España - Madrid
A corazón abierto
Germán García Tomás

Es indudable que Maria
Y parece que la casualidad –o quizá la causalidad- ha sido
la que ha determinado que se representara un nuevo espectáculo sobre este icono
de la ópera, tras aquel otro –Diva- que
pudimos ver en febrero del año pasado en los Teatros del Canal firmado por
Albert
Víllora nos presenta aquí a Bruna como la voz consoladora de una mujer en horas bajas que se enfrenta a los fantasmas del pasado y que a su pesar se refugia de esa abrumadora prensa que la asola en el exterior fabulando continuamente sobre su vida privada, pues la soprano los censura al considerarlos los creadores del mito sobre su persona, los cronistas de un sinfín de mentiras y falsedades, los forjadores de una leyenda que aún está viva, y que pedirá a su criada, en una enfermiza obsesión por la imagen que se realice de ella tras su desaparición, que sea la embajadora de su memoria, la verdadera y real.
El cantante y actor
Son instantes breves de dicha en esa crónica de una vida que
en un momento dado la criada, a petición de la cantante, se apresta a su diseño
hagiográfico, desde los comienzos de esa niña nacida en Nueva York que tan
pronto viaja a Atenas para empezar su formación y cuyo talento en ciernes y sus
pequeños escarceos con el canto es motivo de envidias en su patria. Esa niña
acomplejada por su peso que aspira a ser como su hermana, mucho más agraciada
físicamente. Bruna procurará no censurar nada de las decisiones que la soprano
tomó a lo largo de su vida, y justifica a la griega en el momento más álgido
dramáticamente de toda la función, cuando se rememora a Onassis y la perdición
que supuso para Maria, donde ella se lanza desconsoladamente al llanto
reprochando a su criada y a todo su entorno de entonces que no la alertaran sobre
el peligro de ese coleccionador de amantes como si de trofeos se tratase. Bruna
la consuela explicándole que fue la ceguera del amor la causa de que se
entregara en brazos del armador y dejase de lado su arte. Y aunque revele en
tono jocoso hacia su confidente las motivaciones sexuales que le llevaron hasta
Aristo, Maria, la personalidad griega más famosa que él en el mundo, lo tiene
claro, no se puede buscar el amor y la felicidad fuera del propio arte. Porque
la Divina, como la Floria Tosca que tanto interpretó sobre el escenario, vivió primeramente
para el arte.
Un arte del que algunos quisieron aprovecharse para llevarse
muchos beneficios, como en acalorada exclamación la Callas hace ver a Bruna,
cargando contra su primer esposo Giovanni Battista
En una función donde las emociones a flor de piel y las confesiones a corazón abierto prevalecen durante algo más de una hora de duración, la excelente actriz Mabel del Pozo –a quien vimos en el estreno de Las horas vacías de Ricardo
- realiza un retrato verosímil, intenso y un punto descarnado, muy contrastado, de Maria Callas, en absoluto histriónico ni exagerado, con un tono donde se alternan la indolencia, la indiferencia y el sufrimiento.Anabel Maurin es el contrapunto perfecto
a la fuerte personalidad y entrega de Del Pozo, aportando docilidad y mansedumbre
a los arrebatos y a los comentarios despectivos y trágicos de su empleadora. Maria
encontrará al final en este Sfogato en
diálogo directo a su alter ego musical, la Callas, el mito vivo que canta, pues
la extensa conversación entre ambas mujeres se alterna con la interpretación de
emblemáticas arias operísticas en las que brilló la Divina y que hicieron de
ella una soprano todoterreno (Gianni
Schicchi, Carmen, Manon, Sansón y Dalila, Tosca o Norma) a cargo de la soprano Eva Marco, de
voz de cálido registro y generoso agudo, amplificada y excelentemente caracterizada
para la ocasión por el vestuario de Sabina Atlanta, tal y como la vemos en los
documentos videográficos de sus recitales, acompañada aquí con brillantez al
piano por Natalia Belenova. Todo un delicado y refinado retrato de la Maria
Callas más frágil y a la vez más sincera el que nos presentan Víllora y Frías,
una mujer que sufrió tanto como sus heroínas en el escenario y que por encima
de todo siempre vivió para amar.
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