Alemania
Schnittke y Mozart en Neuss
Juan Carlos Tellechea
Es un misterio por qué y cómo Alfred Schittke sigue siendo solo una figura menor en el mundo de la música clásica. Vivió en pleno siglo XX, en el que tantas cosas se pusieron a disposición del gran público por primera vez, desde el pasado (investigación y publicación histórica), el presente (avance de los medios de comunicación a través de la radio y la televisión) y la proyección sin precedentes hacia el futuro (proyectos espaciales, energía nuclear, antibióticos).
La mezcla de E (Ernstmusik, música seria) y U (Unterhaltungsmusik, música para el entretenimiento) de
En el singular Concerto grosso nº 1 para dos violines, clave, piano preparado y orquesta de cuerda de Alfred Schnittke, el compositor pasa del lirismo minimalista a la escritura pianística de Frédéric Chopin, a breves riffs de jazz y a la atonalidad. La extraordinaria interpretación de la Deutsche Kammerakademie Neuss, con el violinista Niek Baar, bajo la dirección de la también violinista Isabelle van Keulen, comienza con un inquietante y chirriante Preludio. Andante, que despierta enorme curiosidad entre los espectadores.
La Toccata. Allegro que le sigue es de gran dureza. Viene después el Recitativo. Lento, sorprendentemente serio, en el que se utilizan casi exclusivamente las cuerdas de la orquesta. La siguiente Cadenza da rienda suelta a los solistas para que hagan gala de su virtuosismo y excelente coordinación.
El Rondo. Agitato es un claro homenaje a la época del violín barroco, que requería la presencia del clavecín. El Postludio. Andante – Allegro – Andante con el que termina este Concerto grosso es pétreamente oscuro y parece acercarse a una lobreguez indescriptible. La música de Schnittke es bipolar, como lo era él mismo. Esta pieza es extremadamente emotiva, profunda, muy conmovedora, como la mayoría de sus obras y se refiere a la tradición de la música, donde tal brutalismo armónico aviene con los significados clásicos de las funciones musicales.
Hay depresión devastadora, humor y éxtasis en la misma composición, y no necesariamente en ese orden. La mezcla de lo viejo y lo nuevo forma parte de la ecuación. Tener la referencia barroca junto a la popular, el tango, es la creencia posmodernista de Schnittke de que todo el material es igualmente válido, dado el contexto adecuado.
El verdadero legado de la música de Schnittke es su exploración multidimensional de lo que pudo haber sido la verdad musical en el siglo XX, desde el “poliestilismo“ hasta la espiritualidad sentida. El término Concerto grosso implica una división equitativa de la importancia musical en el escenario, un verdadero trabajo en equipo. Como las dos partes de violín son muy similares, esto crea una especie de experiencia de música de cámara ampliada. A veces se oyen pasajes enteros exactamente iguales, pero separados por unas pocas notas 1/16, lo que crea una especie de efecto de eco; si se quiere, algo así como una versión un poco loca de la técnica de hoquetus.
La mezcla de dos instrumentos para la parte del teclado es un punto importante de la obra. La destacada pianista Ulrike Payer pasa de un clave (el instrumento de trabajo del siglo XVIII -y de ahí la referencia al título de la pieza-) a un piano de cola normal que tiene trozos de metal clavados en las cuerdas. Esto crea ese sonido completamente diferente y espeluznante que marca el tono de la pieza.
La obra resulta misteriosamente familiar: Schnittke lo expresa todo, entre la alegría eufórica y la tristeza de la vida: desde el tango favorito de su abuela, partituras de películas, canciones infantiles y una sentida serenata, todo ello en una bolsa mixta.
Pero ¿qué es la verdad musical? ¿Existe realmente la autenticidad musical en el sentido de dar voz a una absoluta sinceridad de expresión emocional o expresiva? ¿O es la música una combinación de convenciones estilísticas y fórmulas estructurales que hace que los compositores oculten su verdadera identidad -sea cual sea-, de modo que la búsqueda de la verdadera y única voz de un compositor es siempre un confuso juego de sombras?
La ingente producción del compositor ruso-alemán Alfred Schnittke plantea este tipo de preguntas, y otras aún más profundas sobre su significado musical e histórico, así como sobre su estética musical muy propia. Es conocida la particular capacidad de este compositor para practicar con destreza el arte del collage, a la altura de Luciano Berio.
Después del intervalo de 20 minutos, la Deutsche Kammerakademie acomete Moz-Art à la Haydn para dos violines, dos pequeñas orquestas de cuerda y contrabajo. Primero, se escucha una especie de entretenimiento musical, un pastiche, una broma. Hace referencia a la música de Joseph Haydn y de Wolfgang Amadé Mozart de forma humorística, como indica el título de la obra.
Es al mismo tiempo un "evento musical" donde el movimiento escénico y el juego de luces también tienen gran importancia. Estos son elementos inmanentes de la obra, integrados en su partitura. Comienza con la recopilación de los diferentes temas interpretados por los músicos individuales de la orquesta en sus instrumentos.
Este juego tiene lugar con las luces apagadas. El espectador oye sonidos completamente ajenos. Los músicos entran por separado, creando una especie de imagen de fondo. Solo cuando el director da una señal, se enciende la luz y comienza el concierto. Schnittke cita aquí varios temas musicales, y en la fase final de la obra se refiere a la famosa Sinfonía nº 45, de Haydn, “de los adioses“, en la que los músicos abandonan lentamente el escenario, mientras quedan por último dos violinistas.
Esta fue una forma de protesta, una huelga de advertencia de Haydn contra su entonces patrocinador: el príncipe Esterhazy. El compositor le daba a entender así a su mecenas que si las finanzas que dedicaba a la orquesta continuaban siendo exiguas, y esto no cambiaba pronto, tendría que prescindir de los músicos de su corte, como en aquella sinfonía.
El programa del concierto se cierra con la Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta en mi bemol mayor (1779), una obra de Mozart que sigue la moda parisina, para que el público tenga una referencia con respecto a las creaciones de Schnittke.
En tres breves movimientos, Mozart, siguiendo el ejemplo de Johann Christian Bach, compuso una sinfonía que ya estaba bien amueblada desde el punto de vista de la instrumentación, ya que pide no solo cuerdas, sino también dos trompas y dos oboes, excluyendo los timbales. El resultado ya es sorprendente.
La Sinfonía concertante se abre con un solemne Allegro maestoso, en el que a menudo intervienen las trompas. Mozart teje una compleja partitura para los dos solistas (violín y viola), haciéndolos interactuar constantemente con una orquesta muy expresiva. Al segundo movimiento, un conmovedor Andante, le sigue un Presto deslumbrante y aéreo que parece proponerse disipar la tristeza del Andante anterior.
Fue una actuación impecable y cálida por parte de
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