Alemania

Senta ya no juega a ser pirata

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 14 de septiembre de 2022
Der fliegende Holländer, régie de Roman Hovenbitzer © 2022 by Stutte / Krefeld Der fliegende Holländer, régie de Roman Hovenbitzer © 2022 by Stutte / Krefeld
Mönchengladbach, domingo, 4 de septiembre de 2022. Theater Mönchengladbach. “Der fliegende Holländer“ (El holandés errante), ópera romántica en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner (forma parte del Canon de Bayreuth), inspirada en las “Memorias del señor de Schnabelewopski“, de Heinrich Heine, estrenada en el Königlich Sächsisches Hoftheater, de Dresde, el 2 de enero de 1843. Régie Roman Hovenbitzer. Escenografía Roy Spahn. Vestuario Mechthild Seipel. Dramaturgia Ulrike Aistleitner. Intérpretes: Daland, un navegante noruego (Matthias Wippich), Senta, su hija (Ingegjerd Bagøien Moe), Erik, un cazador (Ralph Ertel), Mary, aya de Senta (Eva Maria Günschmann), el timonel de Daland (Woongyi Lee), El holandés (Johannes Schwärsky), Senta, de niña (Klara Raeder). Coro y coro extra de la ópera de la Comunidad de Teatros de Krefeld y Mönchengladbach, preparado por Maria Benyumova y Michael Preiser. Extras de la Comunidad de Teatros de Krefeld y Mönchengladbach. Orquesta Niederrheinische Sinfoniker. Director Mihkel Kütson. 100% del aforo.
0,0007402

La puesta de Roman Hovenbitzer, aventajado alumno de Götz Friedrich en la Escuela de Arte dramático de Hamburgo, es casi cinematográfica y cautiva de inmediato al público que acudió en masa para ver esta nueva producción de El holandés errante, de Richard Wagner, con la que el Teatro de Mönchengladbach abrió a lo grande la temporada 2022 / 2023, bajo la batuta de su director musical principal Mihkel Kütson.

Las dos horas y media de la representación transcurren tan rápidamente que uno se olvida del tiempo, presenciando la intensa acción sobre el escenario (Roy Spahn) con atmósfera y vestuario marinos (Mechthild Seipel). 

Hay color, telones transparentes, vídeos, un camarote con su mobiliario y la cubierta de un barco oxidado (a punto de chatarra) con ojos de buey, a través de los cuales se ve el mar, a veces sereno, otras veces agitado.

Este es un más que excelente ejemplo, que oscila entre el realismo y lo onírico, de cómo se puede representar una obra de Wagner de forma atractiva y musicalmente muy convincente, sin caer en las nefastas versiones que nos presenta Bayreuth en la era de Katharina Wagner, cuya calidad va anualmente de mal en peor.

Hovenbitzer hace lo imposible por presentar una imagen moderna de Senta (Ingegjerd Bagøien Moe), lo consigue en algunas buenas escenas, pero menudea la tensión en su trabajo, porque choca contra la propia y archiconocida postura del compositor ante la Mujer, así, con mayúsculas. Baste evocar el matrimonio (1836) de Wagner con la actriz Wilhelmine “Minna“ Planer, plagado de no pocos conflictos; una relación tormentosa, con muchos arrebatos del celoso y posesivo compositor, que terminaría con la fatal autodestrucción de ella.

Al igual que Planer, la madre de Senta tiene que soportar las aventuras extramaritales de Daland (Matthias Wippich), en este caso con el aya, Mary (Eva Maria Günschmann), de su hija. 

Por fortuna, Wagner escribió una larga obertura para su pieza, que es aprovechada por la régie para presentar el caso muy gráficamente. De niña (Klara Raeder) a Senta le encantaba disfrazarse de pirata, contrariando la opinión de su padre, quien quería forzarla a jugar con muñecas, como toda chica normal que se prepara para ser esposa y ama de casa (¿me sigue usted, amiga lectora?).

Ingegjerd Bagøien Moe. © 2022 by Stutte / Krefeld.Ingegjerd Bagøien Moe. © 2022 by Stutte / Krefeld.

