España - Madrid
Bate fado
Maruxa Baliñas
Una propuesta a priori atractiva la ofrecida por los Veranos de la Villa de Madrid: fado bailado. Si bien el fado es la música portuguesa más popular, yo -como gran parte de los aficionados- ignoraba la existencia del fado bailado. El resultado sin embargo no fue el esperado. La propuesta de Jonas & Lander no es de recuperación de una tradición perdida, sino que tiene un alto porcentaje de creación y de fusión. Eso podría funcionar muy bien si se tratara de un género bien conocido en el que se agradecen las novedades y actualizaciones, pero resultó confuso al basarse en algo que en la práctica no conoces y cuyos códigos no acabas de entender, o -peor aún- estás creando tus propios códigos sobre un terreno pantanoso y por tanto sumamente inestable y propenso a los derrumbamientos.
Internet, tan útil en otros casos, no sirve sin embargo de mucho, puesto que a la búsqueda de "fado bailado" responde mayoritariamente con referencias a Rão Kyao y su mítico disco Fado bailado (1983, primer disco portugués en llegar a disco de platino), donde interpreta al saxofón fados, algunos de Amalia Rodrigues. Evidentemente la idea de que 'el fado se baila' transita por la música portuguesa, puesto que también Mariza se planteó titular así uno de sus discos y varios autores han compuesto canciones con títulos semejantes o alusivos.
Pero el misterio de cómo se baila un fado era desconocido para mí y tras ver a Jonas & Lander lo sigue siendo. En un determinado momento del espectáculo se presenta un interesante vídeo donde algunas personas hablan sobre que el fado se bailaba y sus propios recuerdos, pero -como es habitual- lo hacen desde una perspectiva ahistórica. Lo grave es que también Jonas & Lander optan por esta perspectiva ajena a la historia y los datos objetivos, incurriendo en obvios anacronismos, como el de datar a finales del siglo XIX la desaparición generalizada del fado bailado, cuando a juzgar por lo visto en este espectáculo parece evidente que a finales del siglo XIX es cuando nace, no cuando desaparece.
Jonas & Lander parten del planteamiento -repetido en la información escrita sobre este espectáculo- de que
A semejanza de la mayoría de las corrientes musicales populares, como la samba o el flamenco, el fado también tenía sus propias danzas [...] En Lisboa, la forma que tuvo la mayor expresión fue el Fado Batido, una danza basada en un claqué enérgico y virtuoso.
Pero ni el flamenco ni el samba -de la historia del fado poco sé, pero parece lo mismo- son géneros populares tradicionales, sino música urbana, aparecida en las ciudades coincidiendo con el nuevo público creado por la Revolución Industrial y sus propias y peculiares demandas de ocio. De hecho, cuando se consulta Wikipedia, se habla simultáneamente de su 'origen misterioso' y de que "Se cree que nació en los barrios alrededor del puerto de Lisboa, entre clases pobres, marineros, obreros, rufianes, chamiceras, gente bohemia de Alfama, Barrio Alto y otros", o sea, música urbana. Es más, si el 'fado batido' se basa en el claqué, como ellos mismos reconocen, su datación histórica y su genealogía son bastante obvias.
No suelo meterme en estas disquisiciones cuando hago una crítica de un espectáculo, pero es que este punto de partida mezclando recuperación de la tradición con ideas esencialistas sumamente discutibles cuando no erradas, lastra lo que de otro modo hubiera sido una propuesta interesante.
Y de hecho, cuando empecé a dejar de intentar entender lo que veía y de 'aprender', Bate fado me resultó un espectáculo sencillo aunque algo naif, que necesita pulirse mucho más pero es atractivo y relativamente original. Hay ideas, una finalidad manifiesta -la recuperación del fado batido-, influencias diversas bien integradas, numerosos detalles encantadores, y un evidente trabajo.
En principio el conjunto no es demasiado complicado, cuatro músicos de cuerda que realizan todo el acompañamiento musical pero que también cantan y bailan ellos mismos, y no lo hacen nada mal; a ellos se unen cinco bailarines -entre los que están los dos líderes del grupo, Jonas y Lander Patrick- que también cantan y en ocasiones contribuyen al acompañamiento musical. En el apartado 'voz' sólo figura en el programa Jonas, pero como todos cantan, en realidad está muy bien cubierto.
La coreografía es sencilla, pero funciona: bajo una especie de pérgola abierta se van situando los tañedores, ante ella se canta y se baila, las sillas se van moviendo de sitio, poco pero suficiente para mantener la atención. Ocasionalmente aparecen otros elementos -una especie de cruz negra hecha con globos, algún juego de luces, unas máscaras, un disfraz de animal- pero sin llegar a constituir una narración o símbolo significativo. En cambio los pasos del fado bailado acabaron haciéndose repetitivos, porque se limitaron exclusivamente al 'Fado Batido', o sea el taconeo y eso, por más interesante que sea, no llega para cubrir dos horas largas de espectáculo.
Dejando aparte esta necesidad de ampliar el espectáculo con otros elementos para evitar ese poco de tedio que asoma tras los primeros 80 o 90 minutos, todos los participantes, tanto músicos como bailarines, demostraron conocer muy bien el fado, se movieron con gran soltura y agilidad, participaron en el conjunto y no dudaron en ser protagonistas momentáneos. Y los fados tocados y cantados fueron preciosos, incluso el añadido de una versión muy lograda de María la Portuguesa de Carlos Cano.
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