Recensiones bibliográficas

Memorias de un enamorado de Viena

Carlos Ginebreda
viernes, 30 de diciembre de 2022
Records d'un animador musical (1952-1976) © 2022 by Viena Edicions Records d'un animador musical (1952-1976) © 2022 by Viena Edicions
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Hace ya unos meses que se publicó este primer volumen de memorias (1952-1976) de Manuel Capdevila Font, muy recomendable.* El libro está escrito en catalán. El autor se expresa con tal fluidez y amenidad que atrapa inmediatamente al lector. Manuel Capdevila Font nació en Barcelona el 30 de enero de 1931, por lo que tiene en la actualidad de 91 años, pero tiene la cabeza clara y una envidiable memoria. Ello, añadido a un enorme archivo documental, le ayuda a poder explicar el pasado con muchos detalles y anotaciones. Ha asistido a nueve mil conciertos, y suma y sigue porque todavía acude a muchas citas musicales en Barcelona y Cataluña principalmente, ya que ahora no viaja tanto como lo hizo en el pasado.

Alcanzar la edad en que aparece el "uso de razón" era una expresión poco concreta que se utilizaba antes. Qué edad era y cuándo le tocaba a cada persona. Quizás a los siete, ocho o nueve años. En el caso de Manuel Capdevila parece que le llegó su amor a la música en esa indeterminada edad o incluso antes. En 1944 empieza sus primeras clases de piano con Marina Perarnau y más tarde aprende música de un modo más amplio con Eduard Toldrá, amigo de su padre. Toldrá era un gran director de orquesta y compositor, y Manuel Capdevila en esa época empieza a absorber como una esponja todo lo que puede sobre música. Asiste a sus primeros conciertos en los años cuarenta (concretamente en 1944 ya asiste a 14 conciertos), pero además con su padre sintonizan la radio, moviendo el rotor del dial y conectar con la Radio de Berlín a través de la cual escucha por primera vez a Furtwängler con la Filarmónica de Berlín, o la BBC de la posguerra en la que escucha los famosos Proms londinenses retransmitidos desde el Royal Albert Hall y dirigidos por Malcolm Sargent, y de los Festivales de Salzburgo. En su hogar se respira una atmósfera cultural y más especialmente musical.

Ya desde un principio su interés musical y emocional se centra en Beethoven, que fue y sigue siendo su compositor preferido. Al entrar en casa de Manuel Capdevila, destaca un gran busto de Beethoven. Su ópera preferida es Fidelio de la que tiene más de ciento treinta versiones. Lo cierto es que se propone adentrarse en todas las composiciones beethovenianas, y se dedica a saber todo lo que está a su alcance en aquellos tiempos de posguerra. Unos años después, la primera vez que visitó el cementerio de Viena, puso una corona de flores en nombre de las “Juventudes Musicales de Barcelona” ante la tumba de Beethoven, y es tal su emoción que se queda allí sentado cuando se ha marchado todo el mundo, y cuando se da cuenta nota que ha estado un tiempo casi indefinido fuera de este mundo.

El libro no trata de cuestiones personales, vida privada, cotilleos o devolución de cuentas a personas que le hayan defraudado. Tampoco entra en detalle de la miseria de posguerra, del hambre, de la destrucción o de dictadura franquista. La actitud de Manuel Capdevila es la de mirar hacia adelante, de trabajar para un futuro mejor y dedicarse a su pasión que es la música y lo hace con coraje y una gran capacidad de trabajo. Sus archivos, su agenda y su empatía son extraordinarios. Por otra parte, el libro recorre su vida profesional, pero de forma paralela Manuel Capdevila acudía al Teatro del Liceo, a los conciertos organizados por la entidad “Pro Música” y a la temporada de la Orquesta Ciudad de Barcelona, que no son objeto de comentario en el libro.

Por explicarlo resumidamente, dedica su libro a cuatro niveles o etapas de trabajo y divulgación interesantísimos e incluso sorprendentes en una época en la que el ambiente musical español era poco más o menos que un páramo. Lo dividimos en estas cuatro fases por meras razones metodológicas, que muchas veces se yuxtaponen en el tiempo.

