España - Cantabria
Finales del Concurso de Piano de Santander (I): dos Primeros y un Tercero
Maruxa Baliñas

Llegar directamente a la final de un concurso es muy peligroso, porque -aunque la prueba de orquesta sea tan lucida y uno tienda a darle gran importancia- el concurso ya casi ha finalizado, los defectos y virtudes de cada pianista ya se han mostrado y el jurado seguramente tiene bastante claros sus favoritos. Hay que tener en cuenta que los concursantes que han llegado a esta final han dado dos recitales a solo con programas distintos y se han presentado acompañados del Cuarteto Casals haciendo música de cámara.
Ciertamente gran parte de su carrera profesional se basará en su capacidad para tocar junto a orquestas muy variadas y es una habilidad que deben adquirir. Pero también hay que tener en cuenta que un joven pianista a menudo ha tenido muy escasas posibilidades de tocar con orquesta, sobre todo estas obras tan 'de repertorio' que se le suelen confiar a pianistas mucho más curtidos ... y famosos. En la rueda de prensa previa al comienzo de las finales, un periodista algo indiscreto preguntó a los seis candidatos si ya habían tocado anteriormente sus respectivos conciertos -se entiende que en público y con orquesta- y aunque no fuera algo que les favorezca reconocer en público, hubo un par de pianistas que con sus gestos reconocieron que estas finales eran su 'debut' con estas obras.
Hubo más anécdotas en la rueda de prensa de esta mañana del 3 de agosto, cuando a todos los candidatos se les obligó a hacer declaraciones ante los periodistas -aunque sólo fuera hablar un poco de sí mismos- y mostrar cierta soltura ante la prensa. El Concurso Internacional de Santander ha ido mejorando a lo largo de sus cincuenta años de historia, y aunque yo sólo he asistido a las finales desde 2002 recuerdo todavía a algunos premiados que con un escaso -por no decir nulo- dominio del inglés fueron incapaces de contestar a las preguntas de los periodistas y de darse a conocer. En los tiempos actuales cualquier intérprete musical tiene que tener unos conocimientos más que mínimos de inglés y sobre todo ser capaces de relacionarse con los mass media (por eso el Concurso hace muy bien en enfrentarlos a esta experiencia), y los seis finalistas demostraron su capacidad de enfrentarse a las cámaras con 'salero'.
Centrándose en sus respectivas actuaciones de esta primera noche de finales, y con las salvedades antes mencionadas de desconocimiento de los candidatos, a los que sólo oí -y no a todos- en sus pruebas anteriores por internet pero no en directo, y a lo que se suma además el poco tiempo para reflexionar sobre lo que estoy escribiendo (puesto que lo hago nada más salir del concierto), esto es lo que puedo opinar.
El primer concursante fue Yu Nitahara (Japón, 1990), formado en la Universidad Nacional de Artes de Tokio y en el Mozarteum de Salzburgo con Pavel Gililov, quien presentó el Concierto para piano nº 1 en re menor op 15 de Johannes Brahms. Personalmente me gustó, pero creo que mi opinión es poco compartida porque sus aplausos fueron los más tibios de la velada y los comentarios de la gente a mi alrededor eran unánimemente negativos. Nitahara declaró por la mañana que como intérprete se sentía muy afín a Brahms y que de hecho en el primer recital a solo había tocado las Fantasías op. 116 y en la prueba de música de cámara el Quinteto en fa menor op. 34.
Tengo sin embargo ciertas dudas sobre que este Concierto de Brahms sea un buena elección para una final de concurso y los resultados parecieron confirmarlo. En primer lugar se trata de una obra donde el comienzo está a cargo de la orquesta, que hace una presentación amplia de los temas principales y del carácter de la pieza antes de que el pianista tenga la posibilidad de plantear su propia versión. De algún modo es la orquesta la que se impone al pianista y en diferentes momentos del Concierto de Brahms parece que el pianista es un acompañante de la orquesta y no a la inversa (el propio Brahms bromeaba al respecto en su correspondencia). Lógicamente un pianista con experiencia es capaz de reconducir la obra si no le convence el planteamiento del director, pero Nitahara -sin ser un novato en absoluto- aún no tiene este dominio y aunque hizo una versión muy personal no consiguió imponerla a González y la orquesta. El segundo problema de este Concierto brahmsiano es que es 'poco lucido', Brahms -aunque era un magnífico pianista- no se consideraba un virtuoso del piano y no le interesaba especialmente brillar y conquistar al público. Por comparación, el Concierto nº 3 de Prokofiev que tocó a continuación el otro pianista japonés (de madre francesa) Marcel Tadokoro resultó doblemente lucido.
