España - Andalucía
Setenta años de ONE en el Festival de Granada
José Amador Morales

La septuagésimo primera edición
del Festival de Música y Danza de Granada no ha querido eludir la celebración
de los 125 años del fallecimiento de Johannes Brahms y, si el día anterior a la
velada que comentamos lo hacía mediante una sensacional liederabend con el
ciclo completo Die schöne Magelone op.33 del compositor hamburgués a
cargo del barítono Andrè Schuen y el pianista Daniel Heide, en esta ocasión, el
homenaje tomaba forma coral y sinfónica con la interpretación de su Ein
Deustches Requiem op.45.
Parece que Brahms ya consideraba la idea de algo parecido a un requiem o cierto tipo de homenaje póstumo de tipo musical meses después de la muerte de su amigo Robert Schumann en 1856. Y sin duda la muerte de su madre en 1865, como podemos comprobar en sus cartas a Clara Schumann, le inspira finalmente para abordar esta monumental composición. No obstante, es bastante improbable que hubiese una sola motivación del Requiem y que tanto la muerte de su madre como la de Schumann fueron para Brahms un estímulo para completar las ideas existentes, más que la fuente de ella, como señala Michael Musgrave. Incluso no son pocos los testimonios que nos hablan de un Brahms insistiendo en que su requiem estaba destinado a toda la humanidad a pesar del título y de hecho sus temas básicos, como la melancolía y la esperanza, son ciertamente universales.
Desde el oficioso y controvertido estreno en Viena de los primeros tres movimientos en 1867 y del más completo en Bremen un año después (que aún así no incluía el quinto movimiento que el compositor agregaría meses más tarde), la obra rápidamente sería objeto de un intenso debate, desempeñando un papel decisivo en la polémica entre los partidarios de Wagner o del propio Brahms que se estaba comenzando a radicalizar significativamente en aquellos años.
Por otra parte, la novedad de tipo no sólo compositivo o formal
sino del fundamento religioso en el que se apoya Un Requiem Alemán, escrito
-no lo olvidemos- sobre una selección libre de textos procedentes de la biblia
luterana, también fue motivo de debate e incluso explicó la distinta recepción de
la obra según la asignación religiosa mayoritaria de la zona en cuestión.
La interpretación de Ein Deutsches
Requiem que comentamos ha contado con la presencia de la Orquesta y Coros
Nacionales de España, institución musical ligada a Granada desde que ofreciese su
primer concierto un 18 de junio de 1952 bajo la dirección de Ataúlfo Argenta en
lo que entonces fue llamado “Primer Festival de Música y Danza Españolas”. Durante
estos setenta años la ONE ha participado en numerosas ocasiones en el festival
granadino y de, un tiempo a esta parte, de forma prácticamente continua. Y si
en 2017 David Afkham asumía la dirección de la Messa da Requiem de
Giuseppe Verdi, el mismo director ahora afrontaba una versión de la misa de difuntos
tan distinta en los presupuestos musicales y religiosos como la de Brahms.
Afkham, sin batuta, de gesto
suave y nunca superfluo, logró imprimir una atractiva transparencia en las texturas,
de manera que ni el coro fue sepultado orquestalmente ni al contrario. Al menos
visualmente, su atención pareció concentrarse en concertar el apartado vocal
para lograr un adecuado ensamblaje global, como así sucedió, a despecho de un nivel
de intensidad demasiado irregular en términos generales. La orquesta volvió a mostrar
su gran evolución en los últimos años, con una cuerda brillante, metales consistentes
y aportaciones solistas de gran calidad. El coro tuvo el protagonismo requerido
en una partitura de gran dificultad, con empaste, consistencia y acertados
matices dinámicos.
Las dos voces solistas contribuyeron no poco a elevar el nivel artístico general. Y es que Peter Mattei lució su porte carismático y un instrumento de gran calidad, redondo y timbrado que emergió poderoso en el ataque de “Herr, lehre doch mich”, sutilmente más doliente en la repetición y definitivamente expresivo en el episodio central dialogado con el coro. El impacto dramático de la frase “Nun Herr, wess soll ich mich trösten?” (“Y ahora Señor ¿qué podrá consolarme?”) cantada por el barítono sueco fue conmovedor, como sublime la respuesta del coro en “Ich hoffe auf Dich” (“En Ti deposito mi esperanza”) que daba paso a la espectacular fuga que cierra el movimiento sobre un intensísimo pedal grave, bien que ahí las voces agudas sonaran algo raspadas y al límite por arriba. La participación de Mattei y su afortunada complicidad con el coro volvió a obtener similares resultados expresivos en el sexto movimiento con “Denn wir haben hie keine bleibende Statt” con una enérgica descripción del juicio final, dotada de expresivos claroscuros y rematada con una conveniente intensidad coral en los versos apocalípticos finales.
Por su parte Katharina Konradi puso su luminoso timbre y fraseo lírico de gran calidad al servicio de una idiomática y sublime -como corresponde- “Ihr habt nun Traurigkeit”, cuya ternura y naturaleza maternal (especialmente en la cita de Isaías “Ich will euch trösten, wie einen seine Mutter tröstet”, “Os consolaré, como una madre consuela a su hijo”) componen probablemente la alusión más clara de la obra al recuerdo de Hersika Cristina Nissen, madre del compositor.
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