España - Cataluña
De ‘despacio’ a ‘rápido’
Jorge Binaghi

No sé si
descubro la pólvora, pero esta vez me ha sorprendido que la palabra con la que
inicia esta obra maestra (próxima ya a su centenario) y que repite hasta el
cansancio el personaje que la pronuncia (el Capitán) -‘langsam’, o sea
‘despacio’- se convierte en su contrario -‘schnell’, o sea ‘rápido- en la
última que dice el mismo al final del penúltimo cuadro tras escuchar los
últimos estertores del protagonista. Y de hecho aunque falta una escena (y qué
escena), pone el punto final a una parábola que termina por sugerir, de este modo,
que todo el mundo institucional que se lanza sobre Wozzeck y su ‘familia’ está
más equivocado y desubicado que él, que se contradice, y que simplemente por
pura voluntad, obcecación en negarse a ver la realidad, consiguen imponerle a
ésta un esquema que no funciona y que tritura a los ‘diferentes’.
La
producción que el Liceu ha elegido proponer es la del Festival de Salzburgo. Un
trabajo de Kentridge es siempre interesante y bien recibido (y en este caso ha
sido muy bien recibido por un público muy atento y entusiasmado aunque siempre
se vean algunos claros en la sala). Obviamente habrá vídeos y títeres, y
personajes deshumanizados o a medio camino de serlo (el caso del Tambor Mayor),
mientras claramente los más ‘persona’ son la ‘chusma’ (los protagonistas sobre
todo). Todo está muy bien marcado y sugerido, aunque personalmente encuentro
que en la última escena la voz en off de los niños y del hijo de los
protagonistas mientras la marioneta de éste es accionada por los dos
‘titiriteros mayores’ priva de intensidad, emoción y posibilidad de reflexión
al espectador.
Ofrecida sin pausas (lógico si se piensa en la
costumbre cada vez más extendida de ofrecer El
buque fantasma -mucho más larga- de la misma forma), los distintos puñetazos
que autor de música y texto asestan con gran oportunidad y sentido quedan un
tanto ‘adormecidos’, y eso porque los compositores y libretistas en general
calculaban muy bien los tiempos (baste pensar en los cuatro actos de la breve Bohème, ya definitivamente reducidos a
dos, y cualquier día de estos también presentados sin pausa alguna: no descubro
yo que el tiempo psicológico no es sinónimo del físico).
La
versión musical fue buena o muy buena. Pons tiene gran afinidad con este
repertorio y lo volvió a demostrar y la orquesta se mostró en muy buena forma,
con momentos casi camerísticos. El caso es que sin nunca perder intensidad
logró que no se perdiera palabra (o nota). La breve pero fundamental
intervención del coro resultó asimismo muy eficaz, y muy loable la del coro de
niños.
El
protagonista de Goerne, un cantante al que no se ve con frecuencia en los
escenarios líricos, resultó excelente, muy directo en el canto (recurrió sólo
una vez al falsete), y asimismo en la actuación. Podrá haber otras
encarnaciones contemporáneas más sutiles o complejas, sin duda, pero ésta es
perfectamente válida y de buena calidad vocal.
Para
Marie no sé a quién se le había ocurrido la poco brillante idea de una mezzo
como Elena Zhidkova (y en general creo que la parte es para una soprano y
punto), pero esta se dio de baja hace tiempo y en su lugar tuvimos a Kremer.
Una Marie excelente desde el punto de vista actoral y de una articulación
fantástica del texto, aunque como cantante sólo logró convencerme en la gran
escena del acto tercero (la lectura de la Biblia). En loa otros momentos sonó
estridente y de un timbre poco grato.
Excelente fue siempre el Capitán neurótico de Atxalandabaso y un poco menos impactante pero asimismo bueno el Doctor de Rose. Estuvieron bien los personajes menores y en particular los tenores Tansits y Egiarte. Shanam fue una apreciable Margret, pero uno no puede dejar de preguntarse si es necesario contratar a un cantante extranjero para este tipo de papel.
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