Alemania
La luz fascinante del pedal de Su Yeon Kim
Juan Carlos Tellechea
Este ciclo Talent entdecken (Descubrir el talento) que organizan en cooperación Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf y el Kunstpalast de Düsseldorf es todo un acierto. Ambas instituciones, en contacto y coordinación con Steinway & Sons., traen a esta ciudad a jóvenes pianistas al comienzo de sus carreras que han sido galardonados en prestigiosos concursos internacionales.
Graduada primero en Corea, tutelada después por Paul Gulda, y finalmente formada con Pavel Gililov en el Mozarteum de Salzburgo, donde reside actualmente, Su Yeon Kim no solo desvela en esta velada la exquisitez de su selección para presentarse ante el público de Düsseldorf por primera vez, sino cuánta hondura espiritual hay en ella misma cuando se sumerge en sus abisales meditaciones musicales, como lo hizo durante casi dos horas en este recital.
Paralelamente a esta gira por diversas ciudades europeas que se extenderá después por América del Norte, Su Yeon Kim divulga su primer álbum (sello Steinway & Sons) con obras de Wolfgang Amadé Mozart, dos de las cuales marcaron el comienzo del concierto: La Sonata en re mayor KV 311/284c y el Adagio en si menor KV 540.
Mozart
Es simplemente maravilloso que esta joven nos entregue ahora su visión de estas composiciones para piano. La cantidad de música que Mozart legó a este instrumento tan querido aún no ha revelado todos sus secretos. Su Yeon Kim emprende de esta forma un fascinante periplo a través de la magia de un verdadero encuentro en la cumbre, con César Franck y Frédéric Chopin..
Las sonatas para teclado de Mozart (escritas entre 1774 y 1789) no son tan famosas como sus conciertos para piano, porque a menudo se las considera como un género inferior que se cultiva por razones de consumo social. Sin embargo, hay mucha riqueza en ellas, lo que muestra la evolución del compositor y de su estilo. Tienen el inconveniente de ser modelos de redacción, equilibrio y claridad y se cree que son más sencillas de lo que en realidad son.
Sin embargo, su construcción en tres movimientos y una escritura basada en temas trabajados con un grado de perfección poco común registra con Mozart un primer triunfo de la sonata clásica, incluso comparándola con Joseph Haydn. La belleza de la inspiración de estas piezas para piano solo anuncia ya la de la parte solista de los conciertos para el mismo instrumento.
La sonata
También se percibe una singular progresión en cuanto a la técnica pianística, debida en parte a la aparición en aquella época de nuevos instrumentos, como el piano Stein mostrado a Mozart durante sus estancias en Mannheim, que permite matices más significativos en la ejecución.
En esta sonata en re mayor, compuesta en su viaje a París en noviembre de 1777, el compositor muestra un ardor febril y un deseo borboteante e inagotable de escribir música nueva; la interpretación de Su Yeon Kim desvela esta evolución estilística. Enseguida llama la atención la ductilidad del discurso, realzada por el refinamiento de los trinos y las apoyaturas y, por supuesto, el cuidado de los acentos. La rigurosa estructura rítmica evita cualquier aspereza y los pasajes marcados por la tensión permanecen extremadamente legibles.
La elección de los tempos es obvia, como si fluyera con naturalidad, especialmente en los movimientos construidos sobre el modelo de tema y variaciones. Apenas sorprenden algunas elecciones personales en términos de velocidad, mezcladas con una energía no disimulada, que sin embargo sabe no ser brusca; o una tendencia a la aceleración. Este rasgo va acompañado de una articulación bien definida, casi roborativa.
Adagio
Colocar seguidamente aquí el Adagio K. 540 de Mozart puede parecer atrevido, ya que se trata de música austera y trágica que Mozart compuso en un periodo difícil (1788). Pero Su Yeon Kim ve su fuerza en el apaciguamiento de los sentimientos trágicos que suscita al principio, lo que conduce a una inesperada serenidad en los compases finales. El compositor de Salzburgo (que en realidad odiaba a su ciudad natal) da rienda suelta en estos ocho minutos a su imaginación y se despliega en una serenidad desprovista de toda tristeza, antes de introducirnos en el Preludio, coral y fuga de César Franck.
Aunque menos interpretada que la de Gabriel Fauré, Claude Debussy o Maurice Ravel, la música para piano de Franck es igualmente digna de interés. Tal vez por su rareza, pero sin duda por su estilo, inspirado en el órgano, del que este compositor era además un maestro indiscutible.
