España - Galicia
La inesperada utilidad de la guitarra ortopédica
Alfredo López-Vivié Palencia

Antepenúltimo programa de abono de Dima Slobodeniouk como director titular de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Y enésima demostración de que en estos diez años se ha ganado a la orquesta y al público. Claro que su carrera en los últimos tiempos ha tomado un impulso notable cosechando éxitos al frente de orquestas de relumbrón a uno y otro lado del charco (llama la atención cuántos buenos maestros bálticos hay en el panorama actual), y es lógico que quiera emprender nuevas aventuras en un nuevo destino (o en más de uno, cosa que también viene siendo cada vez más habitual). Lo que no quita –al contrario, pone- que le vayamos a echar de menos.
Estreno absoluto de Memoria del Ocre, para guitarra y orquesta, del compositor gaditano José María
De todos modos, gracias a los meros aplausos de cortesía nos libramos de ninguna propina indeseada, y sobre todo –aunque ésa no fuese la pretensión del autor- este sufrimiento sirvió para apreciar y disfrutar todavía más de Schehérezade. Pocas obras hay tan apropiadas para el lucimiento de una orquesta –en conjunto y en solistas- y que el público agradezca tanto; y sin embargo se toca poco, tal vez porque los programadores la consideran –equivocadamente- una symphonie manquée. Por suerte, no hace muchos años Leif
El resultado fue muy distinto, pero igualmente válido. Con Slobodeniouk las emociones nacen desde dentro, merced a un control absoluto de la orquesta, a su precisión gestual, y al empeño en favorecer la claridad sonora por encima de los colores. No hay apasionamiento en el primer número, sino contención expresiva; en lugar de la trompetería, en el segundo las violas destacan rítmicamente su inexorable conclusión; en el tercero hay más seducción que arrebato con un empleo de la percusión tan sutil como jugoso; y en el final no hay ningún cataclismo sonoro porque no hizo falta tras un arranque lleno de tensión.
Escuchando una pieza como ésta es cuando uno más lamenta la penosa acústica del Palacio de la Ópera. Aun así, da gloria comprobar la buena forma de la Sinfónica de Galicia respondiendo como un solo hombre. Entre sus primeros atriles –todos con intervenciones impecables, particularmente el clarinete y el oboe-, es de justicia destacar la labor del concertino Massimo Spadano: el virtuosismo es lo de menos; lo importante es que supo adaptar su parte al concepto de Slobodeniouk, y la protagonista de la obra sonó con el convencimiento de que el sultán no se saldrá con la suya.
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