Opinión
¡Prohíban Chaikovsky! Nos pide Ucrania
Agustín Blanco Bazán

El pasado 7 de diciembre,
el diario londinense The Guardian
publicó una súplica del ministro de cultura ucraniano “a sus aliados”. Como ser
aliado es, en su opinión, seguir lo que quiera su gobierno hasta el fin y sin
chistar, Okeksandr Tkachenko les pide que por favor boicoteen a Chaikovsky
hasta el final de la guerra. ¡Nada de Cascanueces para nuestros niños occidentales
desde Varsovia hasta Los Ángeles en estas navidades, si es que realmente
estamos contra Putin! ¡Y nada de Cenicienta, Lago de los cisnes, Onegin, Dama
de Picas, o esas sinfonías que, en las casas de ópera o salas de conciertos,
atentan culturalmente contra una Ucrania que, recordemos, ha suprimido cualquier
indicio de cultura rusa en su territorio! También ha clausurado once partidos
políticos de oposición y medios de prensa en los últimos meses.
Pero ¿por qué preocuparse
si hay tanta buena música ucraniana para reemplazar a la rusa?, nos sugiere el
ministro. En lugar del Cascanueces,
escuchemos, nos aconseja, el famoso villancico de las campanas basado “en la
melodía folklórica Shchedryc, que
inspiró al brillante compositor ucraniano Mykola Leontovych a crear una obra
maestra universal. Grandes celebraciones se han planeado en este mes para
honrar el aniversario de Shchedryk.”
Tkachenko nos pide
también que extendamos este boicot a los artistas rusos y se regocija
recordando como Liudmilla Monastyrska reemplazó a Anna Netrebko, cuando esta se
fue del Met “después de rehusar el pedido de que denunciara a Putin.”
Aquí no quedó más remedio
para el Guardian que publicar la
siguiente aclaratoria: “el representante de la Sra. Netrebko nos ha pedido que
clarifiquemos que, aún sin denunciar a Putin por motivos de seguridad para ella
y su familia, días después de la invasión rusa a Ucrania, ella publicó una
declaración oponiéndose a esta guerra de agresión sin sentido y pidiendo a
Rusia que la terminara.”
Pero ¿qué importa, si hay
tantos artistas ucranianos para borrar a los rusos del mapa? Okeksandr: “Nuestros
compositores han producido obras maestras … y nuestros escritores no deben ser
menos estimados que sus contrapartes rusas. La literatura ucraniana tiene raíces
profundas y todavía sigue desarrollándose activamente. Nuestras bellas artes y
artes decorativas comparten sus orígenes con la rica historia cultural europea”.
En otros términos, no
basta con armar a Ucrania hasta los dientes sin pedirle nada a cambio. A Rusia también
hay que exterminarla culturalmente. Y a los artistas rusos también.
Por mi parte, creí
advertir un resabio de este tipo de contienda cultural cuando, en ocasión de la
reciente producción de El Ángel de fuego en
el Teatro Real se insinuó que Prokofiev era ucraniano por haber nacido en
Donetsk. Midiéndolo todo con la misma vara, ¿es posible decir que Unamuno no
era español sino vasco, o que Kafka no era alemán sino checo?
Porque, después de todo,
tampoco en Donetsk es posible diferenciar entre rusos y ucranianos sin recurrir
a drásticos recursos de limpieza étnica. Los rusos que se salven deberán hablar
ucraniano como debían hacerlo los catalanes y los vascos en épocas de Franco.
¿Hipocresía o estupidez?
Ambas, creo yo, van de la mano cuando de guerras culturales se trata. También
van de la mano con cosas más serias: que la Federación Rusa promueva las
guerras culturales como antesala del genocidio y la limpieza étnica como lo
hicieron la Alemania nazi y la Unión Soviética no quiere decir que lo mismo no
pueda ocurrir en Ucrania. Las investigaciones sobre violaciones de derechos
humanos básicos contra las minorías rusas están siendo radicalmente descartadas
por el silencio de la prensa occidental. Porque parece imposible ensayar algún análisis
crítico frente a una Ucrania que todos concebimos como injustamente invadida
pero cuyo esfuerzo bélico es necesario condicionar para impedir los niveles de
rusofobia que nos pide su gobierno.
¿Es Chaikovsky el nuevo
Wagner? Quiero decir: ¿se pretende contra él un boicot similar al ensayado
contra Wagner durante la Primera Guerra Mundial?
Hace unos años investigué
cómo la prohibición de la casa Ricordi de utilizar sus partituras en el Colón
de Buenos Aires no hizo sino afianzar la determinación de los argentinos por imponer
a Wagner cantado en alemán en la postguerra. Durante la segunda guerra mundial,
Wagner no fue boicoteado ni en Buenos Aires ni en Nueva York gracias al aporte
de exilados ilustres como Fritz Busch o Erich Kleiber que sabían muy bien cómo
combatir las pretensiones wagnerianas monopólicas del Tercer Reich. Hubiera
sido una estupidez aceptar la propuesta de Hitler de considerar a Wagner como
solo suyo. Y es una estupidez aceptar la propuesta del ministro de cultura
ucraniano de asociar en forma similar a Putin con Chaicovsky.
Por ello, ¡Cuánto más guerra, más Chaikovsky! Ello sin perjuicio de dar unos minutos al villancico de las campanas, que ucraniano o no, es decididamente un primor.
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