Recensiones bibliográficas
Schott Music reedita el cancionero alemán-judío de 1912
Juan Carlos Tellechea

Cuando se publicaba por primera vez el Deutsch-jüdisches Liederbuch (Cancionero alemán-judío) en 1912, la comunidad judía en Alemania estaba dividida entre quienes apoyaban la asimilación plena del judaísmo en este país (o en los países adonde habían ido a parar con la diáspora) y los que reclamaban la "creación de una patria de derecho público en Palestina", con la fundación en agosto de 1897, hace 125 años, de la Organización Sionista Mundial (OSM) por Theodor Herzl, en Basilea.
Verbigracia, la no menos influyente comunidad judía de Múnich rechazaba la idea y se inclinaba por la primera opción. No en vano la presencia judía en lo que hoy es Alemania data del 321 dC (ha cumplido ahora 1.700 años). Pero el tiempo daría la razón a Herzl. El régimen genocida nazi de Adolf Hitler (1933 – 1945) perpetraría la temida gran catástrofe para el pueblo judío que él vaticinara.
El antisemitismo sigue estando presente en todas partes. Pero además, incluso hoy en día, 74 años después de la fundación del Estado de Israel, hay actitudes muy diferentes hacia el sionismo tanto en Israel como en la diáspora: especialmente las que existen entre el sionismo religioso y el liberal
Volviendo al libro, presentado recientemente en el Bode Museum, de Berlín, y titulado en hebreo Sefer Ha-Shirim, se trata de una compilación única en su género, tanto de sencillas canciones para niños muy pequeños como de piezas para cuatro voces para adultos, realizada por el Kantor, compositor, músico, director e investigador Abraham Zvi Idelsohn, que ha sido reeditada ahora por Schott Music, de Maguncia.
En estos 110 años transcurridos desde entonces, la obra que reúne 49 cánticos alemanes y 100 hebreos, editada en 1912 por la Asociación de ayuda a los judíos alemanes, con sede en Berlín, había caído en el olvido hasta su desaparición, antes de que un antiguo ejemplar fuera encontrado no hace mucho en Jerusalén y otro en la capital alemana. El primero se conserva en el Archivo de Música de la Biblioteca Nacional de Israel, que dirige la musicóloga Dra Gila Flam, y un facsímil del mismo ha sido divulgado ahora junto con la reedición de Schott Music.
Abraham Zvi Idelsohn, quien se consideraba un hebraísta y sionista, era profesor de música en las escuelas judías de dicha Asociación, no solo por la necesidad de ganarse la vida, sino porque veía asimismo en dicha actividad una plataforma para su idea de impartir una educación musical acorde con el sionismo.
Algunas de las canciones alemanas se encuentran entre las más conocidas popularmente, como Die Lorelei, con música de Friedrich Silcher y versos de Heinrich Heine; la tradicional O Tannenbaum (música de Ernst Unschüß), pero con ritmo de marcha; así como algunas preciosidades como Reiterlied (texto de Friedrich Schiller), Lieblingsplätzchen (Felix Mendelssohn Bartholdy y Heinrich Heine); y Ergo bibamus (Maximilian Eberwein y Johann Wolfgang von Goethe).
Las canciones hebreas, en cambio, son menos conocidas, mas Abraham Zvi Idelsohn se adelantó mucho a su tiempo y concibió el cancionero como una obra fundamental de la educación musical que se utilizaría en las clases de música de los jardines de infantes, las escuelas primarias e institutos de enseñanza secundaria de Palestina, Alemania y la diáspora, afirma Thomas Spindler, director honorario de este proyecto (Projekt 2025 – Arche Musica) y ejecutivo de la agencia CAB Artis, de Bamberg.
Al mismo tiempo, Idelsohn siempre tuvo mucho cuidado en la afinación, ya que en Oriente no existía la voz de soprano, las voces de los jóvenes eran más graves e incluso clasificaría a las voces de las niñas como de mezzosoprano. "Es una prueba sobresaliente del uso equitativo de la música hebrea y alemana", señala Spindler. El cancionero judeo-alemán alcanzó gran difusión hasta 1922 en ocho ediciones de 20.000 a 50.000 ejemplares cada una.
