España - Castilla y León

Coherencia y ¿calidad?

Samuel González Casado
jueves, 13 de octubre de 2022
Midori © 2022 by Yu-Ying Ng Midori © 2022 by Yu-Ying Ng
Valladolid, sábado, 8 de octubre de 2022. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Midori, violín. Baldur Brönnimann, director. Mahler: Blumine. Korngold: Concierto para violín en re mayor, op. 35. Zemlinsky: La sirenita. Ocupación: 90 %.
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Tras haber sido interpretada por varias orquestas españolas (la más reciente puesta en atriles data de junio de este mismo año, por la ONE), parecía inevitable que la OSCyL siguiera con La sirenita esta suerte de modas o rebufos. Aunque la obra tiene algunos temas recordables, suena avejentada y poco original, está claramente sobreorquestada en gran parte y sus recursos tímbricos son repetitivos, con lo que parece no ir a ninguna parte en este sentido. Los momentos más dramáticos (último movimiento) no consiguen el efecto que buscan dada la hipertrofia general, y la falta de sorpresas termina pesando definitivamente. Contribuye a algo de diversión intentar reconocer los pasajes o ”aromas” de obras anteriores en los que Zemlinsky se inspiró para armar el conjunto. Una vez identificados Brahms, Wagner, Chaikovski, Mendelssohn, Strauss, Mahler y algún otro, queda amortizada.

Es cierto que La sirenita forma parte de un programa, en torno a una etapa ciertamente mitificada de Alma Mahler, que es impecable sobre el papel; el problema es que la coherencia programática debería estimar la calidad. El efecto de esta segunda parte en un primer programa donde todo tendría que haber sido entusiasmo no parece el ideal, como demostraron los discretos aplausos del público tras esos 45 minutos, y ello pese al buen hacer de Baldur Brönnimann y la OSCyL, que se creyeron esta difícil obra y, desde la sobriedad, trataron de clarificar texturas. Mención especial para el concertino, Luis María Suárez, potente y personal.

La primera parte del concierto se mantuvo en un nivel muy aceptable. Blumine, de Mahler, fue abordado desde un intimismo que sentó bien a este movimiento descartado de la Primera, pese a que la cuerda de la OSCyL no estuvo muy afinada en los agudos; y Midori, lejos de una interpretación perfecta (ataques dubitativos, algunos problemas de afinación en dobles cuerdas, sonido pequeño), dejó algunos momentos maravillosamente perfectos en las partes líricas (que son mayoría) del Concierto para violín de Korngold. Brönnimann sacrificó en los dos primeros movimientos a la orquesta para que Midori no perdiera su lógico protagonismo; esto no ocurrió en el tercero, donde la japonesa no tuvo otro remedio que casi convertirse en primus inter pares para conseguir un efecto general más espectacular. 

Su delicada propina bachiana, en la que no se oyó ni a la mosca que rondaba por ahí, cortó la tendencia tosedora de un público en general bastante ruidoso.

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