Alemania
Krabat, la maldad con final trágico
Juan Carlos Tellechea

Si bien el estreno en Düsseldorf del ballet Krabat, de Demis Volpi fue todo un acontecimiento, lo que más ha concitado la atención en estas últimas semanas es el anuncio en octubre pasado del propio director y coreógrafo jefe del Ballett am Rhein de que a mediados de 2024 sucederá a John Neumeier como intendente (director general) del Ballet de Hamburgo.
¡Enhorabuena! El reloj parece correr de prisa en su vida, pero es justo añadir que Volpi también sabe esperar el momento oportuno para sus movimientos ajedrecísticos.
Krabat, que atrapa al público desde el primer instante, fue además la coreografía que hiciera famoso a Demis Volpi en 2013 cuando la estrenó mundialmente para el Stuttgarter Ballett, compañía que abandonaría cuatro años después por discrepancias (dizque de orden artístico) con el director general de aquel entonces.
A Volpi, un refinado narrador de cautivantes historias, le apasionan esos cuentos que tratan de magia y el clásico homónimo de Otfried Preußler lo inspiró de tal manera para su ballet que decidió reestrenarlo en la Ópera de Düsseldorf con apabullante éxito.
La excelente dirección musical de Katharina Müllner es transparente y equilibrada.
El Krabat literario
En el referido libro, la magia negra se lee como una fantasía precursora de Harry Potter.
El maestro escupió un ratón negro sobre la mesa, era tuerto como él.
Y, sin embargo, podría ser también una alegoría política:
Los ratones daban vueltas sobre sus ágiles patas, uno intentando morder la cola del otro: el rojo al negro, el negro al rojo.
Preußler escribió y se aturdió durante diez años con su historia de Krabat, profundamente intrincada, que Demis Volpi llevó a escena por primera vez hace casi una década sobre la base de un libreto de Vivien Arnold, hoy directora de comunicación y dramaturgia del Ballet de Stuttgart. Ni que decir tiene que el ballet no puede ofrecer tantos episodios como la novela de varios cientos de páginas y dirigida a adolescentes.
Expresionismo
Pero el núcleo de la historia está sobre el escenario: después de que se hicieran decenas de versiones teatrales, obras radiofónicas e incluso dos óperas con Krabat, la danza coreografiada por Demis Sara Domjanic, violín solo; Silke Volk, Yuri Bondarev y Nikolaus Trieb, violonchelo solo) suena enérgico e impecable.
Con un parche sobre el ojo izquierdo y la cabeza calva, el laborioso Damián Torío estuvo magistral en el estreno, encarnando al abismalmente malvado maestro del molino, que paga su pacto con el diablo con la muerte calculada de sus jornaleros. Éstos tienen que apilar sacos de harina, al son de Pēteris Vasks, Philip Glass y Krzysztof Penderecki; sobre todo Miquel Martínez Pedro como Krabat el inquisitivo niño huérfano y nuevo aprendiz del molino.
Coreográficamente, el papel del perverso maestro es bastante poco aterrador y
La deslumbrante figura de Herr Gevatter encarnada por una Lara Delfino, encumbrada sobre zapatos de plataforma tan altos como zancos, es impresionante e intimida incluso al sádico maestro. Pero la maga (o meiga) itinerante Pumphutt de Charlotte Kragh reta y humilla al tirano hasta que éste termina arrastrándose por el suelo como un reptil, aunque se recupera, para desgracia de los infelices jornaleros que deben seguir soportando sus maltratos.
Miquel Martínez Pedro
Al final, solo se puede adivinar lo que mueve a Krabat. Porque es muy poco lo que sucede coreográficamente para que Miquel
Por el contrario, el libro, que se publicó por primera vez en 1971, trata con gran detalle la mayoría de edad de un niño en una sociedad pueblerina sobre todo cerrada; incluso el cambio de voz y las fluctuaciones hormonales se describen de forma poética, pero reconocible. Al principio,
El hecho de que un malvado hechicero haya capturado a un grupo de jóvenes no solo recuerda a varios cuentos de hadas, especialmente de Europa del Este, sino también a la idea básica de la religión cristiana: según la cual, el amor es el valor más elevado e importante, independientemente de las relaciones familiares.
Evocaciones
La historia de Krabat recuerda un poco a El lago de los cisnes, aunque en este caso las víctimas son masculinas. Se podría pensar asimismo en los abusos que escandalizan a la opinión pública en los últimos tiempos, como los perpetrados por ''dignatarios'' eclesiásticos, o en los cuentos de hadas para consuelo de niños y adultos en general. Hay mucho en Krabat, en el simbolismo del molino, donde los jóvenes aprenden algo muy diferente a lo que pensaban en un principio. Los chicos de Krabat no son solo víctimas, incluso el personaje del título tiene antojos y se lo ve no solo a merced del pérfido maestro, sino también luchando.
