Costa Rica

Derrotero definido

Andrés Sáenz
viernes, 6 de septiembre de 2002
Camille Saint-Saëns © Gaspard-Félix Tournachon Camille Saint-Saëns © Gaspard-Félix Tournachon
San José de Costa Rica, sábado, 31 de agosto de 2002. Teatro Arnoldo Herrera. Orquesta Filarmónica Conservatorio de Castella. Director titular: Luis Diego Herra. Solistas: Mercedes Sánchez, soprano. Nicholas Anderson, violonchelo (Matteo Goffriller, Venecia, 1697). Christoph Willibald Gluck, obertura de ‘Ifigenia en Áulide’; Allen Torres, ‘Tres poemas costarricenses, para soprano y orquesta’; Luis Diego Herra, ‘Círculos del Tiempo’; Camille Saint-Saëns: ‘1º Concierto en la menor, para violonchelo y orquesta’ opus 33; Alexánder Borodin: ‘Danzas polovtsianas del príncipe Igor’.
0,0001399 Más que formalidad, el cambio de nombre y director titular ha significado un comienzo nuevo para la rebautizada Orquesta Filarmónica Conservatorio de Castella, ahora bajo la tutela del reconocido compositor y director costarricense Luis Diego Herra.No pude asistir al concierto inaugural de la actual temporada, celebrado en el teatro Arnoldo Herrera varias semanas atrás, pero la presentación de la orquesta, el sábado, en esa misma sala, me dejó la impresión de un conjunto renovado, con las secciones mejoradas y el rendimiento musical también.Así se me hizo patente al inicio con las cadencias afinadas y cumplidas de la obertura de la ópera Ifigenia en Áulide, de Christoph Willibald Gluck (1714-1787), reformador alemán del género operístico. La producción sonora homogénea de las secciones por igual resaltó en los Tres poemas costarricenses, para soprano y orquesta, de Allen Torres (n. 1955), canciones basadas en textos de Roberto Brenes Mesén (Visión), Julián Marchena (Lo efímero) y Eduardo Jenkins (La diligencia). Compuestas en 1997, instrumentadas hábilmente este año, las canciones fueron interpretadas con fineza por Mercedes Sánchez, la voz clara y proyectada en forma sostenida.La primera parte concluyó con Círculos del Tiempo, del propio Luis Diego Herra (n. 1952), obra estrenada en 1997 en Polonia, y aquí por Irwin Hoffman y la Orquesta Sinfónica Nacional el año siguiente.La pieza plantea un trasfondo metafísico, basado en la relación del ser humano con el medio psico-biológico en que está inmerso, y es, según palabras del compositor, “una contemplación simbólica del ciclo vital”. Sin embargo, Herra advierte que se puede oír como música absoluta, sin remitirse a la propuesta programática. De este modo prefiero oírla yo.La obra guarda el lenguaje tonal, la orquestación suena diáfana, la estructura es tripartita, según el esquema aba, con la sección central subdividida en tres igualmente. El tema inicial, de ritmo sincopado y nervioso, con preponderancia de percusión y vientos, da paso a episodios centrales desenvueltos y melódicos, encargados principalmente a las cuerdas, antes de volver transformado armónicamente.Al comienzo de la segunda mitad, como solista en el violonchelo, el estadounidense Nicholas Anderson moldeó una lectura por turnos arrojada y lírica del 1º Concierto para violonchelo y orquesta de Camille Saint-Saëns (1835-1921). La entonación se oyó bastante segura; recia y amplia, la sonoridad producida en el instrumento, ejemplar noble del veneciano Goffriller. Herra y la orquesta se mantuvieron atentos y prontos en el acompañamiento.Para finalizar, Luis Diego Herra y la Orquesta Filarmónica Conservatorio de Castella se probaron con la ejecución adecuadamente pulida de las Danzas polovtsianas, brillante extracto del exotismo oriental que jalona la ópera El príncipe Igor, del ruso Alexánder Borodin (1833-1887).Mediante el ofrecimiento de una selección que equilibró obras costarricenses con diversas del repertorio universal, algunas más y otras menos conocidas, Luis Diego Herra y la Orquesta Filarmónica Conservatorio de Castella parecen encaminados hacia la definición del cometido que les incumbe dentro del ámbito musical del país.Sin duda la orquesta y los oyentes se beneficiarían si eventualmente se pudiera acondicionar una concha acústica en el escenario del teatro Arnoldo Herrera, pero, de manera más inmediato, no estaría mal mayor esmero en la confección y redacción del programa de mano, en el que se escribieron incorrectamente las obras de Gluck y Borodin y se equivocó la identidad del autor del poema Visión.
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