Argentina
Una vuelta humilde
Gustavo Gabriel Otero

Como
primer título de la Temporada 2022 el Teatro Colón de Buenos Aires repuso la
puesta de La Bohéme que presentó
originalmente en 2018. Luego de 2020 sin actividad y un 2021 con solo un
espectáculo verdaderamente operístico en diciembre (La finta giardiniera), la vuelta a la vida de la ópera en la sala de
la calle Libertad es más que bienvenida, aunque el espectáculo no tenga la
calidad que el historial del teatro reclama.
La
versión fue a todas luces correcta, sin logar transmitir la emoción que la obra
suele provocar en el público y en la que sobresalieron únicamente el Rodolfo de
Saimir Pirgu y el Colline de Fernando Radó.
Desde
1995 La Bohéme se vio en el Teatro
Colón en cinco temporadas (1995, 1999, 2006, 2010 y 2018) en cuatro de ellas la
producción escénica fue nueva y no volvió a utilizarse otra vez; y aunque
creemos que quizás la mejor puesta en escena de los últimos años fuera la de
2006, es bienvenida la reposición para no dilapidar recursos públicos aunque
hubiese sido deseable utilizar también presupuesto para mejorar el cuadro de
cantantes que resultó desparejo e irregular.
Stefano
Trespidi diseñó un movimiento teatral de corte tradicional y sin grandes
sorpresas, pero con un minucioso trabajo de marcación. Quizás hubo demasiado
movimiento en el primer acto como si los bohemios no pudieran dejar de
zarandearse de un lado al otro y no pareció eficaz la brutalidad de los
aduaneros en la Barrière d’Enfer.
La
escenografía de Enrique Bordolini -quien ubica la acción más cerca de finales del
siglo XIX- es a la par bella, bien diseñada y funcional. La iluminación del
propio Bordolini refuerza el concepto escenográfico y el vestuario de Imme
Möller es atractivo, como todo el concepto visual.
El
maestro Alain Guingal condujo con pericia a la Orquesta Estable que tuvo buena
respuesta. La versión musical resultó prolija y equilibrada pero no fue mucho
más allá, faltó vuelo y emoción.
El
discreto elenco vocal femenino fue encabezado por la soprano argentina Verónica
Cangemi (Mimí) y por la italiana Giuliana Gianfaldoni (Musetta). Ninguna de las
dos logró convencer y aportar algún matiz interesante a los roles que
asumieron. No se les puede negar profesionalidad pero ambas estuvieron lejos de
descollar. Mimí parece estar lejos de las posibilidades actuales de Cangemi y
Gianfaldoni solo fue muy buena en su Musetta en el momento solista del segundo
acto.
Impecable
el Rodolfo de Saimir Pirgu: Belleza vocal, agudos de acero y en tono, fraseo
perfecto y presencia escénica fueron su marca de excelencia.
El Marcello
de Alfonso Mujica fue creíble y bien cantado, mientras que fue correcto el Schaunard
de Juan Font aunque su caudal parezca escaso para la sala del Colón. Fernando
Radó como Colline fue el otro vértice de excelencia dentro del elenco
masculino,
El
resto del elenco cumplió en sus breves roles y los coros, muy bien preparados
por César Bustamante (niños) y Miguel Martínez (adultos), dieron calidad al segundo
acto.
En
suma: la felicidad de volver a una Temporada en el Colón aunque sea con una Bohème rutinaria y sin brillo.
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