Discos
Knappertsbusch: The Opera Edition/The Orchestral Edition (2/3): 1954-7
Josep Mª. Rota
Durante la primera semana de abril de 1954, el trío Decca, “Kna” y los Wiener Philharmoniker empezaron su producción de grabaciones orquestales no wagnerianas. Los tres primeros días se dedicaron a la Tercera de Bruckner; los otros tres, al Cuarto concierto para piano de Beethoven.
Anton Bruckner: Sinfonía nº 3.
Ludwig van Beethoven: Concierto piano nº 4. Clifford Curzon. Wiener Philharmoniker.
Esta Tercera de Bruckner, como la Cuarta y Quinta de los años sucesivos, ha sido siempre problemática. Knappertsbusch, fiel a la tradición por encima de todo, ¿no iba a serlo en lo referente a Bruckner? Aquí sigue utilizando la versión de Franz Schalk de 1888/89. Este es el Bruckner, llámenlo espurio o trasnochado, que “Kna” aprendió y amó, sin plantearse jamás el revisionismo. La Sinfonía Wagner de Knappertsbusch tiene misterio, naturalidad, gracia y grandeza en sus cuatro movimientos. El tempo de “Kna” tiende a la ligereza y la batuta es en general flexible, para conseguir que la música fluya y crezca en los puntos culminantes. La coherencia interna es innegable. El sonido mono es muy bueno, sin saturaciones ni distorsiones.
Este Cuarto concierto de Beethoven es el único que grabó Curzon. En mi modesta opinión, se trata de una interpretación que puede codearse con las mejores, tanto por el solista como por el director. Se ha dicho que, después de grabar diversas tomas parciales los dos primeros días, durante la tercera sesión los intérpretes decidieron grabarla de un tirón y que fue esa toma, precisamente, la que se editó. Eso explica la espontaneidad y frescura de la interpretación, aunque también que algunos detalles, aquí o allí, parezcan descuidados. El sonido mono es más que aceptable.
Anton Bruckner: Sinfonía nº 4. Richard Wagner. Siegfried Idyll. Wiener Philharmoniker.
A finales de marzo de 1955 se retomó el proyecto de las sinfonías de Bruckner, como siempre, en la Grosser Saal de la Musikverein. Aquí Knappertsbusch utiliza la versión de 1888, revisada por Franz Schalk y Ferdinand Löwe, con los cortes en el Scherzo y el Finale. De acuerdo con su concepto, heredado de la tradición, la música fluye una vez más y avanza con fuerza interna, con un aire ciertamente romántico. Una vez más, “Kna” da aquí lo mejor de sí mismo. Aunque a los puristas les pueda resultar extraña, en su día, esta grabación recibió las mejores críticas. Aquí también, sonido mono considerablemente bueno.
Después de los habituales tres días de grabación para la sinfonía, el 1 de abril se dedicó a la grabación del Siegfried Idyll, con el que se iba a completar la cuarta cara del álbum. Una verdadera joya. “Kna” marca unos tiempos amplios, para que la cuerda cante con expresividad, como si de solistas se trataran, buscando y encontrando el carácter íntimo y bucólico. ¡Qué honda sensación de paz produce el gut gehalten (compás 259) antes de la entrada de la trompa y el posterior diálogo con el clarinete!
Richard Strauss: Don Juan, Tod und Verklärung. L'Orchestre de la Société des concerts du Conservatoire.
Decca ya había asentado sus reales en Viena; ahora quería hacer lo
mismo en París*. El proyecto pretendía grabar obras del repertorio con diversos
directores al frente de la Orchestre de la Société des concerts du
Conservatoire. En mayo de 1956, Decca le propuso a Knappertsbusch grabar dos
poemas sinfónicos de Strauss con dicha orquesta. En solo dos de las tres
sesiones previstas se grabaron dichas obras, tanto en mono como en un primigenio
estéreo, que es el que aquí se presenta. “Kna”, compañero de Skat de Strauss, con quien se tuteaba,
dominaba con maestría el arte de ese último epígono del Romanticismo. Su Don Juan es vigoroso y sensual.
La orquesta de París se muestra a un buen nivel, no solo por su peculiar sonido de las maderas (solos de oboe y clarinete), también por un poderoso y compacto metal (trompetas joviales). El emotivo programa de Tod und Verklärung no dejaba indiferente a Knappertsbusch, que consigue crear momentos de gran emoción, sin amaneramientos, con su característica habilidad en acumular tensión, para luego dejar respirar en la distensión.
Richard Wagner: Wesendonck Lieder; Lohengrin; Parsifal; Die Walküre. Kristen Flagstad. Wiener Philharmoniker.
La eminente soprano Kirsten Flagstad había reemprendido la carrera discográfica de después de la guerra con HMV. Con Furtwängler grabó en Londres el mítico Tristan und Isolde y no una sino dos “Inmolaciones de Brünnhilde”, en 1948 y 1952; pero también escenas de Parsifal y Lohengrin con Melchior (Edwin McArthur) y de Siegfried con Svanholm (Georges Sebastian). La filtración de los “agudos prestados” de Schwarzkopf disgustó de tal manera a la noruega que decidió no volver a grabar nada para HMV. Fue entonces cuando se volvió a Decca, que acogió a Flagstad como un regalo llovido del cielo. Decca se deshizo en atenciones para con la indignada soprano, empezando por editar y comercializar el Götterdämmerung de Oslo (Fjelstad), de valor más testimonial que nada. De la colaboración con Decca, aunque tardía y breve, quedan soberbios ejemplos del arte de Flagstad.
