Estados Unidos
Mentoría orquestal
Roberto San Juan

Una vez más -y
ya van, con ésta, 16 temporadas- la Orquesta de Cleveland acudió a Miami para
un concierto que marca el inicio de una relación más estrecha con la New World
Symphony Orchestra de la ciudad, incluyendo conciertos conjuntos sinfónicos y
de cámara, clases magistrales para los jóvenes músicos de Miami y colaboración
en contenido digital. No hay que olvidar que la New World Symphony nutre de
instrumentistas a muchas orquestas del país -como ejemplo, nueve de sus
antiguos miembros son ahora músicos profesionales en la Orquesta de Cleveland-
y que la conexión entre ambas formaciones tiene una larga historia, que el
director Tilson Thomas resumió en sus palabras introductorias como una
maravillosa colaboración donde unos aprenden de otros y todos ganan.
La velada se inició con la Obertura de Benvenuto Cellini de Berlioz. La explosión inicial de energía da paso a una sección lenta con la cuerda grave ejecutando un perfecto pizzicato que preludia la entrada de la madera para exponer con seguridad el primero de los temas de la ópera. La maquinaria orquestal funcionó con precisión y rigor, plegándose a las indicaciones del director y a su gestualidad precisa y efectiva. Destacaron el magnífico solo de oboe y la sección de violines, capaz de pasar en un instante de las rapidísimas agilidades en el agudo a un sonido con más cuerpo y creador de base orquestal.
Aunque el público lo pudiera leer en las notas al programa accesibles digitalmente a través de un código QR, de nuevo Tilson Thomas se dirigió a la audiencia para presentar la segunda obra de la noche. La Fantasía para piano y orquesta es una obra de juventud cuyo estreno en 1890 fue cancelado por el propio Debussy tras la propuesta de Vincent d’Indy, el director para la ocasión, de interpretar solo el primer movimiento, aduciendo falta de tiempo para ensayar la obra completa con sus tres movimientos. La pieza quedó en un cierto olvido y Debussy tuvo intención de revisarla en varias ocasiones, pero no fue hasta 1919, un año después de la muerte de compositor, cuando fue estrenada por Alfred Cortot como solista. A éste siguieron otros pianistas y me llamó la atención que Tilson Thomas mencionara a José Iturbi entre ellos. El veterano director también mencionó que George Li, el solista de esta noche, había estudiado la pieza expresamente para este concierto de Miami.
Li tocó con partitura, más como mera referencia visual que como necesidad. Desde las primeras armonías del ‘Andante’ creó un sonido sugerente, cargado de musicalidad y color. Li, que consiguió la medalla de plata en el Concurso Internacional Chaikovski de piano en 2015, es uno de esos pianistas de mano más bien pequeña pero técnica grande. Las rápidas cascadas de notas en el teclado fueron secundadas por la orquesta en una atmósfera de ensoñación y calidez. En la introducción orquestal al ‘Lento e molto espressivo’, el solista se balanceó en su asiento antes de la entrada del piano como queriendo imbuirse en el ambiente sonoro de la obra, tras unos incómodos aplausos a destiempo al final del primer movimiento. El color orquestal en toda su plenitud regresó con el ‘Allegro molto’ final, donde destacaron la excelente calidad de la madera, con unas entradas limpias y seguras, el cuidado diálogo entre concertino y piano, y los rápidos pasajes solísticos en el teclado. Quizá es en este movimiento donde más se evidencia la influencia en la pieza de la música de Java, el gamelán y su sonoridad pentatónica, que Debussy había escuchado en la Exposición Universal de París de 1889, en pleno período compositivo de la obra. El público aplaudió con entusiasmo y Li respondió con una obra que exhalaba sentimiento y emoción, como fue la bella Mélodie -Danza de los espíritus bienaventurados- de Orfeo y Euridice de Gluck, en arreglo pianístico de Sgambati.
La Sinfonía nº 1 ‘Titán’ de Mahler es una obra
monumental que se puede entender como el resultado de la expansión de la forma
sinfónica convencional. Su primer movimiento comienza describiendo el despertar
de la naturaleza tras el reposo invernal, alternando el tempo lento, con pasajes muy cuidados en la cuerda, y un più mosso a base de la madera y el
metal. El arpa se situó integrada en la sección de los violines y los cellos
ocuparon la parte central frente al director. Los crescendi y diminuendi
orquestales fueron interpretados con gran pulcritud y se logró una dinámica
elástica, a modo de muelle sonoro cuya tensión crece y decrece en constante
alternancia.
El segundo movimiento está basado en una danza del folklore austríaco en ritmo ternario y sigue la forma ternaria minueto-trío-minueto, característica de los terceros movimientos sinfónicos, si bien aquí aplicada al segundo. Con sus indicaciones dinámicas y de fraseo, Tilson Thomas incidió en el carácter desenfadado y bailable, rasgos que contrastaron profundamente con la solemnidad del tercer movimiento -también en forma ternaria ABA-, basado en el conocido canon Frère Jacques, si bien en modo menor. Una vez iniciado el canon, el director dejó a la maquinaria orquestal caminar sola en cierta medida, y la orquesta se autorreguló aunando libertad y precisión. El movimiento concluye con un pianissimo muy bien logrado del que nos saca abruptamente el sonoro choque de platillos con el que se inicia el último movimiento, agitado y enérgico. De manera similar a lo ocurrido en el primer movimiento, la orquesta ejecutó con gran rigor la rápida sucesión de pasajes de energía expansiva seguidos de una contracción sonora donde la intensidad se disipa con rapidez. El tutti orquestal sonó poderoso, con las trompas puestas en pie para interpretar el tema a base de cuartas descendentes tomado del primer movimiento, y en las secciones más líricas la orquesta supo plegarse de manera natural y sin mucha gestualidad desde el podio.
El público disfrutó y premió el esfuerzo ‘titánico’ con cálidos aplausos. Seguro que los miembros de la New World Symphony Orchestra que se unieron a las filas de la Orquesta de Cleveland recordarán con cariño y emoción esta velada.
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