España - Andalucía
Verismo malagueño
José Amador Morales

El Teatro Cervantes de Málaga ha elegido el popular díptico verista de I pagliacci y Cavalleria rusticana como arranque de la nueva temporada lírica que,
por otra parte, tendrá platos fuertes como el rossiniano Il barbiere di
Siviglia o la Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea.
En esta ocasión,
las obras de Leoncavallo y Mascagni subieron al escenario con la producción proveniente
del Teatro Villamarta de la mano de Francisco López a cuyo estreno en el escenario
jerezano asistimos hace unos seis años. Desde entonces, la propuesta escénica
ha sido mejorada y renovada notablemente revelándose como extraordinariamente
eficaz dentro de una escenografía esencial y austera. Y es que el fluido movimiento
de actores y la acertadísima luminotecnia acaban convenciendo y logrando un
extraordinario contraste dramático entre ambas obras, por más que haya aspectos
que resulten algo incongruentes, como los saltimbanquis o los dos bailarines
danzando durante el célebre intermezzo de Cavalleria Rusticana.
Musicalmente la
batuta de José María Moreno volvió a demostrar su competencia en el foso con
una versión bastante redonda de sendas partituras. Probablemente el director
mallorquín no ofreció toda la intensidad dramática posible ni extrajo un sonido
orquestal subyugante, pero su batuta se reveló ágil y flexible, facilitando sobremanera
el desarrollo de la acción así como el acompañamiento de los cantantes.
Segundos antes de alzarse el telón, fue anunciada la sustitución de Andeka Gorrotxategi por Alejandro Roy en el doblete escénico de Canio y Turiddu, lo cual indica que de alguna manera vino a “salvar” la función. El tenor asturiano volvió a dar una lección de máxima entrega sobre el escenario y destacó por sus agudos potentes y firmemente proyectados. Y como sabemos de anteriores ocasiones, la otra cara de dichas virtudes es la debilidad por debajo del mezzoforte y la incapacidad para articular en esa franja dinámica un fraseo mínimamente plausible. Su línea de canto muscular y su entrega sin reservas llegó a pasarle factura al final de la velada, sufriendo en el pasaje “Mamma!..., quel vino è generoso!” que por otra parte sacó adelante con elegancia, credibilidad dramática y tablas. El público fue consciente de su generosidad y le aplaudió con entusiasmo y justicia.
Dalibor Jenis también abordó sendos
personajes, con más fortuna en el lírico Alfio que en el histriónico Tonio. Con
una materia prima sonora y un tanto ruda, el barítono desaprovechó en gran parte
las posibilidades expresivas y actorales del personaje de Canio, pasando
demasiado desapercibido a pesar de un prólogo aseado. Como Alfio logró un punto
más de empaque y cierta autoridad pese a un fraseo de escasa enjundia. Por su
parte, excelente una vez más el ‘Silvio’ de Carlos Daza, aquí un oportuno
contrapunto de musicalidad.
En el apartado femenino, Carmen Solís fue más plausible como Santuzza que como Nedda habida cuenta de su voz eminentemente lírica, con la que supo aprovechar los recovecos dramáticos de la desconsolada heroína de Mascagni y con la que pasó algún que otro apuro en el fraseo más extremo de Nedda. La ‘Mamma Lucia’ de Marina Rodríguez-Cusí resultó homogénea y suficiente vocalmente pero un tanto distante en lo expresivo.
El Coro de Ópera de Málaga tuvo una de las mejores actuaciones de los últimos años, empastado, afinado y desenvuelto en escena. Al mismo nivel la excelente Escolanía Pueri Cantores Málaga. La Filarmónica de Málaga, en cambio, tuvo una actuación más discreta tras recomponerse después de un preludio de I pagliacci en donde la audible desconcentración nos hizo temer lo peor.
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