España - Castilla y León
Carcasas
Samuel González Casado
El concierto de abono n.º 3 de la
OSCyL no pasará a la historia como uno de los más destacados de la temporada, y
eso que tenía alicientes para sorprender y gustar, esencialmente por un
programa de obras poco habituales pero a la postre accesibles para el gran
público, construidas desde un lenguaje tradicional repleto de referencias (como
en cierta medida ya ocurrió con el programa n.º 1).
Parece que una parte de los
programas de 2022-2023 va en esa dirección, a la vez que el nuevo director
titular de la OSCyL, Thierry Fischer, dirige el gran sinfonismo más popular (Primera
de Brahms, Cuarta de Chaikovski, Novena de Dvořák…). No sé si un
director titular es exactamente esto, pero supongo que en cualquier caso habrá
que esperar para ver qué camino adopta la asociación, después de una temporada
de contacto con la que parece querer ponerse de relieve un supuesto estatus: director
estrella que es capaz de aportar cosas interesantes a un repertorio trillado, a
la vez que se facilitan los vítores.
La obra de Puccini que fue
anunciada en la presentación de la temporada, Crisantemi, casaba mucho
mejor que la que finalmente se interpretó, la obertura de Norma
(mencionada de forma asistemática en el programa de mano). La versión de Nil
Venditti fue un desastre, con mala planificación de los tempi
(rectificados bien comenzadas algunas secciones), poca limpieza y volumen sobredimensionado
en algunas familias que no se arreglaría del todo a lo largo de la velada.
Afortunadamente, en el Concierto
para violín de Ferruccio Busoni predominó el orden, y la labor de la
solista, Francesca Dego, llegó diáfana. Su sonido es potente y sorteó las
gigantescas dificultades de la obra con cierta prestancia, pero problemas con
la afinación en la zona media-grave y el poco cuidado en algunos fraseos quitó
interés a la versión, que pareció quedarse a medio gas en sus momentos más
trascendentes o líricos (segundo movimiento) y levantó el vuelo en los más
movidos.
La discutible labor de la
directora en el Concierto para orquesta de Alfredo Casella no consiguió
opacar del todo lo divertida que puede llegar a ser esta obra, sobre todo ese
brutal scherzo mahleriano que es el último movimiento. Pero es una
lástima que, para las pocas veces que va a ser posible experimentarla en
directo, se haya tenido que intentar disfrutar desde unas maneras tan poco
hábiles. No es una pieza fácil, y acumular capas de sonido como estrategia en
vez de poner cierto cuidado en los efectos solo lleva a que al público le llegue
una especie de carcasa percutiva y metálica, adornada por un continuo
acompañamiento de reverberación que demuestra que la precisión, la sutileza o
la adecuación a la sala no son los fuertes de la turcoitaliana.
Este hindemithiano Concierto
para orquesta, además, tiene multitud de pasajes fugados, con lo que eso
implica para que todo discurra equilibradamente. El continuo ímpetu rítmico,
algo en lo que Venditti incidió, le sienta bien a esta obra siempre que no sea
lo único. Al final, la sensación que se dio es de uniformidad y cierta
monotonía, cuando evidentemente hay mucho detrás.
Como siempre que es invitado, destacó la buena labor de concertino Paçalin Zef Pavaci (cuya mención en el programa de mano denota imaginación ortográfica) y la del viento-metal, que disfrutó de gran protagonismo como ha quedado apuntado.
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