España - Madrid
Ravel y Falla: espectáculo sonoro
Germán García Tomás

Tras las navidades llegaba la noticia de la renovación del contrato de David Afkham al frente de la titularidad de la Orquesta Nacional por otros tres años, y una semana más tarde los conjuntos estatales retomaban su temporada con la visita de Jaime Martín, su principal director invitado.
Como en la célebre canción de Simon & Garfunkel, las aguas turbulentas en el seno de la Nacional parecen haber sido amansadas al menos temporalmente con este concierto donde se dieron la mano el impresionismo francés de Maurice Ravel con el ballet Ma mère l’Oye, y el folclorismo idealizado de Manuel de Falla con la versión de concierto de su ópera La vida breve. Dos obras coetáneas, separadas por tan sólo un año de diferencia. De 1912 es la versión orquestal de las en origen cinco piezas para piano a cuatro manos, y el estreno francés del título lírico del gaditano se produjo en 1913 en Niza, antes de llegar a España al año siguiente en el Teatro de la Zarzuela.
La sugestiva colección de cuentos Ma mère l’Oye del vasco francés nos llegó en su versión íntegra como ballet, con los cinco números originales separados por interludios y el añadido de dos piezas al inicio, lo que contrastó con lo que detallaba el programa de mano, donde se nos proponía erróneamente el orden de las piezas originales. La lectura se revistió de todo el encanto mágico y la evanescencia sonora que demanda esta música de tonos transparentes y compases camerísticos, con un notable grado de refinamiento expresivo por parte del maestro cántabro, que optó por el gesto amplio de sus manos para obtener toda la gama de dinámicas.
La sensacional labor tímbrica alcanzó a todos los atriles de la Nacional, con precisos efectos onomatopéyicos, glissandi de la cuerda y rica y vistosa percusión, sustancial en el orientalismo de 'Laideronette, emperatriz de las pagodas', página de muy medido y dilatado tempo por Martín, conduciendo a la espectacularidad de 'El jardín mágico' en un preparado y efectivo crescendo.
Siempre es un gran atractivo encontrar La vida breve, primera gran obra orquestal y vocal de su autor, en el programa de un concierto, una ópera que, entre otras razones, por su corta extensión y concentrada acción dramática, se presta bastante bien a ser ofrecida en versiones no representadas, y de hecho la Nacional la ha interpretado en múltiples ocasiones, hasta el punto de realizar un registro discográfico hace casi diez años para Deutsche Grammophon bajo la batuta de su titular por aquel entonces Josep Pons, con las voces de Mariola Cantarero y el difunto José Ferrero en los papeles protagónicos.
La atenta y minuciosa dirección de
aprovechó al máximo y supo explotar -con un enorme despliegue de volumen percusivo, por cierto- la grandeza y magnificencia de las páginas orquestales que posee esta genial partitura, como el Intermedio y las brillantes dos danzas del acto segundo.Las voces del Coro Nacional preparadas por Miguel Ángel García
brindaron una recia proyección y los solistas dieron lo mejor de sí pero sin llegar a ofrecer una versión para el recuerdo.Dando vida a Salud, la experimentada Nancy Fabiola
posee una fuerte personalidad canora y una gran entrega, pese a sus arrebatados excesos en el registro más dramático -se la vio más cómoda a nivel de tesitura en el personaje titular de la zarzuela La tempranica de Giménez, obra de la que es deudora La vida breve, en el programa doble que pudimos ver en el Teatro de la Zarzuela- y el joven tenor cumple sin más como el ingrato Paco.Como secundarios, la voz de la fragua de
llega con levedad desde el órgano de la sala, Ana María dramatiza muy bien a su teatral Abuela pero no disimula un ostentoso vibrato, Federico imprime carácter a su Tío Sarvaor, y Manuela Mesa y Víctor Cruz son cumplidores en las cortas frases de sus episódicos papeles. Otras voces solistas del coro cantaban las mercancías de los vendedores en la primera escena de la ópera, muy bien desarrollada narrativamente.El rasgueo con clase de
acompaña los soliloquios de la cantaora , opción plausible frente al original cantaor masculino, pero cometiéndose el craso error de apoyarse en micrófono individual, contraste que siempre desnaturaliza el canto frente a las voces líricas.
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