Alemania
La venganza de Madama Butterfly
Juan Carlos Tellechea

Ovacionada largamente por el público, espontánea y unánimemente de pie, en la sala grande del Musiktheater im Revier (MiR), de , en el corazón de la cuenca del Ruhr, el estreno de la nueva producción de Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, con la régie de Gabriele Rech y dirección musical de Giuliano Betta, ha sido un gran acierto, convertido ya en un referente, elogiado por la crítica.
Muy especialmente aclamados fueron los protagonistas de la puesta: la soprano Ilia Papandreou, por su extraordinaria interpretación de Cio-Cio-San, y el tenor Carlos Cardoso, por su brillante actuación en el papel del teniente de navío B.F. Pinkerton, de la Marina de Estados Unidos.
El estreno de nuevas versiones de obras estándar no son raras en la vida operística y teatral, pero éste ha sido algo muy singular: la soprano Noriko Ogawa-Yatake, quien encarnara hace 25 años a Cio-Cio-San, solicitó hace algún tiempo atrás al director general del diretor general (intendente) MiR, Michael Schulz, interpretar a la fiel Suzuki ahora que, por su edad, se encuentra casi al final de su actividad en esta compañía.
Como el trabajo conjunto es un bien muy preciado en este renombrado teatro, Schulz no solo accedió al pedido de
Para la presente producción Rech echó mano de la segunda versión de la ópera de Puccini, aquella que iniciara su triunfal marcha por el mundo, tras ser estrenada en mayo de 1904 en Brescia, dejando de lado todas las alusiones políticas con trasfondo crítico de la primera versión.
Solo con Mrs. Kate Pinkerton (Scarlett Pulwey) retoma la primera versión en dos actos (17.02.1904 Teatro alla Scala, de Milán) e inserta un breve diálogo entre ella y Butterfly, en el que la segunda mujer del teniente asegura a la protagonista que cuidará bien del niño, declaración que formula el cónsul Sharpless en la versión de Brescia.
Rech se mantiene apegada a esta versión, pero para el final de la ópera decide marchar por otro sendero, fuera del libreto original, algo que desde el punto de vista actual es por demás comprensible. El teniente B. F. Pinkerton no sobrevive a su infamia, para sorpresa del público (y especial regocijo de las damas presentes: “¡lo tiene merecido!“).
Un bel di vedremo", Papandreou muestra gran dramatismo, brilla con una voz de soprano segura en el registro alto y con su intensa interpretación. Deja el alma realmente en el escenario.
Otro tanto ocurre con su aria final "Tu, tu, piccolo iddio". Escénicamente, presenta al personaje como una mujer con determinación propia que sabe exactamente lo que quiere. Dado su carácter, al principio no parece del todo comprensible por qué sucumbe al encanto de Pinkerton y lo espera tres años.
Es probable que esto pueda haber tentado a Rech a modificar el final. Cuando Butterfly pone la daga para cortarse las venas, se oye a Pinkerton llamándola por su nombre, mientras se dirige desde el fondo al frente del escenario. Ella hace entonces una pausa. En ese mismísimo momento parece haberse dado cuenta de que no vale la pena acabar con su propia vida por este canalla.
Así que hay otro encuentro entre Butterfly y Pinkerton. Pinkerton corre hacia ella y quiere abrazarla. Pero es demasiado tarde para una reconciliación. Butterfly lo mata con la daga que estaba destinada a su suicidio.
Ya al principio, durante la obertura, se ve a Butterfly de pie en el escenario con su pequeño hijo y una gran maleta, lista para partir, con su vestido de novia blanco, esperando ser llevada a América por Pinkerton. Pinkerton, por su parte, prefiere entretenerse con dos prostitutas en un pequeño bar de mala muerte a la derecha del escenario.
La escenografía de Dirk Becker deja claro en dos niveles que aquí se representa a un Japón artificial, exótico y muy lejano, como el que era probablemente imaginado en la Europa de la época de Puccini. Un telón brillante en el nivel superior, al igual que el opulento vestuario de Renée Listerdal, sugieren que todo aquí es solo para el espectáculo.
A través de esta cortina, el tío de Butterfly, Bonzo (Michael Heine), aparece como una especie de samurái de un juego de ordenador que maldice a Cio-Cio-San por traicionar su fe y convertirse al cristianismo. Más tarde, detrás de esta cortina, se ve desmaquillándose a los miembros del coro, que han asistido previamente a la ceremonia de la boda como familia de Cio-Cio-San.
