España - Valencia
Equilibrio sobre lo profundo
Rafael Díaz Gómez

Con la testuz a ras de suelo vagaban los ánimos del solariego nacionalfutbolismo (sustitúyase la ”c” por una “z” en caso de ver la botella medio llena por la parte derecha), cuando vino La bohème a Les Arts a distraer al personal con su aval de desgracias ajenas hermosamente narradas.
Pero, eso sí, tenía que haber sido uno previsor, porque las entradas rápidamente volaron, no importa que esta fuera la tercera vez que se presentaba en este teatro la producción de Davide (tres de cuatro: la primera de Les Arts vino de Holanda en 2006).
Y por repetida y ya reseñada aquí en 2012 y 2015 no vamos a incidir en ese aspecto. Hasta se encuentra registrada en DVD (la versión de Chailly).
No somos los mismos que entonces, aunque probablemente, y me duele en el centro del narcisismo el reconocerlo, ella se mantenga mejor que quienes ya asistimos a aquellas representaciones.
Al menos sigue cumpliendo perfectamente su cometido.
De lo que sí que toca hablar es de la parte musical, excelente en el apartado vocal y muy buena en el de la dirección. Grandísimas las dos sopranos. Federica Lombardi tiene uno de los instrumentos más conmovedores que he podido escuchar últimamente. Su voz es rutilante, pero de un brillo más interior que exterior. No se exhibe, simplemente canta con una belleza (muy inteligentemente administrada) que desarma, que cala en el público hasta el escalofrío. Su Mimí, como las otras, no sabrá por qué la llaman así, pero nosotros sabemos por qué ella es una Mimí ideal.
Y en ese nivel no sé si calificar de arquetípico se encuentra la Musetta de Marina
Fantásticos también los dos papeles masculinos con más peso en esta historia. Al Rodolfo del albanés (nacionalizado italiano) Saimir
No le fue a la zaga el Marcello de Mattia
Fue Schaunard en esta representación un muy acertado
Irreprochable el coro adulto y siguen cumpliendo a buen nivel, naturalmente renovados con el paso del tiempo, los coros infantiles, base, ojalá, de voces futuras, como la de la misma Marina Monzó, que perteneció a uno de los participantes, la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet.
James Gaffigan trató a todos con sumo cuidado, con gesto claro, sin muchas alharacas en los momentos más chispeantes de la partitura (pero sin pérdida de efectividad) y con un paladeo casi goloso (pero sin exceso de azúcar) en los episodios más íntimos. Es posible que en el complicado ajuste temporal y tímbrico de la buhardilla bohemia del comienzo se echara de menos algo de juvenil combustión. No obstante, Gaffigan construyó el drama con firmeza y serenidad, equilibrando sobre lo profundo. Me dio la impresión de que al público este equilibrio no le sedujo tanto como cabría esperar de un título tan agradecido. A pesar del triunfo, me faltaron aplausos más entregados y constantes, que creo que merecieron todos los participantes, incluida una orquesta en estado de gracia. No sé, quizás se estén reservando para Jenůfa. Veremos.
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