En mayo de 1956, Flagstad grabó en la Sofiensaal de Viena el mítico “Wagner Recital”: los Wesendonck Lieder y “arias” de Elsa, Kundry y Sieglinde, con Hans Knappertsbusch. ¿Quién sino? Flagstad iba a cumplir en un par de meses los 61 años, pero su voz seguía siendo poderosa, rica y envolvente. Knappertsbusch la acompaña con mimo: tiempos amplios para que la soprano pueda moldear su voz, respirar, frasear, apianar y crecer.
Los versos de Mathilde fluyen con emoción. La gran Isolde y Brünnhilde de su generación no frecuentó demasiado los papeles de Elsa, Kundry y Sieglinde, por lo que estos fragmentos ya tienen un elevado interés de por sí. Su Elsa no suena a niña inocente, pero Flagstad consigue frescura y brillo al lado de una orquesta que crece con ella en tensión o que le prepara con brillo argentino la narración de su sueño. Como Kundry, con una orquesta envolvente, Flagstad es la mujer que ha vivido todo lo que se puede vivir en una vida y más. Su Sieglinde, igual que un año después, suena madura; pero no olvidemos que la velsunga es una mujer que ha sufrido lo indecible y es aquí precisamente cuando lo tiene que revivir. La orquesta de Knappertsbusch narra la escena con todo detalle: la desesperación de la niña, el amor del padre por la hija, la furia de su mirada, la espada clavada en el tronco. ¿Alguna vez Wotan se hizo más presente en la orquesta que aquí?
Anton Bruckner: Sinfonía nº 5. Richard Wagner: Götterdämmerung Wiener Philharmoniker.
En la primera semana de junio de 1956, el productor Victor Olof citó de nuevo en la Sofiensaal a Knappertsbusch y a los Wiener Philharmoniker para continuar con las sinfonías de Bruckner; en este caso, la Quinta. Aquí “Kna” utiliza la versión de Franz Schalk publicada por Döblinger en 1896, estrenada por el propio Schalk en ausencia del compositor. No es este el lugar para discutir la legitimidad de dicha versión frente a las de Nowak o Hass. Ya quedó dicho que “Kna” seguía fiel a la tradición y, por encima de todo, a sí mismo.
La grabación permite apreciar el fraseo de “Kna”, su comprensión de la estructura interna de la sinfonía, que nunca languidece, y la sustancia de la música. Gracias al pulido estéreo, los poderosos clímax nunca suenan saturados o distorsionados. En el Finale, “Kna” utiliza los “once apóstoles” de manera gloriosa. Para completar la cuarta cara del álbum, se grabaron los dos enormes interludios de Götterdämmerung, conocidos como “Viaje de Sigfrido por el Rin” y “Marcha fúnebre”. Aquí sí que no hay discusión. Knappertsbusch está soberbio. La interpretación no está pensada en forma de concierto (“Wagner spectacular”), sino como partes de un todo, de una magna epopeya, donde los diversos motivos (el cuerno de Sigfrido, la fanfarria del oro, el trágico destino de los velsungos o la espada) aparecen en lógica concatenación.
Ludwig van Beethoven: Concierto para piano nº 5. Clifford Curzon. Wiener Philharmoniker.
Johannes Brahms: Akademische Festouvertüre c-Moll op. 80, Tragische Ouvertüre d-Moll op. 81, Variationen über ein Thema von Haydn op. 56a, Rhapsodie für Alt, Männerchor und Orchester. Lucretia West. Wiener Philharmoniker.
Justo un año después, los días 10 a 15 de junio de 1957 los dedicó al
Quinto concierto para piano de Beethoven y a obras orquestales de Brahms. Para el Concierto de Beethoven
estaba de nuevo Clifford Curzon. Esta vez, tanto Curzon como “Kna” y la
orquesta se benefician de un soberbio sonido estéreo. “Kna” propone un
concierto de gran aliento, con tiempos amplios una vez más, sin precipitaciones,
pero nunca pesado. Curzon y “Kna” se entienden a la perfección en el carácter
de la obra, ciertamente imperial.
El wagneriano y bruckneriano Knappertsbusch fue siempre un adalid de Brahms, seguramente por la formación con Fritz Steinbach. El disco Music of Brahms ofrece unos ejemplos muy pulidos de la música orquestal del compositor. Una Obertura académica ciertamente festiva, coronada con un gozoso Gaudeamus igitur; la Obertura trágica, acertadamente dramática; las Variaciones Haydn, de espíritu clásico. En la Rapsodia para contralto se disfruta de la voz de la afroamericana Lucretia West*.
Notas
1. El terrible teutón Hans Knappertsbusch había sido invitado a París en 1955. Además de conciertos sinfónicos en el Théatre des Champs-Elysées, en el Théâtre National de l'Opéra dirigió dos ciclos de 'Der Ring des Nibelungen'. En el ínterin, el supuestamente francófobo Knappertsbusch dirigió en el Prinzregententheater de Múnich la 'Louise' de Charpentier, una obra que apreciaba con especial cariño. Ítem más, Knappertsbusch sería nombrado pocos años después 'Chevalier de la Legion d’honneur'.
2. Lucretia West había cantado los 'Kindertotenlieder' con “Kna” en Berlín justo un año antes
Comentarios