Italia
Un trío de artistas italianos jóvenes
Anibal E. Cetrángolo

Después de la pausa veraniega, el teatro veneciano propuso de forma muy encomiable este Il Trovatore (la
única de las óperas de la llamada ‘trilogía popular’ que no fue estrenada en la
Fenice: la ópera vio la luz en Roma en 1853) con un trío de artistas italianos
jóvenes. Los tres debutaban en esta ocasión en sus respectivos -y comprometidos-
papeles. Fueron la soprano
Francesca Dotto, el tenor Antonio Poli y el barítono Mattia Olivieri quienes,
respectivamente, han afrontado las responsabilidades de Leonora, Manrico y el
Conde de Luna. En la representación que presencié, la del 23 de septiembre,
Francesca Dotto estaba indispuesta y el rol fue cubierto por Chiara
Isotton.
No fue este Il Trovatore del siglo pero resultó muy digno, y fue realizado con un
fervor verdiano alimentado por la juventud de los cantantes y por el vigor del
director musical, otro joven: Francesco Ivan Ciampa. De los papeles centrales,
la única no italiana fue la artista rumana Carmen Topciu, que cantó Azucena.
Este Trovatore fue presentado en la versión escénica del regisseur
Lorenzo Mariani, y los decorados y vestuario eran de William Orlandi. Se trata
de una producción nacida en Parma en 2010, que ahora se presenta en la Fenice después
de haber circulado por diferentes escenarios europeos y asiáticos.
La puesta fue, como se acostumbra a decir ahora, minimalista. En la escena
se veían solo dos o tres mesas y algunos bancos muy simples. Estos elementos
fueron distribuidos, en cada escena, de forma variada. A veces alternando
colores y alguna vez -obviamente en la escena final- desordenados. Hubo efectos
de proyecciones discretos en el fondo. Como otro elemento escénico se contó con
algunos candelabros que se multiplicaban en escenas como las del convento o la
del himeneo de Manrico y Leonora.
El vestuario fue también muy elemental. Predominó el negro; los gitanos -que
coincidían con los secuaces de Manrico- apenas lucían un pañuelo rojo en la
cabeza. También los solistas fueron vestidos de manera muy discreta. Ante tanta
economía de medios, las luces fueron importantes y muy bien utilizadas. Los
movimientos, sobre todo los del coro, resaltaban el orden y la simetría, tal
vez excesiva en la escena del coro del yunque. El resultado convenció. Fue
eficaz en su esencialidad y en su alejamiento de lo anecdótico.
El prólogo inicial mostró un Ferrando -Simon Lim- de voz sonora, segura, con algún vibrato excesivo, en una interpretación
que no fue banal.
Escuchamos después a la protagonista femenina, Chiara
Isotton, que encarnó una Leonora con hermoso fraseo lirico. Esta
artista tiene una voz hermosa, cálida, y fue muy expresiva en su ‘Tacea la note
placida’. Sus agudos son, lamentablemente, ásperos y la cabaletta siguiente
evidenció, por supuesto, aún más estas dificultades: algunas notas fueron
demasiado abiertas.
En seguida escuchamos al conde de Luna de Mattia Olivieri. Olivieri es un
excelente cantante. Su voz da lo mejor de sí en los momentos de vocalidad
llena. En el centro, sobre todo cuando se trata de cantar piano, la emisión
pierde redondez y la afinación se resiente. De todas maneras resultó un muy
buen Conde de Luna, muy comprometido expresivamente tanto en lo vocal como en
su gestualidad.
Algo similar se podría decir del tenor Antonio Poli. Su Manrico fue excelente pero convence más en el momento spinto. Su agudo
es bien plantado. No tiene dificultades en aquella zona que para la mayoría es
tan comprometida.
Estas premisas que se ofrecieron en el comienzo de la opera garantizaron un
excelente trio en el momento del conflicto -‘Di geloso amor sprezzato’-
y allí la orquesta tuvo momentos de refinada elegancia.
La Azucena del reparto, Carmen Topciu, es una notable intérprete, muy solvente en su vocalidad llena y dueña de la escena. Sus agudos no convencen siempre. A pesar de algunos momentos crispados en aquella zona del registro, hizo posible escuchar un excelente dúo con Manrico. Ambos cantantes aprovecharon a veces finales de frase en notas cómodas para exasperarlas en longitudes inusitadas (‘Sul capo mio le chiome sento rizzarsi ancor!’).
El celestial momento verdiano, el ‘Mal reggendo’ de Manrico, fue excelente y
de aquí en adelante disfrutamos un espectáculo vibrante. Olivieri mostro un
bellísimo ‘Il balen del suo sorriso’.
En este momento debo decir que cuando escucho Verdi, hasta en esta ópera
que me sé de memoria, siempre aprendo algo nuevo. Esta vez me llamó la atención
un detalle. Cuando se escucha el “coro interno di religiose”, Ferrando y
sus secuaces insisten en el ‘Ardire! andiam! Celiamoci’ a pesar de que
-según la convención- tendría que haber concluido. También aquí Verdi destruye la
forma chiusa.
El coro fue estupendo con su interpretación en piano en las notas en
staccato que acompañaron la cabaletta del Conde.
La escena del fatal matrimonio de los protagonistas mostró en claroscuro
las virtudes y límites del tenor. Su ‘Ah sì, ben mio, coll'essere’
fue elemental, mostrando dificultades en la emisión dulce (‘Ma pur se nelle
pagine’). En cambio Poli no tiene absolutamente ninguna dificultad en el resto.
Parece haber nacido para cantar ‘Di quella pira’ aunque el do del conflicto resultó
crescente.
Con el progreso de la velada las cualidades mejores de la soprano se pusieron
en evidencia y mostró sus posibilidades de emitir medias voces con lirismo
emocionante. En ‘D’amor sull’ali rosee’ dio lo mejor de sí.
La orquesta fue eficaz instrumento en las manos del excelente maestro
Ciampa. Hubo numerosos momentos en que el grupo instrumental mostró su elevado
nivel. Para citar uno, el pasmoso virtuosismo de los arcos en la escala
descendente del inicio del escena del campamento del Conde.
Como conclusión, aun menciono que lo mejor de este Trovatore fue una interpretación fervorosa, lo que en Verdi es una
obligación, y esto, dada la joven edad de los intérpretes, resulta una
esperanza.
Antes del último acto el sobreintendente del Teatro, Fortunato Ortombina, hizo un homenaje al clarinetista de la orquesta Claudio Tasinari, quien se retiraba después de cuarenta y cinco años de carrera. Fue un momento muy emotivo. El artista fue saludado con afectuosísimos aplausos y una ‘standing ovation’.
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