Estados Unidos
Rachmaninov: mesura y compostura
Roberto San Juan
Fundada hace 35 años por Michael Tilson Thomas bajo el mecenazgo del matrimonio formado por Marilyn y Ted Arison, la
El programa de hoy, dedicado íntegramente a Serguei Rachmaninov (1873-1943), se inició con Spring Waters, una brevísima romanza escrita originalmente para voz y piano, penúltima de un grupo de 12 Romanzas op 14 que Rachmaninov compuso en 1896 e inspirada por un poema de su compatriota Fiodor Tiutchev. En el arreglo orquestal la melodía vocal es confiada a la trompeta y Alan Tolbert se lució con un sonido cálido y excelente fraseo. En el podio,
El Concierto nº 3 es una de las obras para piano y orquesta de mayor dificultad técnica y artística. Hay un pasaje de su tercer movimiento -‘Finale: alla breve’- que me transmite, cada vez que lo escucho, una cierta idea de desintegración. Tras haber asistido a pasajes previos de enorme brillantez orquestal y solística, a sonido pleno, parece como si la energía se disipara al tiempo que la estructura musical se debilita y el oído quedara huérfano, sin saber bien dónde dirigir su atención.
Pues bien, esto no ocurrió en la magnífica versión de Yefim con en el podio. El diálogo entre orquesta y piano funcionó con precisión gracias a una compenetración exacta en los tiempos y a un respeto mutuo en las sonoridades. Alumno, entre otros maestros, de y , Bronfman es uno de esos sólidos pianistas consagrados que resuelven las mayores dificultades técnicas sin apenas inmutarse.
Su interpretación estuvo guiada por una cierta idea de mesura y compostura, cualidades ambas que pudieran parecer contrarias a la demanda expresiva de la pieza, pero que en este particular contexto y con este solista funcionó muy bien. La brillantez de la cadencia del primer movimiento tuvo su contrapunto en la contención expresiva del delicado ‘Intermezzo’, donde el pianista exhibió un perfecto control de la dinámica.
Tilson Thomas fue un excelente aliado de Bronfman desde el podio y después, concluido el concierto, se sentó con él al piano para interpretar como propina un dueto totalmente ajeno al sentir del programa, como fue el tercer movimiento, ‘Allegro molto’, de la Sonata para piano a cuatro manos en Re mayor K 381 de Mozart.
Tras el descanso, la segunda parte de la velada estuvo ocupada en su totalidad por la Sinfonía nº 2. De la magnífica interpretación de esta obra destacaría el excelente empaste de la sección de cuerda y la belleza del sonido del viento madera, con especial mención al solo de clarinete al comienzo del ‘Adagio’. La graduación de la intensidad orquestal en ese tercer movimiento resultó muy cuidada, con un largo y continuo crescendo orquestal hasta el clímax, seguido de una disminución de la intensidad de forma rápida y homogénea. Thomas estuvo siempre muy atento a las dinámicas y se esforzó por mostrar la riqueza tímbrica de la obra ante una orquesta que respondió acertadamente a sus indicaciones. El público premió el excelente resultado con generosos y merecidos aplausos.
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