Alemania

Una obra para la eternidad

Juan Carlos Tellechea
jueves, 22 de diciembre de 2022
Philippe Herreweghe © 2022 by Bert Hulselmans Philippe Herreweghe © 2022 by Bert Hulselmans
Essen, domingo, 18 de diciembre de 2022. Gran sala auditorio Alfried Krupp de la Philharmonie Essen. Eleanor Lyons (soprano), Eva Zaïcik (mezzosoprano), Ilker Arcayürek (tenor), Hanno Müller-Brachmann (bajo-barítono). Coro Collegium Vocale Gent. Orchestre des Champs-Élysées. Director Philippe Herreweghe. Ludwig van Beethoven, ''Missa solemnis'' en re mayor para cuatro voces solistas, coro y orquesta, op 123. 100% del aforo.
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En la historia de la interpretación de la Missa solemnis, de Ludwig van Beethoven, ha habido varios famosos directores de orquesta que desistieron de ejecutarla; algunos otros, incluso, no la abordarían hasta muy tarde en sus respectivas carreras musicales; pero todos ellos bajo el común denominador de haber quedado impresionados por una obra que consideraban impenetrable. Un inmenso trabajo de maduración y análisis en profundidad los llevaba hasta la sustancia misma de una composición que algunos de ellos llegarían a calificar en un momento dado de absolutamente inaudita, ya que cada sección de la misa está concebida desde un ángulo innovador.

Le pasó también el pasado miércoles 14 de diciembre en Hanover al maestro Philippe Herreweghe, quien sufrió un repentino ataque de debilidad durante la intensa gira que mantiene por Europa en estas semanas, al frente de la Orchestre des Champs-Élysées y del coro Collegium Vocale Gent, y tuvo que ser sustituido a último minuto por el primer violinista Alessandro Moccia, antes de la grandiosa velada que cumplió, ya recuperado, este domingo en la Filarmónica de Essen.

 La Missa solemnis, en la que Beethoven trabajó de 1817 a 1823, dedicada al archiduque Rodolfo de Austria, va más allá de la finalidad litúrgica por sus dimensiones, su espíritu mismo y el mensaje de paz que transmite: una paz a la que aspira el Hombre a pesar de los conflictos que él mismo crea. Una paz "interior y exterior" que conquista y rodea el trabajo con austeridad. Varias ideas clave caracterizan esta interpretación: la mayor fidelidad a las indicaciones dinámicas proporcionadas por Beethoven, que puede dar lugar a diferencias dinámicas sustanciales, sin provocar excesivos arrebatos sonoros.

Sensibilidad

Beethoven conocía al archiduque desde hacía muchos años. Se lo presentaron hacia 1803 en casa de los Lobkowitz, por aquel entonces un chico de 15 años que tocaba el piano asombrosamente bien. Rodolfo admiraba inmensamente a Beethoven y le pidió entonces que lo iniciara aún más profundamente en los misterios de la música.

Herreweghe, al igual que otros grandes maestros en la historia de la práctica de la ejecución de la Missa Solemnis, rechaza la idea de nivelar la dinámica por considerar que ello desfigura la obra, para utilizar las propias palabras de Ludwig van Beethoven.

También el uso de los silencios era esencial para el compositor. Por último, una ausencia de teatralidad que evita cualquier grandilocuencia. En este sentido, la elección de la orquesta es significativa: la Orchestre des Champs-Élysées que dirige Herreweghe ofrece un sonido refinado, muy bien trabajado en la diferenciación, especialmente de las cuerdas pero también de los vientos, y las trompas en particular.

Voces

La escritura para la voz en esta obra es notoriamente difícil, sobre todo en lo que se refiere al respeto de las indicaciones dinámicas; y la sensación puede parecer incómoda a veces. La importancia de la contribución coral queda subrayada por el uso que hace Herreweghe del Collegium Vocale, que él mismo fundara en 1970 en su ciudad natal, Gante, un conjunto de gran calidad.

La contribución de los solistas no es menos notable, llevados por la inspiración comunicada por el director: Ilker Arcayürek, un tenor con una bella claridad de emisión, Eva Zaïcik, elocuente en cada una de sus intervenciones, Eleanor Lyons, una elección muy acertada en la parte de soprano, y finalmente Hanno Müller-Brachmann, un bajo-barítono, conmovedor en su sencillez, sustituyendo por enfermedad a Thomas Eduard Bauer.