La inspiración
Los fundamentos del Krabat de sorbiana de finales del siglo XVII. De ahí vienen también los nombres de los personajes. Preußler conoció esta historia, ambientada en Lusacia, cuando era niño, pero la modificó para su novela juvenil de tal manera que se convirtió en una moderna y espeluznante historia de terror con muchos más detalles. Lo espeluznante, la magia en un sentido alarmante, y también la naturaleza casi trágica de este material, son sumamente adecuados para el escenario. El drama reside no solo en la constelación externa de los personajes, sino también en la psicológica.
El reparto
El elenco completo del Ballett am Rhein muestra esta tarde con creces el excelente estado físico en que se encuentra: Danielle Bonelli (Tonda), Doris Becker (Worschula), Eric White (Juro), Kauan Soares (Merten), Andrea Tozza (Michal), Jack Bruce (Witko), Evan L'Hirondelle (Lobosch), Niklas Jendrics (Lyschko); los trabajadores del molino (Joaquin Angelucci, Yoav Bosidan, Gustavo Carvalho, Philip Handschin, Pedro Maricato, Edvin Somai; las encantadoras niñas o ninfas del bosque (Camilla Agraso, Maria Luisa Castillo Yoshida, Mariana Dias, Sara Giovanelli, Lotte James, Neshama Nashman, Clara y Rose Nougué-Cazenave, Maria Shimada, Virginia Segarra Vidal e Imogen Walters), y hasta el doble del abominable maestro (Ulrich Kupas).
Pero, ¿es suficiente enviar a una chica con el poder del amor, para que todos sean redimidos? ¡Sí!, es la contundente respuesta.
Síntesis
El sorprendente final del libro Krabat llega de forma bastante repentina, tras una descripción casi prolongada de los años de sufrimiento del adolescente a lo largo de 200 páginas. La razón: a Preußler no le interesaba en absoluto un final feliz. Más bien quería mostrar el temprano enredo del alma humana en las fauces del mal; el deslizamiento de la mente en la vorágine del poder, así como en la codicia de experimentar siempre trucos nuevos.
El poder y la ambición de coleccionar tretas innovadores existen en todas partes, dentro y fuera de las nobles salas de ballet, como muy bien lo sabe Demis Volpi por vivencias propias. El final de su ballet es sorprendente y cinematográfico, todo un acierto y deja boquiabiertos a los espectadores por largos minutos, hasta que estalla en aclamaciones.
El amor, que todo lo puede
En Krabat hay algo muy concreto que remedia todo ese comportamiento repugnante, malicioso y sin libertad: el amor, el amor verdadero, el amor de cuento, que es incluso más fuerte que la muerte y que permite realizar actos sobrehumanos. Emilia Peredo Aguirre baila el papel de la amorosa Kantorka con todos sus sentidos. Delicada, suave, femenina, pero decidida y casi inabordable en su soberanía; su presencia escénica compensa las limitaciones en materia coreográfica.
Sin embargo, la fuerza de la relación y la confianza entre ella y Krabat, pero también el cuidado que se prodigan mutuamente, se expresa mucho mejor en el libro de Otfried Preußler. Ahora bien, no todo puede ni debe adoptarse exactamente así en el ballet. Vivien Arnold y Demis Volpi han hecho de Krabat más un ballet temático que un ballet argumental.
Los leitmotiv que contiene son coherentes e interactúan entre sí, pero quizá le falta ese segundo nivel simbólico que toda obra de arte debe contener. Aquí, en cambio, se encuentran métodos ilustres para inspirar la mirada. Es una feria en el escenario del ballet, por así decirlo, y a veces nos lanzamos como si de un tren fantasma se tratara; y por momentos nos enfrentamos a la vorágine de una hiper montaña rusa. También acústicamente se siente todo esto. Un ''sonido machacón de molino'', que martillea repetidamente los oídos, que recorre la sala de la Ópera de Düsseldorf con sus ruidos de engranajes y correas de transmisión para transferir esa atmósfera de pesada magia negra en la molienda...y hasta en la escuela, porque la escolarización obligatoria se denuncia asimismo en la novela juvenil de Preußler.