Una primera etapa empieza con la “Asociación Beethoven” en la que reúne a amigos y amigas de su edad para hacer audiciones, conferencias o fomentar conciertos, en los que además de Beethoven ya empiezan a situarse Mozart, Schubert y otros clásicos. En segundo lugar, comienza junto al grupo inicial la fundación de “Juventudes Musicales de Barcelona”, algo que va muy en serio, y con varios objetivos, como son la organización de conciertos para jóvenes, el conocimiento de artistas y compositores jóvenes. Entre los artistas noveles encontraremos a Ros-Marbá, Rosa Sabater, Anna Ricci, Gonçal Comellas y muchísimos otros que van surgiendo en el libro. Entre los compositores, Mompou, Montsalvatge, Benguerel o Mestres Quadreny, y disculpe el lector porque la lista es mucho más larga. La existencia de “Juventudes Musicales de Barcelona” (en adelante, J.M.B.) convive con otras Juventudes fundadas en la Europa de posguerra, y ello supone salir fuera de España y convivir con jóvenes ese ambiente europeo. Una bocanada de aire fresco venido de Europa renaciente en lo musical. Las J.M.B. mientras tanto organizan sesiones informativas, conciertos estivales en el Barrio Gótico de Barcelona, en el Ateneu Barcelonés e incluso fuera de Barcelona. Las J.M.B. consiguen algo prácticamente inaudito para la época, el apoyo de algunas de sus iniciativas a través del Ayuntamiento de Barcelona, por mediación de Esteve Bassols que se contagia poco a poco de las iniciativas de J.M.B. que a su vez va generando proyectos cada vez más ambiciosos.

En un tercer nivel, se centra en el trabajo de las J.M.B. a nivel internacional y en particular con la “Federación Internacional de Juventudes Musicales” (en adelante, F.I.J.M.). Manuel Capdevila habla francés, se hace entender en inglés y a finales de los años cincuenta domina el alemán, que ha aprendido en Viena. Capdevila confiesa en el libro que dedica jornadas de 16 horas, en días hábiles o festivos. Trabaja con total entrega con la Federación viajes por toda Europa y algunos intercontinentales. (Numerosísimos contactos con personalidades de los países miembros de la F.I.M.J.). En este libro podemos verificar la intensidad de la actividad de Manuel en Francia, Alemania, Austria o países del Este.* Ello supone para las J.M.B. un intenso número de contactos institucionales y personales.

Finalmente, la fase culminante es la de la organización del "Festival Internacional de Música a Barcelona". J.M.B. ha llegado a un nivel internacional excepcional. Tanto es así que se logra involucrar a personas e instituciones, sobre todo el Ayuntamiento de Barcelona de la época del alcalde Porcioles, en la fundación del citado festival internacional. La historia del Festival es tan fecunda que varios ejemplos pueden ilustrar su importancia. Al festival acude en tres ocasiones la Filarmónica de Viena, en dos ocasiones dirigida por Karl Böhm y en la tercera dirigida por István Kertesz. En la primera visita de la Filarmónica de Viena tocan el primer día el Requiem de Mozart y el segundo la Novena sinfonía de Beethoven. Hay también conciertos de lieder, con Irmgard Seefried, Anton Dermota o Elisabeth Schwarzkopf. Conciertos de música de cámara y solistas de renombre, entre los que figuran Wolfgang Schneiderhan, Alfred Brendel o Paul Badura-Skoda y Jörg Demus. Manuel Capdevila mantendrá una muy buena amistad con Irmgard Seefried, con Anton Dermota y con músicos de la Filarmónica de Viena. Logra organizar viajes de los Niños Cantores de Viena con giras por toda España. Ha conocido personalmente a Penderecki y a Kodaly. La colaboración con Austria ha sido tan grande que le fueron concedidas la Gran Cruz de la República Austríaca, la Medalla de la Flauta Mágica por parte del Mozarteum de Salzburgo, y en 1994 la Creu de Sant Jordi. Francamente, no creo que haya existido una figura en España que haya tenido tanta relación musical con Viena como la que mantuvo Manuel Capdevila. Por cierto, el libro contiene buenas fotografías y está lleno de numerosas y jugosas anécdotas que a buen seguro entretendrán a los lectores.

Hay un acontecimiento especial e irrepetible en la vida de Manuel Capdevila. En 1953 y 1954 hizo sendos viajes a Bayreuth y Austria (Salzburgo y Viena), a los que se le unen los hermanos José Luis y Fernando Carro que ya eran grandes melómanos y lo siguieron siendo toda su vida. Los dos viajes fueron esenciales para la vida musical para Manuel Capdevila. En el primer viaje de 1953 vio el Tristán dirigido por Jochum a la Varnay y Ramón Vinay, y le impactó profundamente Ludwig Weber en el personaje del Rey Marke, y pocos días después fue a Salzburgo a ver Las Bodas de Figaro, con la magnífica Schwarzkopf como condesa. Pero fue en su segundo viaje, el de 1954, en el que tuvo la posibilidad de acceder al foso del Festspielhaus de Bayreuth para ver el concierto que se daba en el escenario. 