Pieza enlazada

Fidelidad sincera podría ser la palabra clave para definir una interpretación que atrapó este domingo 18 de diciembre desde la primera hasta la última nota en la gran sala auditorio Alfried Krupp, de la Philharmonie Essen, una de las de más sobresaliente acústica de Alemania. La Missa solemnis "¡Es una obra de la eternidad!", según la bella fórmula empleada por el director, musicólogo y académico Jan Caeyers (''Beethoven. El revolucionario solitario'', editorial C. H. Beck, de Múnich).

Dios sin intermediarios

El propio Beethoven consideraba su Misa, compuesta casi al mismo tiempo que su Novena Sinfonía, como "el más logrado de sus productos intelectuales", como escribía en una carta a la legación de Hesse en Viena.

La idea del reino de Dios más allá de la Iglesia y sin la intermediación de ésta era defendida por varios teólogos en el siglo XIX. La obra de Christoph Christian Sturm Betrachtungen über die Werke Gottes im Reiche der Natur und der Vorsehung auf alle Tage des Jahres (Reflexiones sobre las obras de Dios en el reino de la Naturaleza y la Providencia en todos los días del año) estaba en posesión de Beethoven y mostraba fuertes signos de uso. En el libro se lee que la naturaleza es "una escuela para el corazón, que nos enseña de manera muy lúcida los deberes que debemos tanto a Dios como a nosotros mismos y a nuestros prójimos".

Dos pausas

La Missa solemnis se interpreta de un solo tirón, sin intervalos, pero el director Philippe Herreweghe expresó, dirigiéndose al público, que iba a hacer dos pausas ("para beber"), una antes y otra después del Credo, como así lo hizo.

Es ésta la composición de un creyente, defendida aquí por otro creyente. Que escruta cada rincón de esta extraordinaria partitura, en particular las numerosas y diferentes indicaciones de tempo que la puntúan. El Kyrie instala grandeza e inmensidad, respetando escrupulosamente la indicación Assai sostenuto. "Mit Andacht" (con devoción).

El comienzo del Gloria estalla como una explosión de victoria y se mantiene con fuerza hasta la pausa del "Qui Tollis", marcado como Larghetto. Herreweghe se vuelve casi marcial en el maestoso 'Quoniam' del coro, y la fuga final se ensancha como un torrente, jadeante. En el Credo, tras la fuerza casi telúrica de las primeras páginas, nos envuelve la dulzura angelical de Et incarnatus est y la intensa intervención de los solistas en un tempo muy medido en el verso Homo factus est. Más adelante, se susurra el Et sepultus est, cercano al silencio. Et ressurexit libera de repente una tremenda ráfaga de energía. El final fugado crece en tensión para terminar con un extático Amén.

Serenidad

El comienzo del Sanctus es hierático con las trompas no demasiado prominentes, más aún durante el reprise instrumental, un momento de serenidad. El Praeludium antes del Benedictus es pura magia, de la que procede el solo del primer violín (Alessandro Moccia). El Agnus Dei alcanza las más altas cotas de sencillez y elevación de espíritu en la melodía del bajo-barítono.

El movimiento avanza con un fervor suave, pero se percibe el dolor creativo que la pieza le debe de haber costado a Beethoven, y que impone al intérprete. La pequeña música militar que introduce las palabras "Dona nobis pacem" es a la vez liberada y sostenida por el director de orquesta.

La perorata instrumental da paso a una dulzura extrema y a un pppp final hechizante. Von Herzen zu Herzen (Del corazón, al corazón), escribía Beethoven al comienzo del Kyrie. Estas mismas palabras pueden aplicarse con todo énfasis a la presentación de la Orchestre des Champs-Élysées, el Collegium Vocale Gent, y los solistas Eleanor Lyons, Eva Zaïcik, Ilker Arcayürek y Hanno Müller-Brachmann, dirigidos meticulosamente por Philippe Herreweghe, ante un alud de merecidas ovaciones y exclamaciones de aprobación de la platea.

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