La madre, más abierta a la modernidad, muere y Senta pierde a su única aliada. La historia se desliza con fluidez al ritmo de la música, exquisitamente interpretada por la orquesta Niederrheinische Sinfoniker, dirigida por Kütson. A la niña se la ve frecuentemente, incluso cuando Senta se ha convertido ya en una joven mujer, también con atuendo de pirata. No ha cambiado demasiado y se resiste a asumir el papel que le asigna su padre.

Cualquier semejanza con aspectos de la vida privada de Wagner no es pura casualidad. Daland es el navegante noruego emprendedor que hace el negocio de su vida vendiendo, a su hija al oscuro, pero adinerado holandés errante (Johannes Schwärsky), por lo menos dos siglos mayor que ella, desde el punto de vista mental.

«Der fliegende Holländer», régie de Roman Hovenbitzer. © 2022 by Stutte / Krefeld.«Der fliegende Holländer», régie de Roman Hovenbitzer. © 2022 by Stutte / Krefeld.

Senta cree ver en él, empero, el contramodelo antiburgués; al principio las cosas marchan bien, pero la relación se va deteriorando después y la atmósfera se torna alienante. La joven evoca todos estos hechos mirando a través de un telón transparente, mientras las imágenes de vídeo hacen partícipes de sus reflexiones a los espectadores. Los extras (la tripulación) llevan chalecos salvavidas ante el temor de que sobrevenga una tormenta. El mar, con todos sus sutiles y manifiestos simbolismos, desempeña un importante papel en ests escenificación de Hovenbitzer.

Senta y su niñez van tomadas de la mano; a veces se abrazan buscando consuelo. Cuando se prueba el vestido de novia para la boda con el vejete holandés, todas las jóvenes que la acompañan parecen volverse locas por casarse.

«Der fliegende Holländer», régie de Roman Hovenbitzer. © 2022 by Stutte / Krefeld.«Der fliegende Holländer», régie de Roman Hovenbitzer. © 2022 by Stutte / Krefeld.

El tercero y último acto se torna algo complicado; el pirata holandés se vuelve súbitamente un personaje moderno. Pero a Senta no le cae bien esto, no se corresponde con su principio de mantener “la lealtad hasta la muerte“. Los invitados a la boda le parecen ahora fantasmas. Visten elegantes atuendos, pero están fuera de lugar.

Se podría pensar que el casamiento con la joven podría asegurar al viejo (y canalla) marino su salvación. Pero Wagner es Wagner y su música no se aviene a esos cuentos de hadas con final feliz. La escena del coro (preparado por Maria Benyumova y Michael Preiser) es espléndida. Los contrastes entre filibusteros noruegos y holandeses han quedado superados. Todos son ahora filisteos misóginos. Senta, enfadada, arroja el velo de novia al suelo y se marcha con su otro yo.

La soprano Ingegjerd Bagøien Moe tiene grandes momentos, tanto en los arrebatos como en los suaves, hermosos y matizados cantos. El abominable Holandés errante de Johannes Schwärsky es sobresaliente. El Daland encarnado por Mathias Wippich despliega bellos y afirmativos tonos. Ralph Ertel en el papel del cazador, Eva Maria Günschmann en el del aya Mary, y Woongyi Lee en el del timonel completan el excelente elenco. Klara Raeder interpreta con gran entrega a la niña Senta.

La orquesta, al mando de Mihkel Kütson acompaña a los cantantes con precisión, claridad, transparencia y brillo. Todos se sienten muy bien respaldados por el colectivo musical; el coro suena imponente, grandioso. No se tapan sonoramente. Kütson dirige con acierto esta ópera romántica que adquiere una dimensión casi cósmica, no solo por el desencadenamiento de los elementos, sino también por las tormentas interiores que agitan a los protagonistas.

«Der fliegende Holländer», régie de Roman Hovenbitze. © 2022 by Stutte / Krefeld.«Der fliegende Holländer», régie de Roman Hovenbitze. © 2022 by Stutte / Krefeld.

La historia del fatal destino del marinero errante que solo puede desembarcar cada siete años y está condenado a un amor imposible, así como sus imágenes musicales y figuras vocales transcurren con diafanidad. Hay mucha emoción tanto sobre el escenario como en el foso y el público lo agradece con estruendosas y prolongadas ovaciones al cierre de esta excelente velada operística. El arte de ambientar y crear una atmósfera es aquí incuestionable.

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.