Estados Unidos
Fly with MISO
Roberto San Juan
La Orquesta Sinfónica de Miami (MISO) clausuró su temporada con un concierto en el Adrienne Arsht Center de la ciudad que, con el título Fly with MISO, propuso un viaje de ida y vuelta en avión desde Miami por distintas ciudades y países a través de obras vinculadas a ellos en mayor o menor medida. Una voz en off antes del comienzo de cada pieza anunciaba la ciudad en cuestión junto a una breve información de la misma, que podríamos calificar de turística. La interpretación se acompañaba de proyecciones de imágenes de la ciudad en tres pantallas situadas sobre el escenario.
Pronto quedó claro que este viaje imaginario no era más que una excusa para presentar una serie de obras reunidas para la ocasión sin vinculación entre sí, algo que, por otra parte, tampoco era necesario. Antes de “despegar” se escuchó Nothing left, una breve pieza de la compositora neoyorquina Karen LeFrak que en el programa de mano se presentaba como un homenaje a las víctimas de los recientes desastres naturales y de las catástrofes causadas por el ser humano. Su carácter solemne se vio acentuado por el fraseo claramente marcado por las respiraciones del director, quien se mostró muy pendiente de la sonoridad, especialmente en la conclusión, con un pianissimo muy cuidado.
Y ahora ya sí, partimos desde Miami, una ciudad que estuvo representada por
España estuvo representada por dos ciudades y dos obras: Madrid, con la Danza ritual del fuego, de Falla, y Sevilla, con la ‘Obertura’ de El barbero de Sevilla, de Rossini. La elección de obras musicales vinculadas a ciudades fue, sin duda, más que discutible a lo largo de todo el programa, pero ello pareció no importarle al público, que, en este caso, disfrutó del andalucismo de la primera pieza y de las conocidas melodías de la segunda.
Francia fue el siguiente destino y también estuvo representada por dos ciudades. El segundo movimiento, ‘Adagio assai’, del Concierto para piano en Sol mayor de Ravel representó a Marsella. La joven pianista Christie Julien consiguió trasladarnos desde su inicio a un universo contemplativo en un impresionismo muy alejado estéticamente de la ‘Obertura’ rossiniana previamente escuchada. Después llegó el turno de París con dos canciones: Non, je ne regrette rien y La vie en rose, interpretadas por Mariaca Semprún con acompañamiento orquestal en un arreglo de Daniel Estrada.
Tras el descanso, el viaje musical nos llevó a Venecia con el tercer movimiento, ‘Presto’, de El verano de Las cuatro estaciones. Alexander
El siguiente destino en nuestro viaje fue Dubai, con la ‘Meditación’ -el intermezzo de la ópera Thaïs- de Massenet. Markov tocó magistralmente la parte de violín, en este caso con un violín acústico.
El violinista de origen ruso tuvo de nuevo un papel destacado en la última pieza de este viaje musical, ya que él era el compositor de La gran finale, obra para violín eléctrico de oro, piano y orquesta. Los solistas fueron el propio Markov y Julien al piano. Se trata de una obra ecléctica a modo de quodlibet moderno cuyo comienzo en la parte de piano recuerda a los Estudios de Czerny o Clementi y después evoluciona rápidamente hasta el Rock and roll en la plaza del pueblo de Tequila (1978) -tras pasar por Paganini-, para concluir con el arco del violín transformado en una espada roja a lo Star Wars. Debo reconocer que desconocía la existencia de este violín eléctrico, fabricado en oro y con 6 cuerdas, diseño de James V. Remington.
El público aclamó a los solistas y a la orquesta y, aunque el concierto aún no había concluido, interpretaron la Danza del sable de Jachaturián, obra en la que
A juzgar por los cálidos aplausos y ovaciones finales el público disfrutó de este viaje musical y desde ese punto de vista la propuesta fue, sin duda, un éxito.
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