Nitahara tiene un sonido muy limpio y un uso del pedal ligero, por lo que se oía todo a pesar incluso de las deficiencias acústicas de la sala. La Orquesta de RTVE comenzó demasiado lenta y con poca de la majestuosidad que pide este primer movimiento, lamentablemente la situación no mejoró y Nitahara fue el pianista peor acompañado de los tres de esta primera final. La orquesta lo tapó en muchos momentos, pero sobre todo le faltó el lirismo que exigía el planteamiento de Nitahara, quien no tiene un sonido demasiado potente y se mueve en un ámbito dinámico relativamente reducido (aunque la sensación que da es de mucha más variedad dinámica). Tuve la sensación además de que Nitahara tiene un defecto 'feo': tiende a frenarse a sí mismo precisamente cuando está empezando a 'dejarse llevar' por la música, como si temiera ser demasiado emotivo o personal, o no se fiara de sí mismo. El control, la coherencia, el cuidado del sonido son valores preciosos para un músico, pero tiene también que conocerse y reconocerse, y trasmitir ese autoconocimiento al público.
Su mejor movimiento fue el primero, que es también el más profundamente musical. Hizo una cadencia preciosa, donde se mostró bastante 'mozartiano', lo que contrastaba con el romanticismo de Pablo González y la RTVE. En cambio en el segundo movimiento Nitahara decayó, se desconcentró o se desanimó, y fue la orquesta quien más se lució mientras el pianista parecía ensimismado y por momentos bordeaba el aburrimiento: nuevamente la cadencia salió mucho mejor. Al tercer movimiento le falto algo de fuerza y de grandiosidad. Pero en cualquier caso, fue una versión correcta del Concierto de Brahms, digna de cualquier sala de conciertos, y que muestra a un intérprete que aún necesita mejorar algunas cosas, pero sobre todo adquirir experiencia.
Marcel Tadokoro (Japon, 1993), franco-japonés, reside en Francia desde los 18 años y allí se formó en el Conservatorio Superior Nacional de París y actualmente en la École Normale de Musique junto a Rena Shereshevskaya. Si nos atenemos a la opinión del público -por lo menos el de mi entorno-, Tadokoro fue el ganador de la noche. Creo que es el que tiene mejor preparado el concurso, en las primeras fases mostró virtuosismo en abundancia -a lo largo de los dos recitales a solo se 'ventiló' los Tres movimientos de Petrushka de Stravinsky, las Variaciones sobre un tema de Corelli de Rachmaninov y Gaspard de la nuit de Ravel- y su elección del Concierto nº 3 de Prokofiev para la final fue un gran acierto.
Prokofiev compuso esta obra precisamente para su presentación en Chicago como pianista y compositor, y era consciente de que si quería ganarse la vida en un momento en que EEUU y Europa Occidental estaban 'invadidos' de rusos huidos de la Revolución de 1917, era necesario 'arrasar'. En este Concierto es el pianista el que empieza -y a lo grande- e impone su versión a la orquesta, que tiene que seguirlo. Tadokoro planteó un primer movimiento quizás excesivamente acelerado, tanto que él mismo tuvo ciertas dificultades para mantenerlo, pero sobre todo tuvo que renunciar a la limpieza de sonido que había sido el gran valor de Nitahara, de hecho en momento puntuales -a menudo en escalas o momentos de transición sin importancia- tuvo que ayudarse con el pedal para 'emborronar' y que no se le notaran los defectos.