La carrera de César Franck en el órgano oculta el hecho de que fue ante todo un pianista virtuoso y que compuso para el instrumento al principio y al final de su vida. Este último y más fructífero periodo creativo incluye piezas con orquesta como las Variaciones sinfónicas y el poema sinfónico Les Djinns, así como dos trípticos para piano solo. Además del homenaje a Johann Sebastian Bach, la inspiración de estas piezas tiene que ver con un estímulo religioso. Estos trípticos son tanto una obra de arte como un acto de fe.
Tríptico
El primero de ellos, el Preludio, coral y fuga en si menor, de 1884, aplica el principio cíclico en el tema, familiar para el músico, en una escritura pianística que recuerda al canto llano. En el Preludio, que remite a esta forma introductoria de la antigua suite francesa, son de admirar las armonías conmovedoras en los vuelos de amplios arpegios y una amplitud de sonido no muy diferente a la del órgano.
El Coral, con sus acordes solemnes, tiene la sencillez de un lamento. La Fuga, que se esconde en una escritura arpegiada y un ámbito casi sinfónico, es extremadamente difícil. Esa es la palabra. Camille Saint-Saëns llegó a tachar la obra de pieza de ejecución desgarbada e inconveniente. Alfred Cortot añadía que la ondulación rítmica de César Franck no tenía nada que ver con el rubato. Menos aún con el enfoque romántico. Un sentido del equilibrio que exige objetividad y que la joven pianista Su Yeon Kim posee innegablemente.
En estas páginas a menudo austeras de música pura, la interpretación de Su Yeon Kim es extremadamente legible, incluso en los pasajes más cargados, la fuga en particular. Esto no puede separarse del claro sonido proporcionado por el instrumento, un brillante Steinway D, discretamente percusivo, de graves naturales. La elección de este piano y el uso moderado del pedal da expresividad y favorece la atmósfera de este concierto.
Chopin
La segunda parte estuvo consagrada a Frédéric Chopin, Nocturnes op 48 (I. Do menor, lento; II fa sostenido menor, Andantino), como transición entre las cumbres, y la Sonata para piano nº 3 en si menor op 58, interpretados con un rigor que respira evidencia, una fina musicalidad y una voluntad de dar la espalda a la solicitación hiper romántica; porque Su Yeon Kim solo se pone al piano ante el público si tiene algo que decir.
El nombre de la pieza es probablemente Nocturno, en tanto que respira agitación. Aquí todo es movimiento: el discurso, al principio serio y solemne, se amplifica y se anima poco a poco hasta alcanzar clímax flamígeros, en los que aquí también se subraya el toque de pedal de Su Yeon Kim, aportándole una luz fascinante.
En la Sonata nº 3 op 58, de 1844, nos lo demuestra con una actuación penetrante, marcada de nuevo por una auténtica sencillez (Allegro maestoso). El tema principal aparece tras un largo exordio, y después solo hay digresiones a modo de canción en las que abundan los contrastes en esta frase bella, amplia y autorreflexiva.
Magistral
El desarrollo, que no puede ser más erudito, encuentra maestría y gran pericia bajo los ágiles dedos de la pianista. A partir del ''Scherzo. Molto vivace'', que ha sido calificado de escurridizo, entreteje lo fantástico y lo extremadamente fluido, casi atornillado para un bello efecto dramático. El trío es una especie de canción de cuna que se ve interrumpida por fugaces recordatorios de alguna carrera precipitada. La repetición es igualmente caprichosa.
En el ''Largo'', la pianista se toma en serio la solemne introducción, mientras que el tema elegíaco se despliega discretamente en sus elaborados efectos en el registro agudo del teclado. El desarrollo es magistral por los colores claros que aporta. No hay voluntad de exigir nada al texto, como suele ocurrir. El ''Finale, Presto non tanto'', una especie de rondó, está llevado a un ritmo medido que deja estas páginas floridas con toda su fuerza expresiva, guirnaldas de notas en ráfagas, progresión rítmica, impresionante pirotecnia pianística.
Las ovaciones del público, de pie en la abarrotada sala Robert-Schumann del Kunstpalast de Düsseldorf, fueron reverentemente agradecidas por Su Yeon Kim con dos bises, a cuál de ellos más sorprendente y bellísimo: Ottorino Respighi: "Valse Caressante" de Seis piezas para piano P. 44; y Alfred Grünfeld: Soirée de Vienne op 56 – Paráfrasis de concierto sobre motivos de vals de El murciélago, de Johann Strauss, unos maravillosos y apabullantes ejercicios de digitación y virtuosismo.
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