Alemania
Apegada al original
Juan Carlos Tellechea
Cuando uno termina de ver esta nueva y aclamada
producción de Carmen, de Georges Bizet, con puesta en escena de Rahel Thiel en el Musiktheater im Revier
(MiR), no puede explicarse por qué esta ópera provocó tanto escándalo tras su
estreno en el París de 1875 y quedó casi olvidada. El compositor se llevaría
consigo a la tumba este disgusto y no llegaría a saborear el éxito
internacional que comenzó a alcanzar su obra siete meses después con su estreno
en Viena, en octubre de ese mismo año; un triunfo que perdura inalterado hasta
nuestros días. Junto con La flauta mágica y La bohème, Carmen es una de
las tres piezas líricas más representadas hoy en el mundo.
La versión de Thiel está bastante apegada al original y se inscribe ya en la nueva tendencia actual de representarla según aquel modelo arquetípico. El escenógrafo Dieter Richter prescinde del kitsch y de las consabidas imágenes de una España de tarjeta postal en su ambientación para pintar una imagen más verista de la historia (vestuario, Renée Listerdal).
Cuando se abre el telón se ve a tres o cuatro hombres, cubo en mano, que entran al escenario y se ponen a fregar el piso, bajo la atenta vigilancia de una docena de soldados que esperan el cambio de guardia. Minutos después se desata un alboroto cuando llega al cuartel una joven ( Micaëla: Heejin Kim) que busca al cabo Don José, perteneciente a otra compañía.
Posiblemente por las medidas de prevención
contra la pandemia, en lugar de un coro infantil solo se utiliza un grupo de
niños como extras, mientras que el coro de los soldados canta los pasajes de
aquel. Los chicos, en medio del guirigay, se limitan a robar las gorras de los
militares.
La fábrica de tabacos, donde trabaja Carmen al principio, se convierte por último en la plaza de toros, el lugar del crimen. Una escalera en el escenario conduce a la taberna de Lillas Pastia (Georg Hansen), más parecida a un tugurio de putiferio al margen de la autopista que a uno de los locales tradicionales cerca de La Maestranza de Sevilla.
Una furgoneta destartalada servirá a Remendado
(Tobias Glagau)
y Dancaïro (Adam Temple-Smith),
excelentes en su desempeño, para el transporte de sus mercancías de
contrabando. En esta producción se prescinde, en gran medida, de los diálogos
utilizados en aquel estreno del 3 de marzo de 1875 (fríamente recibido en la Opéra
comique) que se convirtieron en recitativos en la ovacionada producción
vienesa.
“No se nace mujer, se llega a serlo“, sentenciaba Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949), el referencial libro que hoy vuelve a despertar el interés de las mujeres más jóvenes. Rahel Thiel debe de haber tenido esto en mente cuando, preparando su puesta, se interrogaba sobre quién es realmente el personaje del título y qué es lo que la ha convertido en un mito.
La régie llega a la conclusión de que es el
pueblo el que se da un festín con esta femme fatale y su muerte en la
arena. Así, durante la obertura, se ve a la muchedumbre volver su mirada hacia
el público y observar atentamente a su alrededor hasta que finalmente descubre
a una mujer en sus propias filas que responde a la concepción sobre este
personaje.
La destacada mezzosoprano Julia Faylenbogen (que sustituyó a último minuto a Lina Hoffmann por indisposición de esta), no parece sentirse muy empancipada al principio, pero por último se rebela y la historia sigue así su curso. Con su timbre claro, Faylenbogen brilla vocal e histriónicamente en el papel principal. Con su gestualidad pone de manifiesto la conciencia de sí misma que posee esta Carmen, quien se acerca con determinación a su muerte.
El mal presagio queda especialmente de manifiesto cuando las muy convincentes -vocal y dramáticamente- gitanillas Mercédès (Anke Sieloff) y Frasquita (Scarlett Pulwey) le echan las cartas. Carmen las mostrará a Don José en su último encuentro en el ruedo y le dirá que no tiene escapatoria a su destino.
Faylenbogen desarrolla su papel de forma seductora y lasciva. Muestra frialdad cuando aleja a Don José e incluso se burla de él cuando Micaëla le cuenta que su madre está a punto de morir. Está aún más seductora en la célebre habanera y en la seguidilla, cuando convence al cabo para que la deje huir.
Carmen no puede aceptar que Don José rechace sus hechizos seductores cuando se ven interrumpidos por un toque de clarín llamando a la tropa. Para ella esto significa que la relación ha terminado, aunque el militar no quiera verlo así.
Excepto el referido cambio de último momento, todo el reparto de la obra ha sido muy bien cubierto con cantantes del MiR. Khanyiso Gwenxane encarna a Don José con calidad vocal magistral. Su interpretación es contundente como amante apasionado, celoso y vehemente, dispuesto a perpetrar actos violentos por despecho.
Don José no solo asesina a Carmen, sino también a su superior, Zúñiga (Demian Matushevskyi), cuando este se insinúa a la protagonista. Escamillo escapó por un pelo de caer bajo el fuego de su pistola automática Colt 45. Petro Ostapenko, de magnífica voz, hace un torero muy varonil, con su elegante traje de luces.
La joven y maravillosa soprano Heejin Kim, como Micaëla, se ganó al final estruendosos aplausos y exclamaciones de “¡brava, brava, brava!“ de la platea. En el dúo con el Don José de Khanyiso Gwenxane, en el primer acto, logra una conmovedora intimidad; y también en su gran aria "Je dis que rien ne m'épouvante, / Je dis hélas que je réponds de moi, / Mais j'ai beau faire la vaillante", (…) brilla extraordinariamente con deslumbrantes notas altas.
Demian Matushevskyi da vída a un Zúñiga de graves tonalidades, gozando sádicamente cuando humilla a Don José ante la tropa. Más que motivada parece su eliminación en el segundo acto.
El coro mixto de la ópera del MiR (muy bien preparado por Alexander Eberle) no solo emociona desde las graderías de la plaza de toros, instando a la lidia, sino también vivando a Escamillo con su colorido capote durante el paseíllo, o como gitanos pendencieros o como contrabandistas.
La orquesta Neue Philharmonie Westfalen bajo la batuta de su director principal, Rasmus Baumann, ejecutó la partitura con majestuosidad y una entrega musical fascinante. El público, de pie, ovacionó durante largos minutos a todo el elenco, con una euforia pocas veces vista en este teatro.
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