Francia
Lakmé-Devielhe, bienvenidas otra vez
Francisco Leonarte

Hace menos de dos meses, el público parisino
tuvo la ocasión de asistir a una serie de representaciones memorables de Lakmé
en la Opera-Comique. El 14 de diciembre pasado, el Teatro de los
Campos-Eliseos presentaba de nuevo Lakmé con la misma protagonista, Sabine
Devielhe, cambiando el resto del elenco y en versión de concierto. ¿Era
indispensable repetir obra y protagonista en tan corto lapso de tiempo ? Misterios
de la programación...
Esta vez sobre el escenario, formación
relativamente reducida (tres contrabajos, cinco violonchelos, no hace falta más
para Lakmé) la Orquesta de la Ópera de Montecarlo, que no tiene una de esas
secciones de cuerda con sonido aterciopelado o especialmente bonito, pero que
cumple con creces, entusiasta, destacando sus solistas de violín, trompa, oboe,
clarinete y flauta, que supieron entender a la perfección lo que es el
orientalismo musical francés.
Dirigía su titular, Laurent Campellone, con
gestos amplios pero no demostrativos. Muy atento a cantantes y partitura, no
dió prácticamente entradas con la mano izquierda pero sí incitaba con la vista.
No se puede decir que hiciera 'virguerías', ni que revelase detalles
particulares de la orquestación o diera una visión personalísma, pero hizo algo
mejor: hizo que la orquesta cantase las dulces melodías delibesianas; cuidó a
los cantantes, de voces más bien pequeñas, moderando el sonido de su orquesta
en arias y dúos; dió brío a los pasajes animados y mantuvo en todo momento la
tensión del conjunto. No se comportó como artista, sino como un buen artesano.
Y todos los asistentes se lo agradecimos infinitamente.
No sólo eso. Además Campellone tuvo la
excelente idea (¡excelentísima!) de recuperar con frescura e intensidad el
precioso ballet de las bayaderas (escamoteado por desgracia en las
representaciones de Opera-Comique) así como otros pasajes (verbigracia el
diálogo de Miss Ellen en el segundo acto que le da en efecto más cuerpo al
personaje). Gracias maestro Campellone.
Hubo más música que de costumbre en esta
versión de Lakmé y sin embargo nadie se aburrió. A ver si va a ser que
cada vez que cortan una obra por miedo a aburrir al público el problema no es
de la obra sino de los intérpretes, que no saben darnos su visión de
conjunto ...
Como decíamos, Sabine Devielhe volvía a cantar
la protagonista. Sigue sin poseer realmente el sobreagudo, emitiendo a cambio
un sonido de poco volumen y bastante forzado, que sin embargo da el pego. Pero
vista la maestría con que aborda pianissimi, filados, vista su constante
inteligibilidad, visto su precioso fraseo, y su estupenda composición de
personaje de adolescente que descubre sus impulsos, el falso agudo es lo de
menos. Emocionó.
De Cyrille Dubois -otro cantante muy estimado
por el público francés- se puede decir otro tanto. Tampoco él posee los agudos
que requeriría el personaje, debiendo componer con sonidos mixtos (que entran
perfectamente en la tradición francesa) y con una especie de sonido tragado,
hacia atrás, que da más sensación de esfuerzo que placer. Pero se le perdona
por su muy hermosa línea de canto, su precioso fraseo, su asombrosa
inteligibilidad.
No obstante, así como la encarnación de
Devielhe resulta perfectamente creíble y emocionante, la de Dubois parece un
tanto afectada. Hace un Gérald muy blandito, un punto torpe pero encantador, un
tipo de personaje que por desgracia recuerda demasiado a otros personajes
encarnados por el mismo Dubois (en particular su sensacional Fortunio en
la ópera de Messager). Da emoción, es cierto -tal vez demasiada, sobre todo al
final, resultando un tanto afectado y pareciendo "llorar como mujer lo
que no supo defender como hombre" ... Vamos, que suena un punto
contradictorio con el soldado aguerrido que Delibes y sus libretistas
bosquejaron ...
Lionel Lhotte triunfó en Bastille no hace
mucho como Pandolphe de Cendrillon de Massenet, donde componía al
encantador padre de Cenicienta y hace poco compuso un travieso y divertido don
Pedro de Hinoyosa en La Périchole de Offenbach. Aquí da miedo
como Nilakantha. Impone. Pero sabe dar también ternura. Su voz no siempre es de
color homogéneo, pero siempre está bien timbrada, con agudos seguros y
certeros. Y también buena inteligibilidad. Sin duda un gran barítono.
Como Mallika, que tiene el famoso dúo de la
flores con la protagonista en el primer acto y poco más, Fleur Barron. Mostró
un bonito instrumento, tal vez un punto ancho, lo que dificulta que se le
entienda bien. Pero su musicalidad y volumen hacen que se valore su línea de
canto.
El delicioso papel de Miss Ellen fue interpretado deliciosamente por Erminie Blondel, y otro tanto podríamos decir de Charlotte Bonnet (Rose) o de Svetlana Lifar como Mistress Benson o Pierre Doyen como Frédéric. Matthieu Justine hizo un buen Hadji (no tan emocionante como el de François Rougier en Opera-Comique, pero tal vez con más cuerpo en la voz). El Coro de la Opera de Montecarlo, sólido, con buen volumen, aunque no siempre inteligible.
El teatro, lleno hasta la bandera, como en los tiempos pre-pandemia. Y el público entusiasta. Ojalá sea éste un signo de definitiva recuperación de la asistencia a los teatros. Y un signo de definitiva recuperación de una obra tan deliciosa como Lakmé. Y a ser posible de otras obras no menos deliciosas (incluso del propio Delibes, más allá de Coppelia, Sylvia y Lakmé) que esperan su turno para recibir de nuevo el entusiasmo del público.
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