Tres extras muestran que la historia pseudo-romántica se desarrolla finalmente en un burdel. Una plataforma en el nivel inferior también está rodeada por una cortina de purpurina y pone de manifiesto claramente que la boda asimismo es un espectáculo. Rech mantiene como una cuestión abierta en esta producción hasta qué punto Butterfly se da cuenta de este juego, si bien Cio-Cio-San se presenta como una mujer completamente madura y es evidente para todos que ya no tiene 15 años, como afirma el libreto.
La régie presta especial atención a los engranajes más pequeños de esta ópera. En primer lugar, el príncipe Yamadori (Daegyun Jeong), que corteja a Cio-Cio-San en el segundo acto. No está claro por qué los tres extras siguen con Butterfly en la casa con paneles corredizos (fusuma), puertas enrejadas (shōji) de madera y papel japonés (washi) ahora bastante deteriorada. En cualquier caso, Yamadori coquetea primero con una prostituta y se muestra relativamente rudo, antes de presentarse ante Butterfly de forma bastante sumisa al punto de lamerle y besarle las botas de cuero que se ha puesto.
Es discutible si Butterfly tiene realmente la fuerza necesaria en su situación para hacer desfilar al influyente Yamadori como un perro amaestrado. Kate Pinkerton (Scarlett
Cuando Mrs. Pinkerton aparece en el tercer acto con su marido y con Sharpless (Urban Malmberg), ya se desplaza visualmente al centro, al sentarse con las piernas cruzadas en una silla frente a todos, mientras suena el trío que interpretan el cónsul, el marino y Suzuki. Pulwey impresiona con su grandiosa mímica y gestualidad, que la muestran bastante subida de tono y displicente. Es dudoso que esta mujer pueda dispensar el amor que necesita el hijo de Butterfly. Kate no puede soportar tampoco las debilidades de Pinkerton y rechaza bruscamente sus contactos en busca de consuelo.
El coro, ensayado por Alexander Eberle, se pone en escena como la familia de Cio-Cio-San con gran ingenio. El hecho de que el baile en las fiestas de la boda no encaje del todo con la música es intencionado, para subrayar la imagen engañosa de Japón que se quiere retratar aquí. Al fin y al cabo, algunas de las coristas se quitan la peluca y, por tanto, también se salen del personaje.
Noriko Ogawa-Yatake domina a la perfección el papel de Suzuki; desde el punto de vista vocal con su estupendo registro de soprano de tonalidad oscura; en cuanto a la actuación, basta una simple mirada para conocer el alma desconfiada de este personaje.
Las expresiones faciales de Ogawa-Yatake irradian tal calidez que uno puede sentir la devoción que siente por Butterfly. Un momento musical estelar es el dúo que interpreta con Papandreou en el segundo acto. A Suzuki no le impresiona en absoluto la riqueza de Pinkerton y se mantiene cortésmente distante sin ser hiriente con él.
Ogawa-Yatake consigue todo esto con meras expresiones faciales y lenguaje corporal, por lo que no era de extrañar que fuera aclamada al final por el público.
Vocalmente, convence con su llamativa voz de barítono y una actuación conmovedora. Resulta especialmente impresionante la lucha interior que libra Sharpless cuando intenta leer la carta de Pinkerton a Butterfly y no se atreve a decirle que el militar no volverá con ella.
Tobias
Los motivos estadounidenses son bastante patrióticos, mientras que los pasajes alusivos a Japón forman un fuerte contraste musical. Lágrimas de emoción rodaban por las mejillas de muchas damas y hasta de algún caballero sentado, pañuelo en mano, una fila más adelante a la mía durante los momentos más emotivos de la función.
Puccini, quien también se basó en la novela Madame Chrysanthème (1887), de Pierre Loti, es un maestro en eso del entendimiento profundo del énfasis lírico, y de las curvas dramáticas. La ópera se inspira en acontecimientos reales ocurridos en Nagasaki a comienzos de la década de 1890. En una muy interesante obra, titulada Puccinis “Madama Butterfly“, la musicóloga Kimiyo Powils-Okano analiza exhaustivamente la gran sensibilidad que posee el compositor verista italiano para describir los sentimientos con una melodía expresiva.
Verbigracia, en el denominado “motivo de Nagasaki“ el brillo y la finura del lenguaje orquestal de Puccini dibujan detalles episódicos y clarifica situaciones en pocos compases rítmicos, valiéndose de la típica música ligera japonesa, que acompaña el shamisen.
El agudo sentido teatral de la creatividad pucciniana, su dominio del color, su entendimiento del motivo y su originalidad en la armonía hacen que la coordinación sea perfecta entre el argumento, la palabra, el leitmotiv, la música, la acción, el movimiento, el ambiente y la atmósfera locales para seguir conmoviendo hasta el día de hoy a los espectadores.
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