Argentina
Una Floria Tosca deslumbrante
Gustavo Gabriel Otero
Para cerrar su Temporada 2022 el Teatro Colón repuso Tosca de Puccini con la entrañable puesta de Roberto Oswald (1933-2013), estrenada en agosto de 1992 y repuesta en numerosas oportunidades, algo poco común en el Teatro de la Calle Libertad que dilapida recursos presentado una nueva puesta en escena cada vez que ofrece una ópera.
Cuando
la puesta en escena se usa recurrentemente, lo importante es el elenco vocal y
en este caso las diez funciones programadas tienen tres elencos distintos y dos
direcciones orquestales diferentes. Los elencos anunciados son sólidos y la
representación que comentamos denominada ‘extraordinaria
estelar’ contó con una de las mejores sopranos de este siglo: Anna
Netrebko.
La
soprano rusa deslumbró en todo momento como Floria Tosca y el público deliró tanto
al final de su aria como al terminar la ópera. Pero basta como ejemplo de la
efusión del público el aplauso espontáneo cuando entró en el escenario del que
solo hay referencias en los últimos 50 años del propinado en 1981 a Renato
Bruson (Belisario de Donizetti) y a
Mirella Freni en Fedora en el año 1998.
En
el primer acto su actuación descolló con una Tosca fresca y juvenil. Su registro
parejo en toda la extensión, sus agudos de acero, su centro brillante y su refinamiento
expresivo, cautivaron en todo momento. En el segundo, acorralada por Scarpia,
Netrebko saca a relucir toda su potencia dramática y actoral, dando a cada
frase la intencionalidad justa, su 'Vissi
d’arte’ fue a la vez personal y perfecto, con el que deslumbró por la
gama de matices expresivos puestos en juego. En el tercer acto volvió a
demostrar las razones por la cual es una diva de nivel internacional, con su
presencia magnética en escena y su ductilidad en el canto a la par de su fraseo
admirable y su perfecto legato. En
todo momento reguló con perfección su impecable volumen.
Yusif
Eyvasov compuso un Cavaradossi heroico y desafiante. Actoralmente creíble y muy
correcto, mostró muy buen
volumen, registro amplio y agudo poderoso. Es un tenor seguro y confiable al
que se le puede achacar, seguramente, un color poco atractivo, pero cumple con
su cometido en forma perfecta y no defrauda en ningún momento. Sus agudos de
acero electrizaron al público y los rallentandi
y las sutilezas en ‘E lucevan le stelle’ redondearon
una actuación de gran calibre.
El
argentino Fabián Veloz -de promisoria carrera internacional- cumplió su
cometido con excelencia en su Scarpia. Es un barítono con presencia, volumen
más que adecuado para el rol, excelente línea de canto, y emisión cuidada. Se
evidenció su notable crecimiento artístico, su canto adquirió mayor expresividad,
matices, sutilezas y medias voces.
Sin
fisuras Emiliano Bulacios (Angelotti), Gustavo Gibert (Sacristán) y Darío
Schmunck (Spoletta). Cumplieron con creces su cometido tanto Carlos Esquivel
(Sciarrone) como Leonardo Fontana (Carcelero). De esmerada corrección el pastor
de Guadalupe Fustinoni y con alta calidad ambos coros (el estable y el de
niños) que preparan, respectivamente Miguel Martínez y César Bustamante.
Michelangelo
Mazza desde el podio, condujo con mano segura a la Orquesta Estable. Atento en
todo momento al balance entre la escena y el foso fue un verdadero concertador
que cantó con los solistas y dejó cantar. Algunos momentos fueron notables como
el inicio del tercer acto, sus tempi fueron
elegidos, evidentemente, para lucimiento de los solistas, y nunca faltó la
emotividad y el brillo que la partitura merece. Un debut más que promisorio,
augurando su pronto retorno al foso del Colón.
Revisitar
la puesta de Roberto Oswald es como reencontrarse con un viejo amigo luego de
años, todo sigue intacto. La suntuosidad de los telones pintados del primer y
segundo acto y la grandiosidad de la escenografía corpórea en el tercero.
Siempre con el magnífico vestuario de Aníbal Lápiz de fidelidad temporal,
excelente diseño y gran belleza. Fue bien repuesta la iluminación original de
Oswald por parte de Rubén Conde, y de tinte tradicional los movimientos
escénicos que se deben a la concepción de Oswald pero fueron realizados como
director escénico por su habitual colaborador Aníbal Lápiz con la asistencia de
Concepción Perré. La trama se desarrolla en forma prolija y la historia se
cuenta acabadamente. Para los tiempos que corren algo más que bienvenido.
En suma: Una noche de brillante con una protagonista deslumbrante y un nivel de excelencia que gratifica.
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