España - Andalucía
Una Magelone para el recuerdo
José Amador Morales
El Festival Internacional de Música y Danza de Granada ha dedicado a Brahms parte de su programación ante el 125 aniversario de su muerte y, dentro de ella, esta liederabend en torno al ciclo de lieder Die schöne Magelone, escrito por el compositor hamburgués en la década de los sesenta del siglo XIX y el primero que puede llamarse como tal ya que hasta ese momento su cancionero estaba conformado por lieder sueltos. Los quince romances que lo componen, como así los definió el propio Brahms, están basados en poemas de Johann Ludwig Tieck sobre la historia de amor cortés entre la bella Maguelone y el príncipe Pierre, una leyenda medieval con orígenes literarios en la poesía provenzal del siglo XII. Así pues, nuevamente la temática medieval, el ambiente trovadoresco, el amor cortés y las aventuras épicas vuelven a ser motivo de inspiración por parte de un compositor romántico, en este caso convirtiéndose indudablemente en una de las referencias del género liderístico.
La sola idea de poder asistir a
una interpretación no ya de Die schöne Magelone en concreto, sino de un
ciclo completo de lieder, cualquiera que fuese, es desafortunadamente noticia al
menos por la franja sur de nuestro país. Si además lo asume un cantante en plena
madurez y dedidamente en la senda de la gran tradición como Andrè Schuen y un
pianista a la altura -en este caso brahmsiana- de las circunstancias, el interés
de la cita era incuestionable. Y ello en el coqueto y acústicamente aceptable Patio
de los Mármoles del Hospital Real de Granada, donde poco más de medio centenar
de afortunados asistentes tuvimos la suerte de disfrutar de una velada de
lieder de gran calidad artística.
Andrè Schuen posee una voz de barítono lírico de gran atractivo tímbrico, dotada de brillante esmalte y homogeneidad en todos los registros y, si bien destaca la belleza de su centro, nunca fuerza los extremos. Un instrumento que emite con una naturalidad desbordante y que cincela con una línea de canto clara, modulada sin artificios ni atajos. La expresión, algo capital en este género, siempre es inherente a su intrínseca musicalidad, no encontrando en su fraseo énfasis superficiales ni efectos huecos.
El cantante italiano recreó distinguido y ensoñador Keinen hat es noch gereut, resultó convenientemente épico y misterioso en el pasaje central de Traun! Bogen und Pfeil, para rematar de forma soberbia esa montaña rusa emocional que supone Sind es Schmerzen, sind es Freuden, labrada con matices dinámicos exquisitos. El cambiante carácter bien de canzonetta, bien de nana del inicio de Liebe kam aus fernen Landen fue delineado con sumo buen gusto, incluidos los desesperados interrogantes finales que expresó sin caer en ningún momento en la sobreactuación y sin forzar su genuina y extraordinaria musicalidad. Estuvo doliente, esperanzado y poderoso en la estrofa final de Wie soll ich die Freude, y consiguió ofrecer ese aire meditabundo culminado de forma lacerante en Wie schnell verschwindet. Finalmente, supo rematar en un Treue Liebe dauert lange de alto vuelo lírico como síntesis de todo el ciclo, con enorme solvencia de fiato en las grandes arcadas sobre las frases finales.
A su lado Daniel Heide fue mucho más que un buen y cómplice colega, sabiendo desentrañar desde el piano la profundidad y complejidad que Brahms desarrolló en cada lied. Ante el lógico entusiasmo del público, sendos artistas regalaros dos joyas del género fuera de programa: Du bist wie eine blume, del ciclo “Myrthen” op 25 de Robert Schumann y una tan refinada como delicadísima versión de la celebérrima Canción de cuna op 49 nº 5 de Johannes Brahms.
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