Barcelona, jueves, 27 de octubre de 2022.
Gran Teatre del Liceu. Il Trovatore, Roma, Teatro Apollo, 19 de enero de 1853. Libreto de S. Cammarano con agregados de L. E. Bardare y música de G. Verdi sobre la obra teatral homónima de A. García Gutiérrez. Dirección escénica: Alex Ollé (La Fura dels Baus). Escenografía: Alfons Flores. Vestuario: Lluc Castells. Luces: Urs Schönebaum. Intérpretes: Juan Jesús Rodríguez (Conde de Luna), Vittorio Grigolo (Manrico), Saioa Hernández (Leonora), Ksenia Duvnikova (Azucena), Gianluca Buratto (Ferrando), Maria Zapata (Inés), Antoni Lliteres (Ruiz) y otros. Orquesta y coro del Teatro (maestro de coro: Pablo Assante). Director: Riccardo Frizza.
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De la trilogía popular, así llamada, de
Verdi, el segundo título suele considerarse el más ‘tradicional’ respecto de
los otros dos, pese a la figura de Azucena que al compositor lo atraía tanto como
para querer hacer de ella la protagonista femenina, y en ese aspecto es la gran
novedad como el bufón o la cortesana. Sin embargo, no sólo tuvo los habituales
tropiezos con el libretista pese a que tenía en gran estima a Cammarano y en él
confiaba para su proyecto de Rey Lear,
sino que desde el principio insistía en la rapidez y concisión de la acción. No
quería un concierto sino un drama, aunque para decidirse por Roma quiso saber
detenidamente cómo eran los cantantes, en especial las señoras (no es de
extrañar con las dificultades con que abrumó a Leonora que tuviera especial
interés en saber cómo era Rosina Penco, la primera intérprete). Cuando
Cammarano falleció y tuvo que acudir a Bardare es sabido que el ‘precipitado’
final fue responsabilidad de Verdi, que en una carta a De Sanctis, defiende la
supresión de versos ‘explicativos’ porque con la idea de venganza ya es
suficiente: “más corta y más adecuada”. Al final, termina diciendo que, si
quieren, impriman los versos originales y aclaren que ‘se cambiaron por razones
de brevedad’ (cfr. Julian Budden, The
Operas of Verdi, vol.2, cap.3, págs. 61-65).
Si no se trata de una profesión de fe
artística y clara conciencia del golpe de timón que Verdi estaba dando a la
ópera italiana …Y pasemos a lo que motiva estas divagaciones.
En 2019 hubo aquí un Trovatore en concierto (dos funciones con un buen reparto en el que
debía de haber cantado Netrebko, pero se enfermó. La cumbre fue la labor de
Tézier). Tres años después tenemos otra vez el título de Verdi. Obra gloriosa,
sin duda; popular, con dos repartos y muchas funciones. Como se supone que la
justificación es el espectáculo propuesto por el director de escena residente,
que para variar ya lo ha presentado en otras partes, me limitaré a repetir lo
ya escrito en su momento (París, 2018) aquí mismo (porque lo que sucede es que
uno acaba encontrando aún mayores pegas y no será porque esta vez no figure
Valentina Carrasco como entonces) …
“Se podía preverque el nuevo espectáculo… no fuese del gusto de todos (y silbidos
hubo), pero no que fuese tan inútilmente tonto. ….. Tuvimos derecho a una
versión casi perennemente negra, en la primera guerra mundial (¿por qué no en
la segunda? ¿por qué no, quizá con mucho más sentido, en la guerra civil
española?), con un buen vestuario de época, una utilización monótona de las
luces y de los decorados que subían o bajaban o se abrían y cerraban convertidos
alternativamente en tumbas, iglesias, cárcel, trincheras. Como hubo un solo
intervalo y pasar del tercer al cuarto acto es difícil, aquí tuvimos derecho a
un fusilamiento. Los gitanos eran más bien inmigrantes con la inevitable maleta
(¿qué tiene que ver eso con el famoso coro de los herreros?) ….. Los
intérpretes poco pudieron hacer”.
Aquí, en esta primera función también se
oyeron; junto a los muchos aplausos de los ‘fans’, los abucheos de la otra
parte. Y pasemos a la música que, finalmente, es lo que importa.
Frizza tuvo una buena actuación frente a una
competente orquesta. Personalmente preferí los actos extremos a los centrales
por una cuestión de dinámica sobre todo. En particular, concertó bien. El coro
parece cada vez más afianzado, lo que habrá que agradecerle a Assante. Dos de
sus miembros (no he podido saber quiénes) se ocuparon bien de las breves frases
del viejo gitano y el mensajero. De los comprimarios me impresionó más Lliteres
que Zapata, aunque ambos estuvieron correctos.
Grigolo se presentaba en el Liceu y lo hizo
en la mejor actuación que yo le recuerde y en un rol difícil. Desde luego es el
mejor Manrico de los que he oído aquí. Siempre lo he encontrado exagerado hasta
el no va más en sus interpretaciones y saludos, pero aquí si hubo alguna
muestra de vehemencia excesiva estaba bastante justificada (y recordando lo que
hacía Marcelo Álvarez en París tal vez se viera exigida por la dirección
escénica). La voz sigue siendo muy bella, homogénea, extensa; no será un gran
belcantista para los momentos que lo requieren (no son muchos) y casi ninguno
de los tenores que he escuchado en vivo en la parte -a excepción del milagroso
Bergonzi- lo era; tampoco los de algunas famosas grabaciones y no digamos ya
los de la época del video, dvd, etc.
Hernández hizo anunciar que no se encontraba
del todo recuperada de un resfriado y a eso puede imputarse la falta de volumen
en muchos pasajes y lo metálico de los agudos. Pero conociendo sus
características no sé si esta Leonora se cuenta entre sus personajes más
logrados: obviamente no hubo una media voz digna de ese nombre, las agilidades
fueron pobres y si el aria de presentación fue discreta, la última resultó
claramente insuficiente.
Dudnikova también se presentaba en el teatro.
Su Azucena fue buena, sobre todo en centro y graves (que, sin embargo, emite en
forma despareja y sorprendentemente no los aprovechó en el final de su gran
relato ‘Condotta ell’era in ceppi’); el agudo pareció bastante exigido y fijo.
Como actriz pasa bastante desapercibida.
Rodríguez ha sido siempre un excelente
barítono verdiano. Esta vez sin embargo la voz pareció menos caudalosa, algo
engolada y sin el brillo en el agudo que le recordaba. Fue muy aplaudido (como
los demás) en su aria y al final, y no hizo mucho más que pasearse por el
escenario.
Muy buena la labor de Buratto, un bajo a
quien estoy más acostumbrado a ver en el repertorio barroco, pero que tiene
voz, técnica y estilo suficientes para hacer frente con buen éxito a la primera
escena de la ópera, que también se las trae.
Había mucho público sin que las entradas
estuvieran agotadas.
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