Alemania
Seasons!
Juan Carlos Tellechea
Seasons!, es el título de este espléndido concierto de la Deutsche Kammerakademie Neuss, dirigido por la prestigiosa violinista Isabelle van Keulen; uno de esos recitales como para repatingarse en la butaca y no hacer otra cosa más que gozar de la buena música. Con obras de Philip Glass y Max Richter el espectáculo de este sábado gira en torno a Las cuatro estaciones. Si bien la célebre obra de Antonio Vivaldi no está directa o plenamente presente, su espíritu levita sobre nuestras cabezas.
A Isabelle van Keulen, aquí en su doble función de solista y directora artística de la Deutsche Kammerakademie Neuss, le encantan los diálogos entre compositores y músicos, así como descubrir obras injustamente olvidadas o poco tocadas habitualmente. No se cansa de buscar interesantes novedades, nuevos sonidos y lenguajes que el refinado público de esta ciudad a orillas del Rin aprecia muchísimo. Ésta es otra de esas grandiosas oportunidades.
Pese a ser Philip Glass uno de los compositores vivos más prolíficos y famosos, su obra es rara vez interpretada por las principales orquestas, tanto en Europa como en su Estados Unidos natal; a veces tan solo como aperitivos, mas no como audaces declaraciones de propósito artístico. Isabelle van Keulen decidió cambiar radicalmente esta situación y resolvió tributar un digno homenaje a uno de los pioneros de la música minimalista, quien cumplió 85 años el pasado 31 de enero.
La velada fue abierta con el Concierto para violín nº 2 “The Four American Seasons“ (2010) de Glass que la Deutsche Kammerakademie y su directora interpretaron de forma soberbia. Su tono cálido y su técnica, aparentemente sin esfuerzo, desataron calurosos aplausos de la platea.
La obra surgió a petición del destacado violinista estadounidense Robert McDuffie de escribir una pieza que acompañara a las famosas Cuatro Estaciones de Vivaldi. Según el compositor, las cuatro estaciones están representadas en la obra, pero cada espectador debe encontrar su propia interpretación.
La música evoluciona de forma pausada, sin desarrollar ideas musicales según la vieja tradición formalista, sino repitiendo (¡interminablemente!, dirían algunos) progresiones de acordes, frases melódicas y rítmicas. La armónica imaginación de Glass, así como su ágil humor, son atributos muy propios que lo hacen tan fácil de imitar como difícil de igualar.
Otra peculiaridad de este Concierto, que a su vez rinde homenaje a Vivaldi, es su inusual estructura: está dividido en cuatro movimientos, cada uno de los cuales está precedido por un solo de violín, que también puede interpretarse como pieza independiente si fuera necesario.
Para algunos, la música de Glass es monótona; para los entusiastas del minimalismo, puede ser hipnótica; y lo es, la platea entra verdaderamente en trance oyéndola y dejándose capturar por ella. La calidad de la ejecución a lo largo de toda la velada fue un recordatorio más de la fortuna de tener una orquesta de tan buena calidad como la Deutsche Kammerakademie Neuss y una consagrada directora como Isabelle van Keulen.
La segunda parte de este concierto estuvo dedicada a Max Richter y su Recomposed by Max Richter: Vivaldi – The Four Seasons, estrenada con gran éxito en 2012. (Dicho sea de paso, Max Richter acaba de lanzar diez años después de aquella, una segunda versión grabada con instrumentos de época).
Richter la titula Recomposición. Sin embargo, en la medida en que esto implica volver a plantear el mismo conjunto de retos musicales a los que se enfrentó Vivaldi, la palabra no capta del todo lo que ha hecho. Él toma la música del compositor del Barroco como punto de partida para crear su propia versión, influida por la música minimalista a la manera de Steve Reich y su trabajo como compositor de música de cine.
Max Richter utiliza algunos de los temas (no todos), ritmos, pasajes virtuosos del violín y el diseño de los conciertos de Vivaldi, pero ha creado algo a partir de ellos que es totalmente nuevo y de su propio tiempo, al igual que Igor Stravinski lo hiciera con la música atribuida a Giovanni Battista Pergolesi en Pulcinella o con Piotr Chaikovski en El beso del hada.
Aunque las armonías de Richter habrían sido familiares para Vivaldi, el lenguaje musical es totalmente diferente en el sentido de que la atracción gravitatoria hacia el acorde de origen en la cadencia se rompe, dejando a la música libre para terminar a mitad de frase si lo desea.
La interpretación de Isabelle van Keulen al frente de la Deutsche Kammerakademie Neuss es fenomenal; toca con una eficacia inquebrantable y suma brillantez. Desarrolla una intensidad etérea increíble en la que el refinado sonido de su violín asume un importante papel. Los músicos disfrutan a ojos vistas con este trabajo creativo en el que hay momentos de ardiente energía, profundidad abisal y un luminoso espaciado de acordes.
Van Keulen se integra conscientemente en el conjunto. Las tonalidades resultantes son cristalinas y encajan perfectamente con el carácter flotante de la versión de Max Richter. La ejecución de la solista y directora es muy emotiva; de los 25 instrumentos de la orquesta, entre ellos un clave y un discreto sintetizador, emana una vitalidad que evoca a la de las bandas sonoras de Max Richter.
En la Primavera, se abandona el conocido tema orquestal de apertura y Richter construye la mayor parte del movimiento a partir de la pequeña floritura que acompaña al solo de violín inicial, sobre una nueva línea de bajo ideada por el propio Richter, que tuvo aquí un muy buen desempeño. El tercer movimiento, el del Verano evoca el mismo impulso que Vivaldi, al tiempo que juega con las ambigüedades métricas de la música. Para el Otoño, Richter recorta notas con el fin de hacer una danza de marcha ligeramente irregular, y al final, en el Invierno pierde una corchea para presentarse en tiempo de 7/8 que glosa una sinfonía inacabada de Schubert.
No hay ni un atisbo de ironía; más bien se trata del espíritu de reelaboración que hacen los buenos músicos de jazz cuando revisan un estándar y lo hacen suyo (aunque el lenguaje musical de Richter, por supuesto, está lejos del género afroamericano).
Las estruendosas ovaciones y vivas de los asistentes se prolongaron durante largos minutos; no hubo bises...¿cómo podría haberlos, qué más se puede pedir tras esta maravillosa velada?
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