España - Valencia
Problema bien resuelto
Rafael Díaz Gómez

Trouble in Tahiti es bastante más que un ajuste de cuentas entre el compositor y sus padres (sobre todo con su padre, diría yo). Más también que la semblanza de un matrimonio en crisis. Es una crítica mordaz de la sociedad capitalista. Cuando la obra se estrenó, el macartismo se hallaba en pleno apogeo. Berstein figuró en la lista negra. Quizás sea mucho suponer que la pieza tuvo algún peso específico en las acusaciones que se dirigieron contra el compositor por sus supuestas actividades antiamericanas, es decir, comunistas.
Pero por muy torpe, además de mafiosa, que sea la censura, es probable que alguien advirtiera la carga ácida que contra el sistema se vertía desde ella. En cualquier caso, la historia de la represión no tiene fin ni compartimentos estancos.
Así que el hijo de judíos ucranianos que llegaron a Estados Unidos huyendo de los pogromos en su tierra, y que de alguna forma cumplieron con el sueño americano, se tuvo que enfrentar en el país que le vio nacer (en 1918) a una tensa coacción de orden estatal de la que acabó saliendo humillado, pero indemne: se le devolvió el pasaporte que le había sido retirado en pleno despegue de su carrera internacional, aunque no los 3500 dólares que, según propio testimonio, le costó su defensa.
Sea como fuere, es una perla. Una obra corta, pero no menor. la presentó en el marco de un festival universitario que él dirigía (fue profesor durante cuatro años en la Brandeis University, Massachusets) y que en su edición del siguiente año también hizo subir a las tablas Les mamelles de . Y esto tiene su punto de curiosidad, porque la pieza de Poulenc se representó en Les Arts hace un par de temporadas en la misma sala y también por alumnado del Centre de Perfeccionament en una versión de cuya dirección escénica se responsabilizó Ted , que es quien asimismo firma la puesta que comentamos ahora. Y si aquella de Poulenc fue un acierto completo, exactamente igual ocurre con la de Berstein. Acudí al teatro la jornada de la función didáctica y puedo dar fe de que hasta a los más reacios de los jóvenes que me acompañaron salieron encantados (el masculino no es genérico: los reacios eran ellos).
Huffman consigue dotar de mucho dinamismo a la acción sin que en ningún momento el movimiento resulte atropellado. Todos los espacios de las siete escenas que integran el acto único permanecen a la vista sin interferirse. Su aparición repentina, con un golpe de luz que revela el acopio consumista, supuso una sorpresa para el público. Y es que antes de iniciarse la trama, se interpretó el Prólogo y el Postludio del acto I de
Los integrantes del trío que comenta la acción (como un coro griego, apuntaba Berstein) están caracterizados como payasos. Se acentúa de esta forma la mascarada. , Xavier Hetherington y Carlos Fernando estuvieron soberbios en su cometido, al que Kuffman dota de un protagonismo especial, haciendo que sean ellos los que en ocasiones accionan o detienen el movimiento de la pareja principal y lo amplifican visualmente por medio del vídeo: unas cámaras recogen el desarrollo de la actuación, que se proyecta agigantado y en blanco y negro en el ciclorama del fondo del escenario (también Junior, el hijo, tiene acceso a la cámara para dar cuenta de su patético abandono). De esta forma, ya no es la publicidad, como expresión de todo aquello que se quiere conseguir y nunca basta para alcanzar la felicidad, la que se interfiere en la “vida real”. No es que se interponga, es que dirige la vida. Convierte a Dinah y a Sam en marionetas.
La mezzosoprano madrileña Laura Orueta se nos mostró como una Dinah de muchos quilates. Posee un instrumento versátil, bien apoyado, con un bonito color y línea expresiva. Se adaptó bien a todos los estilos propuestos por el compositor y convenció como actriz. Su marido para la ocasión fue el barítono peruano . Es posible que estuviera algo más atenazado por los nervios, porque su desempeño actoral tendía un poco hacia el envaramiento. Por lo demás, si bien algo falta de armónicos, lució una voz robusta, bien entonada y con un fraseo convincente.
Por su parte, la dirección de de la versión reducida de la partitura realizada por Garth Sunderland en 2009, fue exacta sin caer en lo mecánico. Moldeó, vitalizó, chispeó con swing y controló el volumen a placer. En los atriles parecieron disfrutar tanto o más como con el Ariodante barroco que en los mismos días estaban afrontando. Un lujo de orquesta.
Y desde luego nadie en el escenario se va a encontrar nunca con un público tan sinceramente agradecido y reconocedor de su magnífico trabajo. Se aplaudió y vitoreó como solo lo puede hacer la juventud. Para más de una persona esta fue su primera experiencia con el teatro musical de primera calidad. Esperemos que puedan seguir repitiendo muchas veces. Con funciones como esta el camino parece más fácil. Enhorabuena a Les Arts.
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