Discos
Paavo Järvi vuelve a Bruckner
Alfredo López-Vivié Palencia

Algo habrá aprendido de su padre para que Paavo Järvi sea uno de los pocos directores de su generación (sesenta años recién cumplidos) que no para de grabar discos. Al gran Neeme se le alinearon los astros (el nacimiento del disco compacto, una compañía discográfica inteligente, y un repertorio inexplorado), mientras que Paavo se ha encontrado en circunstancias adversas; y sin embargo ya cuenta con integrales canónicas: Beethoven, Brahms, Schumann, Mahler, Chaicovski… y
El caso es que esta nueva versión no está nada mal. Para empezar, siempre resulta estimulante escuchar en el gran repertorio a una orquesta que no suele prodigarse en el mercado discográfico, y la
El primer movimiento se dice con amplitud, con tiempos muy contrastados entre el primer y el segundo tema de la exposición. En la transición al desarrollo Järvi no se complica la vida y le sale natural, mientras que, inexplicablemente, deja morir el paso a la coda, por cierto sin prisas y bien edificada.
El tiempo del Adagio es calcado, de manera que no esperen una interpretación profunda de este maravilloso movimiento, que suena más a ensoñación que a otra cosa. Pero sí es una lectura coherente: la progresión en intensidad de cada una de las tres entradas del tema principal, el ascenso a la cima (por supuesto con platillos y triángulo) más brillante que trascendente, o el recuerdo contenido a Wagner.
Järvi siempre destaca por su capacidad de llevar al límite a sus orquestas, y por eso no me ha extrañado que el Scherzo sea puro nervio, como si lo hubiese firmado Schumann.
El problema viene en el Finale: aquí Järvi vuelve a exigir un virtuosismo orquestal que ni es posible con una centuria de músicos ni, sobre todo, resulta adecuado para un movimiento que ha de hilarse con corales del metal pausados. Es una pena que se tuerza el buen pulso exhibido hasta este momento. Eso sí, Järvi salva la conclusión gracias a una excitación sabiamente controlada.
En ninguna parte se indica qué versión/edición de la sinfonía se está interpretando. Hay que escudriñar en la penúltima página del cuadernillo para encontrar la mención al Copyright de la obra, que corresponde a la Musikwissenschaftlicher Verlag de Viena. En su página web se lee que están poniendo al día el corpus bruckneriano –una vez más, y no es la única editorial que se dedica a ello-: ya lo han hecho con las Sinfonías 1, 4 y 8, de modo que esta Séptima se toca en la tradicional versión de 1885 editada por Leopold
Ediciones aparte, existen en el mercado tantas grabaciones de esta obra que la única comparación posible es aquélla que conduce a concluir que ésta no desplazará a las favoritas de cada uno. Pero tampoco desmerecerá la discoteca de quienes profesamos la fe bruckneriana.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Red House Productions
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