España - Madrid
Ligeti 2023El Requiem de Ligeti y el legado de José María García de Paredes
Xoán M. Carreira

En las cinco décadas que llevo escuchando a la Orquesta y Coro Nacionales de España no recuerdo ninguna otra ocasión en la cual haya experimentado el grado de intensidad interpretativa alcanzado por este Requiem (1963-65) de György (1923-2006) que inauguró esta temporada 2022/23 de la OCNE.
La diosa Fortuna propició una conjunción de elementos que permitieron que se alcanzase un estado de gracia muy infrecuente que -cuando se produce- conmociona a todos los asistentes, público e intérpretes. Lo más parecido que recuerdo fue en la inauguración de la temporada 2005/06 de la OCNE- con la interpretación del (1962) de Benjamin Requiem , una obra íntimamente emparentada con el de Ligeti.
Ambos creadores eran agnósticos y profundamente espirituales, heridos por las experiencias bélicas y tiránicas que marcaron sus biografías, y conmocionados por la aparente inminencia de una guerra nuclear en los momentos en los que coincidieron y produjeron sus respectivos Requiems.
A menudo las diferencias estilísticas -más aparentes que reales- entre Britten y Ligeti han invisibilizado el gran paralelismo anímico, conceptual, estético, político y retórico entre ambas obras crepusculares, que no puedo dejar de relacionar con otro monumento de espiritualidad, A Love supreme (1965) de John , grabado en EEUU cuando se producía un recrudecimiento de las luchas raciales, la guerra de Vietnam y las revueltas estudiantiles.
Los coros de la Comunidad de Madrid, Sociedad Coral de Bilbao y Coro Nacional de España se convirtieron en un solo organismo, una única respiración que consiguió una dinámica prodigiosa tanto en su enorme amplitud como en los más mínimos matices. La ONE por su parte se lució muy por encima de sus sobresalientes calidades habituales. Antonio González Alonso y Alfonso Martín González, los dos estremecedores bajos del Coro Nacional de España, exhibieron unas profundidades vocales y expresivas dignas de un gran cantante litúrgico ortodoxo. Barbara y Jenny Daviet alcanzaron el envidiable grado del máximo decoro, lo que en Daviet es aún mayor mérito pues su timbre vocal tiene a priori algunos conflictos de empaste con el color general del Requiem.
David
Las aclamaciones del público fueron apoteósicas. Nunca antes había visto llorar a nadie entre el público del Auditorio Nacional y en el descanso -camino de los lavabos- escuché constantemente comentarios emotivos.
Sin la menor duda, Afkham deseaba inaugurar la nueva temporada postcovid con un "programón" memorable. En la segunda parte el escenario del Auditorio Nacional, ya sin los coros, volvió a atiborrarse de músicos para interpretar Eine Alpensinfonie (1915), el último poema sinfónico de Richard Strauss que, a menudo, se considera el "canto del cisne" del género ... sin reparar en que dicho género sigue gozando de plena vitalidad reconvertido en unas maravillosas BSO cinematográficas que no han cesado de beber en el inagotable manantial straussiano. Como toda creación "crepuscular" que se precie, Eine Alpensinfonie es una obra espectacular, incluso excesiva, cualidades transmitidas a sus hijos más preclaros como Lost Horizon (1937) de Dimitri Tiomkin, Gone with the wind (1939) de Max Steiner, The Magnificent Seven (1960) de Elmer Berstein, o Star Wars (1977) de John Williams.
La ejecución clara, discursiva, minuciosa que Afkham y la ONE nos ofrecieron de Eine Alpensinfonie solo puede ser calificada de modélica. Pero una ejecución modélica no implica necesariamente una interpretación sobresaliente, solo demuestra que el director y la orquesta son competentes y que han realizado un buen trabajo en los ensayos. Afkham nos ofreció una versión apacible del paseo por los Alpes, e incluso la tormenta pareció un incidente anecdótico adecuado para contar, de regreso, en la taberna ante una gran jarra de cerveza. La total ausencia de espectacularidad creó un fuerte contraste con la intensa interpretación del Requiem, indujo la pérdida de atención, el desinterés y, por momentos, el aburrimiento. Lo cual, cuando suena Eine Alpensinfonie, es un serio problema. Toda la magia de la primera parte se había evaporado, solo quedaba la generada por la magnífica acústica de la sala.
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