España - Castilla y León

La libertad del público

Samuel González Casado
viernes, 18 de noviembre de 2022
Javier Perianes © by Igor Studio Javier Perianes © by Igor Studio
Valladolid, viernes, 11 de noviembre de 2022. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Cibrán Sierra, director. Javier Perianes, piano y director. Martín y Soler: Una cosa rara: obertura. Mozart: Conciertos para piano n.os 23 y 20. Ocupación: 95 %
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Como ya ha ocurrido en otras ocasiones, el pianista Javier Perianes actuó como solista y director en dos de los conciertos más conocidos de Mozart dentro de la temporada de abono de la OSCyL. Por tanto, lógicamente hubo que colocar el piano sin tapa y de forma que el solista y director diera la espalda al público del patio de butacas, que como es sabido paga las entradas más caras. 

Una pregunta que puede plantearse a partir de esto es: ¿las supuestas ventajas de que un músico tome esta decisión compensan que el público que más desembolsa (y que desembolsa dos veces, como a nadie se le escapa) tenga que oír la parte de piano de forma parcial, y lo que llegue lo haga con un sonido pobre en armónicos?

Los criterios historicistas, o personales, que tienen que ver con asuntos de espacio escénico y que empeoran la capacidad de percepción del público son siempre un error desde el momento en que la sala es algo que no se modifica. Por ello, los cambios en la situación óptima desde cualquier punto de vista nunca van a ser justificables, por incompletos. En la Sala Sinfónica Jesús López Cobos pueden hacerse muchas cosas, pero si me encuentro en la fila 12 (un buen lugar) del patio de butacas y mi cerebro tiene que hacer el esfuerzo de sustituir el 30 por ciento de las notas del piano del Concierto n.º 23 de Mozart, me parece que se me está tomando el pelo y que se debería haber avisado al público para que pudiera decidir con libertad si prefiere hacer ese esfuerzo por el precio de siempre o irse al cine a ver Halloween, el final.

Y todo eso está muy por encima de que lo que llegara a mis oídos no fuera desdeñable, sobre todo en el segundo concierto interpretado, el n.º 20, donde además por el tipo de escritura se minimizó algo el problema anterior. En el n.º 23 las maderas empezaron demasiado potentes y revueltas (no había líneas melódicas claras), y la cuerda y la acústica convirtieron al piano en una especie de complemento. En el n.º 20 el sonido ganó en funcionalidad, como se ha apuntado, y se pudo apreciar que Perianes afortunadamente ha simplificado un poco la sobrecarga a la que sometió a su Mozart en otras ocasiones, que no me permitía concentrarme (tenía la sensación de que el solista quería demostrar algo, y eso, que siempre es discutible, en Mozart es pecado). La parte orquestal, muy sturm und drang, conectó en su ímpetu con la obertura de Una cosa rara, que había dirigido el concertino Cibrán Sierra con la energía que lo caracteriza.

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