El 8 de agosto de 1954 contempló desde el foso de la orquesta, colocándose muy cerca y desde abajo viendo en el podio a Wilhelm Furtwängler dirigiendo aquella obra imperecedera, la Novena Sinfonía de Beethoven.* Aquello fue un acontecimiento inolvidable e imborrable, la cima de toda su pasión por la música. Una emoción inalcanzable. Luego volvió a Salzburgo para ver de nuevo a Furtwängler una soberbia interpretación de El Cazador Furtivo. De los más de nueve mil conciertos a los que ha asistido, para Manuel Capdevila Furtwängler es el mejor director de todos los tiempos. Furtwängler falleció el 30 de noviembre de 1954 y J.M.B. organizó un sufragio en su memoria, el día 7 de diciembre de 1954 en la iglesia de Santa María de Pompeya.

Su pasión por Viena fue tal que Capdevila se instaló allí con su esposa desde finales de 1958 y durante el año 1959. La cantidad de conciertos y funciones de ópera a diario era apabullante. Le tocó la época en que Karajan era director de la Ópera de Viena. Y hasta llegó a ser invitado al baile de gala de la Filarmónica de Viena en la Sala Dorada del Musikverein, con frac él y muy elegante ella y Karajan dirigiendo los primeros compases del Vals del Emperador. En conversación con el autor para esta crónica, me explicó que la Orquesta Filarmónica de Viena de los años cincuenta estaba en plena forma (el sonido monoaural de los discos no lo recogía del todo bien). Pero me asegura Manuel Capdevila que durante los cincuenta y sobre todo de 1958 en adelante, y estando Karajan como director de la Ópera de Viena, la Filarmónica estaba en una forma espectacular. Los registros de hizo el director salzburgués con Decca dan adecuado testimonio.

Quisiera insistir en que Manuel Capdevila siempre promovió la música en el modo más sencillo y asequible para todos los públicos, sobre todo dirigido a los jóvenes, No fue partidario del lujo de divos, y disfruta tanto de conciertos y funciones de ópera espectaculares, como de los más sencillos pero profundos recitales de lieder, sobre los que tiene obra escrita en abundancia.

Por último, debo citar un acontecimiento que me que me vincula con el Festival Internacional de Música del año 1976 cuando ya no estaba Manuel Capdevila en la organización. En el libro que aquí se reseña, en la página 374, Manuel Capdevila explica que en 1974 acordó con el gerente y representante de la Sinfónica de Viena, Karl Peter Pietsch, para que estuvieran en el Festival de 1976. Me consta que Manuel Capdevila estaba muy interesado en Giulini. El primer concierto al que asistí en mi vida tuvo lugar el 7 de octubre de 1976, cuando yo tenía 17 años, y fui a ver con mi hermana precisamente a la Orquesta Sinfónica de Viena dirigida por Carlo Maria Giulini, de la que era el director titular.* 

Notas

1. Manuel Capdevila Font, Records d’un animador musical (1952-1976), Viena Edicions, Barcelona, 2022, 464 páginas, ISBN 978-84-18908-55-2

2. El lector debe tener presente que, para un español, viajar por la Europa de la posguerra, con visados, permisos militares, fronteras, monedas y cambios diferentes, horarios de transporte o alojamiento, era una aventura para la que uno debía tener cierto coraje, pero la pasión por la música estuvo por encima de todo eso. Lo mismo cabe decir de la burocracia interna que existía en España, que más que facilitar ponía dificultades para salir del país. Debemos tener en cuenta que hasta el 15 de mayo de 1955 en que se firmó el Tratado entre los Aliados y la Unión Soviética, Viena estaba en zona rusa, y cualquier ausencia de visado podía ocasionar graves problemas, y más aún si llevaba uno el pasaporte español.

3. La grabación de 8 de agosto de 1954, ha sido editada de forma oficial en CD por el sello discográfico Orfeo, pero con pésima calidad sonora. La orquesta es la del Festival de Bayreuth, la dirección del fabuloso coro va a cargo del legendario Wilhelm Pitz y los solistas son Gré Brouwestijn (soprano) Ira Malaniuk (contralto) Wolfgang Windgassen (tenor) y Ludwig Weber (bajo). Por aquellas fechas ya circulaba el registro para EMI en LP de la versión de la Novena de Beethoven registrada el Festival de Bayreuth de 1951.

4. El programa consistió en el Cuarto Concierto para piano y orquesta de Beethoven con un joven Rudolf Buchbinder al piano, las difíciles Variaciones para orquesta de Webern y la Novena Sinfonía de Schubert (La Grande), y como propina el Vals El Bello Danubio Azul de Johann Strauss.

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