La colección, presentada oficialmente en el renombrado Museo Bode, de Berlín, se publicó originalmente con el apoyo del mecenas berlinés y judío James Simon, quien en el prefacio del libro escribía en aquel lejano año:
Abrir el mundo de la canción, que tiene una magia indescriptible, a la juventud judía de aquellos países en los que el destino de los judíos ha sido la penuria y la miseria durante muchas generaciones (...) es un enriquecimiento para las generaciones en crecimiento con valores inestimables para toda la vida.
El empresario James Simon apoyó proyectos sociales, creó hospitales, construyó baños públicos para los pobres y fue un gran amante del arte. Financió las excavaciones de Tell el-Amarna, en Egipto, donde fue encontrado el busto policromado de Nefertiti. Como era único patrocinador y, como persona privada, había celebrado un contrato con el gobierno egipcio. La parte alemana de los hallazgos pasó a ser de su propiedad, que posteriormente puso a disposición de los museos de Berlín. Poco antes de su muerte, escribió una carta al Ministro de Cultura prusiano en la que abogaba por la devolución del busto de Nefertiti a Egipto.
El profesor Dr Herman Parzinger, arqueólogo y presidente de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, rindió homenaje a Simon como mecenas que mantuvo un "intercambio amistoso" con el historiador del arte Wilhem von Bode en la creación de su colección renacentista, que el empresario donó al entonces Museo Kaiser Friedrich y al actual Museo Bode en su inauguración. El cancionero "señalará el camino hacia el futuro", subrayó asimismo en la presentación el Dr Felix Klein, Comisionado del Gobierno Federal para la Vida Judía en Alemania. La interpretación activa de las piezas de esta colección puede mantener viva la cultura musical judía, enfatizó el funcionario.
El personal del equipo de investigadores israelí-alemán dirigido por la Dra Flam y financiado por la Fundación Friede Springer que trabajó en el proyecto tardó más de nueve meses en completar la transcripción, digitalización, transliteración, transferencia y descodificación de la obra. Fue gracias al superviviente del Holocausto Josi Wald que la colección fue rescatada del olvido. Wald llamó la atención de Spindler sobre el libro que había hallado fortuitamente: un delgado volumen, encuadernado en ocre, que constaba de dos partes unidas entre sí. De izquierda a derecha estaban las canciones alemanas en letras latinas, de derecha a izquierda las hebreas. Se trataba de antiguos textos asquenazíes con las notas también puestas de derecha a izquierda.
A partir de esta base de datos, se ha creado ahora una nueva edición completa en colaboración con la editorial Schott Music, de Maguncia. Para facilitar a los alemanes el canto de las canciones hebreas, los textos de la versión moderna se han transliterado íntegramente en escritura latina, a diferencia de la versión original.
Se está planeando asimismo una cooperación intensa y a largo plazo con la Asociación Coral Alemana, señala Spindler. Con un millón de miembros que cantan y apoyan a 15.000 coros, ofrece el mejor punto de partida para dar un nuevo estatus a la cultura del recuerdo musical. En el acto realizado en el Museo Bode estaba presente el ex presidente federal alemán Christian Wulff, en su carácter de presidente de la Asociación Coral Alemana.
La canción popular judía Dos Kelbl (El ternerito), escrita en 1940, interpretada por Maria Doormann con gran sensibilidad y sentimiento, ponía fin a la presentación. Era el martes antes de Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío (27 de septiembre).
Antes el coro femenino de la Singakademie zu Berlin, dirigido por Kelley Sundin y Eva Spaeth, había entonado algunas piezas del cancionero, acompañadas por Boyana Robillard a la guitarra y Julia Katemann al violín. Por cierto: Dos Kelbl (Letra: Aaron Zeitlin, Música: Sholom Secunda) se convertiría dos décadas más tarde en un éxito mundial en la versión inglesa como Donna, Donna, interpretada por Joan Baez en 1960 y por Donovan en 1965.
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