Francia
Nadia Boulanger, tomo 1: con Copland, Carter, Piston y Fauré
Francisco Leonarte

Radio France, en colaboración con el Centre
Bru-Zane dedicado a la música romántica francesa, ha estado dedicando una serie
de conciertos (el último tendrá lugar el domingo 29 de enero) a una de las
figuras más importantes de la música del siglo XX, fundamentalmente por su
papel de pedagoga. Nos referimos, claro está, a Nadia , que estudió en
su día con Gabriel Fauré, que frecuentó a músicos de su generación como
Stravinsky, y sobre todo que fue "maestra" o consejera de una
cantidad impresionante de grandes figuras musicales, desde Georges ,
Jacques o Aaron , a , Astor , Leonard
, Michel , Philip , Pierre Henry, Igor , Yehudi
o Daniel entre otros muchos creadores e intérpretes.
Menos conocida es su faceta de compositora -es
sobre todo su hermana Lili quien es conocida como (magnífica) compositora.
Nadia, tal vez por no compararse con su hermana menor (cuya música difundió
siempre que le fue posible), o tal vez por no tener tiempo, o tal vez por esa
suerte de pudor que a veces invade al verdadero pedagogo, no sólo dejó de componer
sino que incluso prohibió la ejecución de sus propias obras.
Cuando precisamente se está revalorizando a
las figuras femeninas de la composición (de Barbara
Empezaba el primer concierto -de una serie de cinco- con una obra de un alumno de Nadia, el más que interesante aunque poco conocido en Europa Walter , que fue a su vez maestro del gran Conlon . Su Un preludio sinfónico, influida claramente por la Segunda Escuela de Viena, sabe sin embargo captar el interés del oyente con un sentido a la vez sobrio y apasionado. En este sentido, creo que la interpretación de Franck al frente de la Filarmónica de Radio Francia hizo justicia a la obra. Dan ganas de escuchar más de Piston.
Y sigue una obra de otro alumno de Nadia Boulanger, el muy respetado que llegó a centenario como "figura eminente de la música de su tiempo" ... Permítanme un confesión: no comprendo el interés que suscita este compositor. Es sin duda zafiedad mía, pero cada vez que se presenta la ocasión (ya no busco la ocasión, lo confieso) de escuchar una obra de Elliott Carter, vuelvo a quedar decepcionado, con la impresión de haber escuchado una obra que podrían haber firmado cientos de autores de la misma época. Algo así como una banalidad de académico, muy respetada por los colegas académicos y completamente insulsa para el resto de la Humanidad. No encuentro invención ni originalidad. Eso sí, la estrella de la flauta Emmanuel se pegó un buen curro defendiendo una partitura asaz virtuosística. El público aplaudió cortesmente y yo me desperté de una ligera cabezadita que no pude evitar a partir de los primeros cinco minutos...
Siguió (¿para compensar?) una encantadora obra
de Fauré, compuesta en su día precisamente como obra de concurso para el
Conservatorio de París. (Da la impresión de que en este ciclo alrededor de
Nadia Boulanger, Fauré ha servido de comodín para dar ligereza y gancho. Pero
entiendo que todo vale para atraer a un público reacio a escuchar lo que no
conoce ...). Se trata de una de las obras preferidas por los flautistas. Pahud
volvió a brillar. El público recompensó con nutridos aplausos.
Y entonces vino -fuera de programa- el momento
en que Pahud brilló de verdad, la propina: Un Syrinx de Debussy cantado
por la flauta con esa mezcla de misterio y de sobriedad, de esencia musical,
que requieren esta pequeña obra maestra, con una regulación del soplo realmente
magistral por parte de Pahud. Uno de los momentos señeros de la noche.
Empezaba la segunda parte con una pequeña obra
de juventud de Nadia Boulanger. El problema es que Nadia compuso al parecer
todavía menos que su querida hermana, Lili, fallecida muy joven. Por tanto las
obras que quedan de Nadia no siempre justifican su permanencia en la Historia
de la Música ni mucho menos en el repertorio. Esta obrita, que se pliega a lo
que se considera una bonita sonata de estudiante de la época, no inventa nada
ni reviste originalidad alguna. Se escucha agradablemente como miles (¿decenas
de miles?) de obras de estudiantes que se han quedado (justamente) en los
cajones de sus respectivos compositores. Tomémoslo pues como una curiosidad sin
más, la obrita de estudiante de una inmensa pedagoga. Con haberla escuchado una
vez cada cincuenta años y tener una grabación testimonial, esta sonata va que
se mata.
Termina el concierto, eso sí, con una obra
maestra: la Sinfonía con órgano de Copland que este dedicó precisamente "A Nadia Boulanger, con admiración". Cierto, Copland es muy joven
cuando la compone, pero ya no es un estudiante, y a pesar de la neta influencia
de Stravinsky patente en algún que otro giro, ya se vislumbra lo que serán
después sus más famosos ballets. Hay una inteligencia musical en los ensamblajes
y en la orquestación, hay una potencia de motivos, a menudo magnificados por el
órgano, hay una urgencia (pero no precipitación) de creación, que hacen de esta
obra un momento a la vez gozoso y profundo. Se nota que
Bienvenidos sean los conciertos que nos
descubren y redescubren una obra tan hermosa.
Ojalá podamos escucharla de nuevo en vivo: quién sabe cuándo ...
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