Alemania
Klavier-Festival RuhrMozart en perspectiva. Una propuesta deconstructiva
Juan Carlos Tellechea
El pianista Vikingur Ólafsson desarrolla ya una carrera asombrosamente variada; aunque solo sea por los compositores que toca, desde Bach a Debussy, desde Rameau a Philip . En esta cultura del eclecticismo aborda ahora a Wolfgang Amadé Mozart con una elección muy personal de piezas, que une a otras tomadas de varios contemporáneos, en una presentación de verdadera originalidad y con un cierto gusto por el desafío. Así fue como inauguró este artista el Klavier-Festival Ruhr 2022 en la gran sala auditorio de la Mercatorhalle de la ciudad de Duisburgo este sábado.
En su nuevo programa, Mozart y sus contemporáneos, Galuppi y Cimarosa.
La selección de su repertorio -principalmente piezas de la década de 1780- disipa el tópico de Mozart como un niño prodigio siempre divertido. Estos diez años de la vida y el arte de Mozart me parecen especialmente fascinantes, dice Ólafsson en un estudio muy completo que él mismo ha escrito bajo el título de A bird of a different feather.
Aunque las notas que toca en esta velada tienen unos 230 años, suena muy fresco y nuevo. Vikingur Ólafsson: peinado con raya a la izquierda, gafas negras redondas, camisa, corbata y chaqueta, sonríe un poco como un maestro de ceremonias, de pie junto al piano. Su imagen parece extraída de la revista de moda italiana L'Uomo Vogue.
En esta fase (Mozart) no solo llevó la tradición clásica a un punto culminante, sino que también la subvirtió de forma bastante sutil (…). Las sombras son más oscuras, los matices y las ambigüedades más profundas.
Señala el pianista islandés quien tiene 38 años, tres más que Mozart en aquel tiempo. Ólafsson empezó a tocar a Mozart a los cinco años, y a los siete asistió por primera vez a una ópera, que fue, por supuesto, La Flauta Mágica, según relata ante el público antes de iniciar el concierto. Hoy en día, Mozart suele ser imaginado como un niño prodigio juguetón; la película Amadeus (1984) de Miloš Forman se encargó de ello. Pero en los últimos diez años de su vida, el compositor salzburgués se vio presionado por muchos lados y padeció una enfermedad bipolar.
Sin embargo, la música que hoy escuchamos de Mozart procede casi exclusivamente de este periodo. De los años en los que luchó por la libertad personal. Lucha contra la resistencia. Mozart se casó con Constanze Weber; su padre Leopold, que fue también su maestro más importante, no asiste a la boda; desaprueba la unión.
Ólafsson armó el recital a dos niveles. En primer término, lo aplicó a obras seleccionadas o fragmentos de obras de Mozart: piezas de un hombre adulto y un compositor que había alcanzado la madurez después de experimentar la adversidad, explica el pianista.
Un pájaro de otra pluma es una época muy fascinante de un Mozart que no solo fue compositor sino también un pianista virtuoso, que no solo perfeccionó la tradición clásica sino que la revolucionó ingeniosamente. Así ocurre, según Ólafsson, con las pequeñas composiciones seleccionadas para este concierto. Verbigracia los Rondós KV 485 y KV 494 o la Fantasía en re menor KV 397, con su gusto por la improvisación combinado con una profundidad tonal abismal; o la Kleine Gigue KV 574 'un pequeño milagro de ingenio'.
Pero también dos sonatas para piano que eran especiales para él. La Sonata nº 16 KV 545, conocida como la "Sonata fácil" (1788), supuestamente destinada a los principiantes, fue escrita de hecho por razones económicas, y es contemporánea de las tres últimas sinfonías, por lo tanto en un estilo que ciertamente no es "fácil".
En cuanto a la Sonata nº 14 KV 457 en do menor, dedicada por Mozart a su alumna Therese von Trattner, cultiva "una gran y teatral tragedia" y unos contrastes dinámicos que, según el pianista, anuncian a Beethoven. Ólafsson también ha arreglado una pieza muy querida para él: el 'Adagio' del Quinteto de cuerda KV 516, "un momento de gracia y consuelo", efectivamente destacado en el segundo tema. Concluye su periplo mozartiano con el motete Ave verum corpus KV 618, en la transcripción de Liszt, un adagio conmovedor que lo absorbe a uno hasta el cielo.
La originalidad no se queda ahí. Ólafsson opta por poner en perspectiva las citadas piezas de Mozart con las de los músicos contemporáneos. La elección es igual de singular y pretende crear transiciones, por lo menos, inéditas. La selección, perfectamente asumida, reclama primero a Galuppi, después a CPE Bach y Cimarosa y en la segunda parte, a Joseph Haydn. Una especie de "eco de una época", explica, estos cuatro músicos representan la coexistencia de valores estéticos diferentes, aunque los dos italianos más alejados, sin vínculos directos significativos con Mozart, pertenecen al mismo ecosistema de la música del siglo XVIII.
Así, interpreta dos piezas del veneciano Baldassare Galuppi (1706-1785) tomadas de sus sonatas para piano, entre ellas el 'Larghetto' de la Sonata en do menor y sus hipnóticos arpegios, que preceden ventajosamente al comienzo de la Sonata KV 457. Del napolitano Cimarosa arregló él mismo dos breves sonatas que ofrecen una especie de arioso en tono de lamento.
El Rondo en re menor de las Seis Sonatas para teclado para conocedores y aficionados de CPE Bach, en un estilo similar al de Mozart, le pareció una opción irresistible, aunque con un enfoque diferente. La Sonata nº 47 en si menor de Haydn es igualmente indispensable para él, ya que esta
emocionante obra parece llevar en sí misma la semilla del romanticismo al tiempo que conserva un sentido de majestuosidad barroca.
El pianista islandés es un maestro de la retórica musical, con una sólida cultura. Más allá de un alarde de conocimiento, que no siempre evita la egolatría, lo seguimos porque el planteamiento está sólidamente argumentado. Como un Teodor Currentzis con una batuta, es uno de esos artistas de la generación más joven que tienen algo que decir y que lo proclaman alto y claro.
Es igualmente un intérprete fascinante. Uno queda inmediatamente impresionado por su facilidad, sea cual sea la pieza que esté tocando. Sabemos que Mozart es, en última instancia, más difícil de tocar de lo que parece. La anécdota de la llamada “sonata fácil“ no es una palabra vacía. Ólafsson comparte en igual medida la elegancia del fraseo, el sentido de la proporción, el arte de la transición, la ligereza en los pasajes rápidos así como la delicadeza en los tiempos moderados.
Su Mozart ofrece un equilibrio innato entre la melodía y el contrapunto, lejos de cualquier afectación. Aunque lleva los contrastes al límite, no pretende dar la impresión de cultivar un sonido bello, ni mucho menos favorecer un enfoque que sea una mera exhibición de habilidades poco comunes. El concierto lo redondea con tres bises calurosamente aplaudidos por la hipnotizada platea: Tres canciones populares de Komitat Csík, de Béla Bartók. Le Rappel des oiseaux, de Jean-Philippe Rameau; y el Preludio en si menor BWV 855, de J. S. Bach / A. I. Siloti.
Parafraseando a Ólafsson, la consistencia de su pianismo tiene verdaderamente la ligereza de una pluma.
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