Opinión

¡Prohíban Chaikovsky! Nos pide Ucrania

Agustín Blanco Bazán
viernes, 23 de diciembre de 2022
P.I. Chaikovsky  © DM P.I. Chaikovsky © DM
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El pasado 7 de diciembre, el diario londinense The Guardian publicó una súplica del ministro de cultura ucraniano “a sus aliados”. Como ser aliado es, en su opinión, seguir lo que quiera su gobierno hasta el fin y sin chistar, Okeksandr Tkachenko les pide que por favor boicoteen a Chaikovsky hasta el final de la guerra.  ¡Nada de Cascanueces para nuestros niños occidentales desde Varsovia hasta Los Ángeles en estas navidades, si es que realmente estamos contra Putin! ¡Y nada de Cenicienta, Lago de los cisnes, Onegin, Dama de Picas, o esas sinfonías que, en las casas de ópera o salas de conciertos, atentan culturalmente contra una Ucrania que, recordemos, ha suprimido cualquier indicio de cultura rusa en su territorio! También ha clausurado once partidos políticos de oposición y medios de prensa en los últimos meses.

Pero ¿por qué preocuparse si hay tanta buena música ucraniana para reemplazar a la rusa?, nos sugiere el ministro.  En lugar del Cascanueces, escuchemos, nos aconseja, el famoso villancico de las campanas basado “en la melodía folklórica Shchedryc, que inspiró al brillante compositor ucraniano Mykola Leontovych a crear una obra maestra universal. Grandes celebraciones se han planeado en este mes para honrar el aniversario de Shchedryk.” 

Tkachenko nos pide también que extendamos este boicot a los artistas rusos y se regocija recordando como Liudmilla Monastyrska reemplazó a Anna Netrebko, cuando esta se fue del Met “después de rehusar el pedido de que denunciara a Putin.”

Aquí no quedó más remedio para el Guardian que publicar la siguiente aclaratoria: “el representante de la Sra. Netrebko nos ha pedido que clarifiquemos que, aún sin denunciar a Putin por motivos de seguridad para ella y su familia, días después de la invasión rusa a Ucrania, ella publicó una declaración oponiéndose a esta guerra de agresión sin sentido y pidiendo a Rusia que la terminara.” 

Pero ¿qué importa, si hay tantos artistas ucranianos para borrar a los rusos del mapa? Okeksandr: “Nuestros compositores han producido obras maestras … y nuestros escritores no deben ser menos estimados que sus contrapartes rusas. La literatura ucraniana tiene raíces profundas y todavía sigue desarrollándose activamente. Nuestras bellas artes y artes decorativas comparten sus orígenes con la rica historia cultural europea”. 

En otros términos, no basta con armar a Ucrania hasta los dientes sin pedirle nada a cambio. A Rusia también hay que exterminarla culturalmente. Y a los artistas rusos también.

Por mi parte, creí advertir un resabio de este tipo de contienda cultural cuando, en ocasión de la reciente producción de El Ángel de fuego en el Teatro Real se insinuó que Prokofiev era ucraniano por haber nacido en Donetsk. Midiéndolo todo con la misma vara, ¿es posible decir que Unamuno no era español sino vasco, o que Kafka no era alemán sino checo?

Porque, después de todo, tampoco en Donetsk es posible diferenciar entre rusos y ucranianos sin recurrir a drásticos recursos de limpieza étnica. Los rusos que se salven deberán hablar ucraniano como debían hacerlo los catalanes y los vascos en épocas de Franco.

¿Hipocresía o estupidez? Ambas, creo yo, van de la mano cuando de guerras culturales se trata. También van de la mano con cosas más serias: que la Federación Rusa promueva las guerras culturales como antesala del genocidio y la limpieza étnica como lo hicieron la Alemania nazi y la Unión Soviética no quiere decir que lo mismo no pueda ocurrir en Ucrania. Las investigaciones sobre violaciones de derechos humanos básicos contra las minorías rusas están siendo radicalmente descartadas por el silencio de la prensa occidental. Porque parece imposible ensayar algún análisis crítico frente a una Ucrania que todos concebimos como injustamente invadida pero cuyo esfuerzo bélico es necesario condicionar para impedir los niveles de rusofobia que nos pide su gobierno.

¿Es Chaikovsky el nuevo Wagner? Quiero decir: ¿se pretende contra él un boicot similar al ensayado contra Wagner durante la Primera Guerra Mundial?

Hace unos años investigué cómo la prohibición de la casa Ricordi de utilizar sus partituras en el Colón de Buenos Aires no hizo sino afianzar la determinación de los argentinos por imponer a Wagner cantado en alemán en la postguerra. Durante la segunda guerra mundial, Wagner no fue boicoteado ni en Buenos Aires ni en Nueva York gracias al aporte de exilados ilustres como Fritz Busch o Erich Kleiber que sabían muy bien cómo combatir las pretensiones wagnerianas monopólicas del Tercer Reich. Hubiera sido una estupidez aceptar la propuesta de Hitler de considerar a Wagner como solo suyo. Y es una estupidez aceptar la propuesta del ministro de cultura ucraniano de asociar en forma similar a Putin con Chaicovsky.

Por ello, ¡Cuánto más guerra, más Chaikovsky! Ello sin perjuicio de dar unos minutos al villancico de las campanas, que ucraniano o no, es decididamente un primor. 


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