España - Cataluña
Para recordar a Berganza
Jorge Binaghi

El
concierto de primavera del Life Victoria,
que se suele hacer en este hermoso claustro (pero habría que calibrar la
presencia de ruidos exteriores), estaba preparado hace mucho tiempo, pero ante
el fallecimiento de la inigualable Teresa, tanto la Fundación (de la que
presidía el patronato artístico) como los artistas estuvieron de acuerdo en
dedicarlo a su memoria. Me parece el lugar adecuado para citar por entero la
despedida que nos dejó a todos a través de su familia: “Quiero irme sin hacer
ruido. No quiero anuncios públicos, ni velatorios, ni nada. Vine al mundo y no
se enteró nadie, así que deseo lo mismo cuando me vaya.”
Genio
y figura, pero no puede impedir el ‘buen’ recuerdo, la ‘buena’ memoria. Y por
eso es de agradecer el gesto de la Fundación como el de los intérpretes. Y
pasemos a la parte ‘puramente’ musical (eso de ‘puramente’ no me ha convencido
nunca, y con el paso del tiempo cada vez menos…).
Empezó
la primera parte con tres composiciones de
Siguieron
tres composiciones del contemporáneo Biscione que
Terminó
la primera parte con una pieza ‘rara’ (relativamente) de Bizet, la
‘orientalizante’ Adieux de l’hôtesse arabe, sobre un texto de Victor Hugo, que
Simeoni tradujo con nostalgia y sensualidad, siempre en buena sintonía con
D’Elia.
La segunda parte preveía el genial ciclo de Berlioz, Les nuits d’été, sobre magníficas poesías de Théophile Gautier (tuvimos un buen repaso de la poesía francesa de la segunda mitad del XIX, lo que no es de despreciar). La noche era de estío, y los cantos de los pájaros eran bienvenidos (no los tambores ni petardos de una ‘festa major’ que se realizaba afuera con todos los derechos pero que -no sé a los intérpretes- no contribuía, al menos en mi caso, a la concentración…. Si ya no puedo con las palomitas de maíz, los caramelos y las pantallas de móviles en cines y teatros, que por suerte aquí no estuvieron ….).
De la
grabación a esta interpretación han pasado unos tres años, y se nota para bien.
La cantante ha interiorizado mucho más el texto y ahora hay mucho más sentido
del matiz y del detalle, en particular en la inicial ‘Villanelle’ y la final
‘L’île inconnue’. Los números sentimentales, nostálgicos y fúnebres
(‘L’espectre de la rose’, ‘Sur les lagunes’, ‘Absence’ y ‘Au cimitière’) ya
habían sido desde el principio un total acierto y ahora, ‘simplemente’
(¿simplemente?) aparecieron profundizados, en particular en los números 3 y 4).
Que Simeoni es una excelente mezzo de muy buena extensión y alcanza notas graves que a veces algunos de sus compatriotas encuentran a faltar fue palpable en todo el concierto, pero en particular en los números 2, 3, 4 y 5. Y sobre todo en el único fragmento de ópera que ofreció en calidad de primer bis, la difícil entrada de Dalila en el segundo acto de Samson et Dalila de Saint-Saëns, ‘Amour viens aider ma faiblesse’ con su recitativo precedente. Si en la fatal filistea sacó las uñas (digamos figuradamente), inmediatamente las recogió para dirigirse a un público muy bien dispuesto y anunciar como homenaje suyo particular a Berganza su primera canción en castellano (que fue inmaculado), la famosa ‘Canción de cuna para dormir a un negrito’ de las Cinco canciones negras de Montsalvatge, de una sutileza y delicadeza dignas de Teresa y de Victoria.
De paso, d’Elia se
permitió espaciar con igual comodidad del romántico Berlioz al más severo pero
arrebatado Saint-Saëns y a rivalizar en transparencia con Simeoni en la pieza
de Montsalvaltge. Con esto terminó de meterse en el bolsillo al respetable que
aplaudió con ganas.
Gracias a todos y, claro, a la ausente Teresa, que tal vez se asomó un momento. Extrañé su voz al lado diciendo ‘oye, esta chica me gusta’.
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