Tadokoro estuvo suelto en sus relaciones con la orquesta y consiguió un acompañamiento mucho mejor que el de Nitahara. Aunque miraba mucho al director, parecía sentirse bastante libre para jugar / tocar (¿por qué el español es casi el único idioma que separa ambos conceptos, frente al play inglés, el giocare italiano, o el jouer francés?) y los resultados fueron brillantes. ¿Cuál es entonces el motivo de que no me convenciera?: pues que su versión me pareció poco personal, su visión de Prokofiev cargada de tópicos (sarcasmo, enfant terrible, disonancia moderada, falsa ruptura con la tradición, etc.), su sonido descuidado, sobre todo en comparación con Nitaharo, y le faltaba ese algo tan difícil de describir que podríamos llamar 'profundidad' o 'trascendencia'. Insisto en que Tadokoro puede -a falta de escuchar a los tres pianistas de mañana- ser el ganador del Concurso de Santander.
La velada se cerró nuevamente con el Concierto para piano nº 1 en re menor op 15 de Johannes Brahms, en esta ocasión a cargo de Matyás Novák (Chequia, 1998). Dos cosas saltaron a la vista inmediatamente: al público le gustaba, le aplaudió mucho al terminar e incluso se escuchó algún bravo; y la Orquesta de RTVE le acompañó mucho mejor. Posiblemente este mejor acompañamiento se debió simplemente a que como la orquesta tocaba la obra por segunda vez en la noche les salió más ajustada (aunque los solos de trompa fueron mejores con Nitaharo) y a que Novák se adaptaba mejor a la orquesta. En general Novák parece tener bien preparada la dinámica de un concurso y aunque en las tres primeras fases no hizo tanto virtuosismo con Tadokoro, se lució con un Carnaval de Schumann, una Sonatina de Ravel y el mismo Quinteto de Franck que también había tocado Tadokoro en la prueba de cámara con el Cuarteto Casals.
En la rueda de prensa de la mañana Novák comentó que uno de los motivos para elegir este Concierto de Brahms fue en recuerdo de su abuela, en cuya casa preparó este Concierto (él vive en un apartamento donde no puede estudiar, recordemos que los pianos abultan mucho y hacen mucho ruido a los vecinos) antes de que ella falleciera. Poco hubo sin embargo de sentimental en su versión de Brahms, y sí en cambio buen fraseo, dinámicas variadas, y una direccionalidad y un impulso que contrastaba con el relativo ensimismamiento de Nitaharo. En el primer movimiento mostró escasa personalidad y un sonido no siempre cuidado, pero en el segundo y tercer movimientos consiguió encandilar al público como no lo había hecho Nitaharo, incluso aunque la orquesta le tapara a menudo y no siempre consiguiera ser coherente en su planteamiento. Tuve además la sensación de que Novák se cansaba y fue perdiendo interés (aunque a lo mejor la cansada era yo), y de hecho en el tercer movimiento abusó un poco de la gestualidad y cometió un pequeño error de notas, aunque en sus solos del tercer movimiento tuvo algunos momentos brillantes.
Sólo me queda añadir que la sala estaba bastante llena, que el público parecía más implicado que en un concierto convencional, opinando abundantemente e incluso compartiendo opiniones con desconocidos, y que aunque la acústica de la Sala Argenta es mala -o peor- y la orquesta de RTVE me decepcionó un poco (les he escuchado conciertos bastante mejores), el resultado final fue muy positivo.
Mañana espero poder comentarles los tres pianistas restantes, Xiaolu Zang (China, 22 años) con el Concierto para piano nº 1 de Chaicovski, Domonkos Csabay (Hungría, 31 años) con el Concierto nº 3 de Bartók, y Jaeden Izik-Dzurko (Canadá, 22 años) con el Concierto nº 3 de Rachmaninov. Y -como es evidente- el título de esta reseña alude exclusivamente a que se tocó dos veces el Concierto nº 1 de Brahms y en medio el Concierto nº 3 de Prokofiev, en modo alguno pretendo hacer 'futurología'.
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