La escuela
No solo se fomenta el tema comúnmente conocido, sino también los bajos instintos en el ejercicio del poder. Los niños son sacrificados y corrompidos en su indefensión. El escritor, nacido en 1923 (y fallecido a los 89 años, pocas semanas antes del estreno del ballet en Stuttgart) todavía pertenecía a una generación que conocía la escuela alemana como institución de sometimiento. Y aún hoy, con la creciente presión por el rendimiento y los métodos de enseñanza a veces disparatados, hay que preguntarse si la propia escuela no es un tema problemático al que se presta demasiada poca atención.
En el libro sobre el Krabat, resuena mucho la tendencia de una sociedad a subyugar y, por tanto, a maltratar directa o indirectamente a sus párvulos y jóvenes reclutas, en lugar de desafiarlos y alentarlos significativamente. No es que Preußler haya jugado para nada con esta obra durante tanto tiempo (una década, al fin y al cabo). Por un lado, quería mostrar claramente el proceso de crecimiento con todos sus peligros para que sus lectores adolescentes se identificaran, pero por otro, no quería que su libro de cuentos se redujera a eso.
Los numerosos trucos escénicos de Krabat son los mejores cuando se basan en ideas que también se encuentran en el libro. Aunque difícilmente se pueda escapar de la influencia de Harry Potter en esta puesta del Ballett am Rhein.
La maquinaria teatral
Los objetos flotan y bailan en el aire, chirridos monótonos zumban los oídos, los jornaleros se transforman rápidamente en cuervos de plumas negras, encorvados, pero hermosos, para recibir lecciones de magia, y el malvado maestro se disuelve en polvo de nieve (de harina blanca) al final.
Este es también el final de la novela de Preußler, que describe la huida de los amantes y el comienzo de su nuevo amor:
Mientras caminaban hacia las casas, empezó a nevar, ligeramente y en finos copos, como si la harina cayera sobre ellos desde un gran tamiz.
Harina: los niños en los países de habla germana recuerdan de muy forma especial (y olfativamente) la época navideña, porque las madres y abuelas hornean galletas (bizcochos) con canela, vainilla, clavo de olor (molido) y cardamomo. En Krabat, sin embargo, el nutriente tiene un doble significado: el lugar de su producción a partir del grano es el molino, donde se practica el poder maligno de la magia negra.
Metáfora
Con la fusión de hielo, nieve y harina, Preußler inventa una metáfora que significa la vida y la muerte al mismo tiempo. En el libro, el maestro se solidifica en hielo antes de desintegrarse; en el escenario del ballet, el cambio de su estado de agregación es menos claro. La libretista y el coreógrafo se preocupan por los resultados visuales escabrosos, no por la coherencia de los acontecimientos.
Atmósferas
Demis Volpe se limita a la puesta en escena de experiencias que causan horror; no hay lugar para las sutilezas en el sentido que referimos más arriba. Mas está muy bien así como presenta su ballet, con ese mínimo común denominador con la novela.
La pieza no cae en ningún momento en el kitsch. Todo lo contrario. Krabat es una de las obras de mayor éxito de Demis Volpi y esta tarde fue aclamada y aprobada a gritos por el público. Los admiradores más fieles de Düsseldorf, que siempre se vuelven locos de alegría con solo ver a uno de sus favoritos sobre el escenario, quedaron otra vez completamente satisfechos con la puesta.
En cualquier caso, Volpi tiene mucho talento y muestra de forma permanente en todas sus creaciones esa sublime inclinación por la coreografía, entendida como la agrupación razonablemente bonita de cuerpos humanos en el espacio. Además, se rodea de gente de su mismo nivel creativo. La diseñadora de escenografía y vestuario Katharina Schlipf le ahorra un montón de problemas, le presenta golpes de efecto que le aseguran sensacionales imágenes ópticas. estudió en Stuttgart y la fantasía de sus creaciones es absolutamente compatible con la corriente principal de la moda contemporánea; algunas de sus piezas merecerían desfilar por las pasarelas de París o Milán.
Tanta belleza
Por lo demás, Schlipf se comporta bastante bien en su expresión artística; no escandaliza, no provoca, no cuestiona. Uno solo se asombra de tanta belleza. La talentosa diseñadora sirve con bravura los lugares comunes de la estética de nuestro zeitgeist, formados en cortos publicitarios y fotos de moda.
Pero el alisado óptico también tiene sus desventajas. Si uno ve solo lo ''bello'', entonces apenas le queda margen de atención para los verdaderos abismos del arte, que los hay y muchos. Volpi se limita a conseguir efectos. El bello y colorido vestuario de Katharina Schlipf ahoga todo, y el coreógrafo se limita con gran acierto a encadenar tópicos sin desviarse de las convenciones. Un ballet redondo. ¿Qué más se puede pedir?
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