dirección de escena. Lo más llamativo de su voz, sin duda los impecables y poderosos agudos, inesperados en una línea que se desenvolvía con algo más de reserva en registros en principio podríamos pensar que más cómodos. En cualquier caso, admirable su fraseo y su capacidad comunicativa. 

Y de eso mismo estuvo bien servido el rey escocés metido a señor de su casa que encarnó Luca Tittoto. Si de nuevo la dirección escénica de algún modo lo ridiculiza al hacer de él un ser tirando a blandito, en cambio la voz del bajo italiano fue vigorosa, uniforme en su opulencia, accesible y acariciadora. Vamos, lo que viene siendo una voz regiamente campechana que cumple con sus obligaciones. 

Como también cumplió David Portillo en el rol de Lurcanio. El norteamericano lució un bonito instrumento de tenor que, si bien algo apurado en las agilidades, por timbre, regulación dinámica y proximidad afectiva supo convencernos. 

Por último, en su punto las intervenciones breves de Jorge Franco, del Centre de Perfeccionament, como Odoardo.

Muchos aplausos al final y júbilo en el escenario al bajar el telón. Unos y otro bien ganado. Fue la última de las solo tres representaciones que ofreció Les Arts. Lástima no haberle podido sacar más rendimiento a tanto y tan buen trabajo. Pero, en fin, no parece que Valencia esté madura para muchas óperas barrocas. Poco a poco. Habrá que seguir insistiendo. Así que a ver si no vuelven a transcurrir otros catorce años. Aunque pasen en un suspiro.

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