Alemania
Bayreuth 2022Bayreuth: Ocaso y banalidad
Agustín Blanco Bazán
Al final de este Ocaso el público recibió al equipo de producción con el abucheo más generalizado y agresivo que recuerdo haber escuchado en Bayreuth. ¿Pero por qué? Veamos. En el prólogo, las nornas atormentan a un personaje creado por el regisseur, el hijo de Sigfried y Brunhilde, que duerme en la camita que en La Walkiria ocupaba Sigmundo cuando era chiquito y jugaba con su hermana melliza. (Recuerde el lector que al reseñar La Walkiria le advertí que, en la canción de la primavera, Sigmund y Sieglinde sueñan que están en sus dormitorios contiguos cuando eran niños).
Al comienzo del primer acto Siegfried y Brünhilde se despiden como dos embroncados a punto de divorciarse, pero Siegfried se lleva a Grane que ¿recuerda el lector?, no es un caballo sino el fiel servidor de Brünhilde. Inquietantemente premonitorio es el hecho que Gunther reciba a Siegfried con una “T shirt” con la inscripción de “Who the fuck is Grane? (¿Quién carajo es Grane?). Mientras Siegfried se hace amigo de Gunther y Hagen, Grane es torturado, y aparece finalmente asesinado sobre un carrito como si fuera una res de ganado.
El segundo acto tuvo algún remoto parecido con una ópera hecha en serio. Hagen que, recordemos, es el niño que raptó Alberich como si fuera el oro del Rhin, descarga su bronca contra un punching ball y la confrontación final de Brünhilde, Hagen y Gunther sigue los cánones normales, salvo por los manipuleos a que es sometido el hijo de Sigfried y Brünhilde.
Pero, ¿qué hay dentro de esa bolsilla de supermercado que Gunther acarrea en todo momento? Respuesta: ¡pues la cabeza de Grane, que al final de la obra Brünhilde besa como si fuera Salome antes de acostarse a morir al lado del cadáver de Siegfried! Todo el tercer acto transcurre en el fondo de una piscina vacía, porque ¿recuerda el lector?, es al borde de una piscina que Alberich raptó al nene que reemplaza al Oro del Rhin y después terminó siendo Hagen. ¿Y el hijo de Siegfried y Brünhilde? Pues al final se rajó sin mayores explicaciones, luego de tratar de reavivar a su papá durante la marcha fúnebre.
El segundo gran abucheo de la noche fue cosechado por Irene Theorin, que a pesar de su empeño y sus poderosos agudos cantó estridentemente y afectada por un constante vibrato que arruinó la escena final. Y también cosechó una silbatina de una parte importante del público el director de orquesta, que dirigió correcta pero superficialmente. Antes de comenzar la obra un cachondo empleado del festival salió entre las risas del público a decirnos que como Stephen Gould tenía laringitis, habían tenido que interrumpir las vacaciones italianas de Clay Hilly, el tenor que había cantado Siegfried en el Anillo de la Deutche Oper de Berlín. En la emergencia Hilly cantó aceptablemente, con voz robusta y pareja, y notorias dificultades para posicionarse en una escena caótica. Elisabeth Teige, la Freia de El oro del Rhin reapareció como una excelente Gutrune, y Christa Mayer cambió su Fricka por una similarmente efectiva Waltraute.
Conclusión: la única línea coherente seguida en este Ocaso y esta tetralogía es la del desquicio total y absoluto de la relación entre la palabra y la música perpetrada por una dirección de escena pueril. Este fue un Anillo sin magia, emociones, sentido épico o consistencia dramática. Fue un Anillo sin oro, sin Rhin, sin casco, sin espada y sin lanza, sea esta de Wotan o de Hagen. La ocasional aparición de una manopla parecida a un anillo, una espada y un sombrero como casco fue un truco ocasional para apoyarse en algo, en medio de un movimiento escénico idiótico. La idea de hacer un Anillo al estilo de saga televisiva en un mundo de mafiosos hubiera tal vez resultado si el regisseur hubiera tenido el talento de los creadores de The Sopranos. Pero no fue este el caso de Valentin Schwarz.
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