Francia

Lakmé-Devielhe, bienvenidas otra vez

Francisco Leonarte
lunes, 26 de diciembre de 2022
'Lakmé' de Delibes © 2021 by Wikipedia 'Lakmé' de Delibes © 2021 by Wikipedia
París, miércoles, 14 de diciembre de 2022. Théâtre des Champs-Elysées. Lakmé, ópera-comique en tres actos creada en 1883. Libreto de Edmond Gondinet y Philippe Gille. Música de Léo Delibes. Versión de concierto. Con Sabine Devieilhe (Lakmé), Cyrillle Dubois (Gérald), Lionel Lhotte (Nilakantha), Fleur Barron (Malika), Pierre Doyen (Frédéric), Erminie Blondel (Ellen), Charlotte Bonnet (Rose), Svetlana Lifar (Mistress Bentson), Matthieu Justine (Hadji). Coro de la Opera de Montecarlo. Orquesta Filarmónica de Montecarlo. Dirección musical de Laurent Campellone
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Hace menos de dos meses, el público parisino tuvo la ocasión de asistir a una serie de representaciones memorables de Lakmé en la Opera-Comique. El 14 de diciembre pasado, el Teatro de los Campos-Eliseos presentaba de nuevo Lakmé con la misma protagonista, Sabine Devielhe, cambiando el resto del elenco y en versión de concierto. ¿Era indispensable repetir obra y protagonista en tan corto lapso de tiempo ? Misterios de la programación...

Esta vez sobre el escenario, formación relativamente reducida (tres contrabajos, cinco violonchelos, no hace falta más para Lakmé) la Orquesta de la Ópera de Montecarlo, que no tiene una de esas secciones de cuerda con sonido aterciopelado o especialmente bonito, pero que cumple con creces, entusiasta, destacando sus solistas de violín, trompa, oboe, clarinete y flauta, que supieron entender a la perfección lo que es el orientalismo musical francés.

Dirigía su titular, Laurent Campellone, con gestos amplios pero no demostrativos. Muy atento a cantantes y partitura, no dió prácticamente entradas con la mano izquierda pero sí incitaba con la vista. No se puede decir que hiciera 'virguerías', ni que revelase detalles particulares de la orquestación o diera una visión personalísma, pero hizo algo mejor: hizo que la orquesta cantase las dulces melodías delibesianas; cuidó a los cantantes, de voces más bien pequeñas, moderando el sonido de su orquesta en arias y dúos; dió brío a los pasajes animados y mantuvo en todo momento la tensión del conjunto. No se comportó como artista, sino como un buen artesano. Y todos los asistentes se lo agradecimos infinitamente.

No sólo eso. Además Campellone tuvo la excelente idea (¡excelentísima!) de recuperar con frescura e intensidad el precioso ballet de las bayaderas (escamoteado por desgracia en las representaciones de Opera-Comique) así como otros pasajes (verbigracia el diálogo de Miss Ellen en el segundo acto que le da en efecto más cuerpo al personaje). Gracias maestro Campellone.

Hubo más música que de costumbre en esta versión de Lakmé y sin embargo nadie se aburrió. A ver si va a ser que cada vez que cortan una obra por miedo a aburrir al público el problema no es de la obra sino de los intérpretes, que no saben darnos su visión de conjunto ...

Como decíamos, Sabine Devielhe volvía a cantar la protagonista. Sigue sin poseer realmente el sobreagudo, emitiendo a cambio un sonido de poco volumen y bastante forzado, que sin embargo da el pego. Pero vista la maestría con que aborda pianissimi, filados, vista su constante inteligibilidad, visto su precioso fraseo, y su estupenda composición de personaje de adolescente que descubre sus impulsos, el falso agudo es lo de menos. Emocionó.

De Cyrille Dubois -otro cantante muy estimado por el público francés- se puede decir otro tanto. Tampoco él posee los agudos que requeriría el personaje, debiendo componer con sonidos mixtos (que entran perfectamente en la tradición francesa) y con una especie de sonido tragado, hacia atrás, que da más sensación de esfuerzo que placer. Pero se le perdona por su muy hermosa línea de canto, su precioso fraseo, su asombrosa inteligibilidad.

No obstante, así como la encarnación de Devielhe resulta perfectamente creíble y emocionante, la de Dubois parece un tanto afectada. Hace un Gérald muy blandito, un punto torpe pero encantador, un tipo de personaje que por desgracia recuerda demasiado a otros personajes encarnados por el mismo Dubois (en particular su sensacional Fortunio en la ópera de Messager). Da emoción, es cierto -tal vez demasiada, sobre todo al final, resultando un tanto afectado y pareciendo "llorar como mujer lo que no supo defender como hombre" ... Vamos, que suena un punto contradictorio con el soldado aguerrido que Delibes y sus libretistas bosquejaron ...

Lionel Lhotte triunfó en Bastille no hace mucho como Pandolphe de Cendrillon de Massenet, donde componía al encantador padre de Cenicienta y hace poco compuso un travieso y divertido don Pedro de Hinoyosa en La Périchole de Offenbach. Aquí da miedo como Nilakantha. Impone. Pero sabe dar también ternura. Su voz no siempre es de color homogéneo, pero siempre está bien timbrada, con agudos seguros y certeros. Y también buena inteligibilidad. Sin duda un gran barítono.

Como Mallika, que tiene el famoso dúo de la flores con la protagonista en el primer acto y poco más, Fleur Barron. Mostró un bonito instrumento, tal vez un punto ancho, lo que dificulta que se le entienda bien. Pero su musicalidad y volumen hacen que se valore su línea de canto.

El delicioso papel de Miss Ellen fue interpretado deliciosamente por Erminie Blondel, y otro tanto podríamos decir de Charlotte Bonnet (Rose) o de Svetlana Lifar como Mistress Benson o Pierre Doyen como Frédéric. Matthieu Justine hizo un buen Hadji (no tan emocionante como el de François Rougier en Opera-Comique, pero tal vez con más cuerpo en la voz). El Coro de la Opera de Montecarlo, sólido, con buen volumen, aunque no siempre inteligible.

El teatro, lleno hasta la bandera, como en los tiempos pre-pandemia. Y el público entusiasta. Ojalá sea éste un signo de definitiva recuperación de la asistencia a los teatros. Y un signo de definitiva recuperación de una obra tan deliciosa como Lakmé. Y a ser posible de otras obras no menos deliciosas (incluso del propio Delibes, más allá de Coppelia, Sylvia y Lakmé) que esperan su turno para recibir de nuevo el entusiasmo del público. 

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